David MESEGUER - 7K

Kurdistan

Se cumplen tres décadas desde que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) decidió tomar las armas para luchar por el reconocimiento de los derechos del pueblo kurdo en Turquía. Cerca de 45.000 muertos, miles de desplazados y el encarcelamiento de Abdullah Öcalan han marcado un conflicto que aún hoy sigue sin resolverse.

Mujeres y niños kurdos. (David MESEGUER)
Mujeres y niños kurdos. (David MESEGUER)

Los kurdos no tenemos amigos, solo las montañas». Este viejo proverbio kurdo sintetiza a la perfección cómo han sido los 30 años transcurridos desde el momento en que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) comenzó su revolución armada en agosto de 1984.

Constituida de forma oficial en 1978 tras la celebración del primer Congreso en Lis, provincia de Diyarbakir, la organización política liderada por Abdullah Öcalan, de base socialista y marxista-leninista, nació con el objetivo de luchar por los derechos culturales y políticos de los cerca de catorce millones de kurdos que viven en Turquía y conseguir la creación de un Estado kurdo independiente.   

La represión ejercida por el Estado turco y los lobos grises –paramilitares ultranacionalistas turcos– sobre el PKK a finales de los 70 y principios de los 80 alcanzó su punto álgido tras el golpe de estado del 12 de septiembre de 1980. En ese momento, todas las organizaciones políticas de Turquía se convirtieron en objetivo de la dictadura militar, que en poco tiempo encarceló a medio millón de militantes políticos, muchos de ellos miembros del PKK.

«Ante esta coyuntura decidimos retirarnos a Siria y el Líbano para estructurar mejor la organización y sentar las bases de la futura guerrilla», recuerda Cemil Bayik, cofundador del PKK y actual copresidente de la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK). Fue en Siria, concretamente en la ciudad de Daraa, donde se celebró el segundo Congreso del partido en agosto de 1982 y se tomó la decisión de apostar por la lucha armada, por lo que en cuestión de tiempo había que regresar a Turquía para combatir. Para entrenar a sus milicianos, la guerrilla estableció bases militares en Siria y Líbano, siendo su centro de entrenamiento del Valle de la Bekaa uno de los más importantes. El PKK tomó partido en la guerra civil libanesa prestando su apoyo militar al bloque prosirio.

Por aquella época el PKK, que contaba con muchos militantes instalados en países europeos, exportó sus acciones armadas realizando ataques contra intereses turcos en países como Francia y Bélgica.


Guerrilleros en las montañas de Qandil, en Kurdistán SuR. (David MESEGUER)

«Conocí a Apo (tío, en kurdo) en los campos de la guerrilla en Siria durante los 80. Allí hacíamos instrucción militar e ideológica. Sus discursos políticos eran muy profundos, podías pasarte horas escuchándole», señala Haj Abdo desde el salón de su casa en Kefer Sefre, en Kurdistán Occidental, mientras muestra una foto en la que aparece con Apo, apelativo afectuoso con el que los kurdos nombran a Abdullah Öcalan.

Como Haj Abdo, antiguo combatiente ahora desmovilizado, cientos de hombres y mujeres de las cuatro partes de Kurdistán acudieron a Siria y Líbano para engrosar las filas de una guerrilla que ya había comenzado a desplazar unidades a Kurdistán Norte para luchar contra el Estado turco. El 15 de agosto de 1984 el PKK lanzó un ataque en Eruh y Semdinli, provincia de Hakkari, en el que un gendarme falleció mientras que siete soldados, dos policías y tres civiles resultaron heridos. La revolución kurda armada había comenzado.   

Años de tierra quemada

Las desigualdades sociales y económicas existentes entre Kurdistán Norte –con un nivel de desarrollo mucho menor y falto de inversiones estatales– y el resto de Turquía provocó gran apoyo de la población local hacia la guerrilla, que luchaba por el reconocimiento del pueblo kurdo y un sistema más justo y equitativo.

La defensa de la igualdad de género en Oriente Medio, marcadamente patriarcal, llevó a muchas mujeres a abandonar sus hogares y unirse a la guerrilla.

Bajo la presidencia de Turgut Özal, que anunció un importante paquete de reformas de cara a la cuestión kurda, se produjeron las primeras conversaciones entre Ankara y el PKK, que proclamó un alto el fuego el 20 de marzo de 1993. La muerte de Özal en abril de ese mismo año provocó que el paquete de reformas nunca llegara a presentarse, por lo que la guerrilla rompió la tregua.

Para contrarrestar la creciente fuerza del PKK en Kurdistán Norte, entre 1992 y 1995 el Ejército turco desarrolló nuevas estrategias de contrainsurgencia: para acabar con las diferentes bases logísticas de la guerrilla, deforestó miles de hectáreas y destruyó más de 3.000 aldeas kurdas como castigo a su colaboracionismo con el PKK, causando alrededor de 2 millones de refugiados y desplazados. 

«Los militares turcos llegaron al alba y nos obligaron a abandonar nuestra casa. Apenas tuvimos tiempo para coger algunos enseres. Quemaron todo el pueblo», explica Rojbin, una joven kurda de 31 años, originaria de una aldea cercana a Silvan, en la provincia de Diyarbakir. «Nunca más pudimos volver. Como muchos de nuestros vecinos, nos instalamos en el barrio de Baglar de Diyarbakir», cuenta la joven.


Acto de apoyo al PKK en las calles de Diyarbakir. (David MESEGUER)

En la capital histórica de Kurdistán Norte viven decenas de miles de desplazados que tuvieron que abandonar forzosamente su hogar durante los años de tierra quemada. En distritos como Diyarbakir Sur o Baglar, donde existe un gran apoyo a la guerrilla, residen muchas familias desterradas de sus aldeas de origen.

En muchas de las villas que las fuerzas gubernamentales dejaron en pie se implantó el sistema de guardias rurales, un método de contrainsurgencia que aún hoy sigue vigente. Pastores y agricultores locales armados por Ankara a cambio de un sueldo a fin de mes tienen la función de impedir que la guerrilla actúe en su territorio. En la actualidad, se calcula que hay cerca de 80.000 paramilitares que se convertirán en un auténtico problema para el Gobierno turco si finalmente se resuelve el conflicto. 

En 1998 las presiones de Turquía provocaron que el PKK y su líder Abdullah Öcalan abandonaran Siria. Tras un periplo por diferentes países, el 15 de febrero de 1999 Öcalan fue detenido en Nairobi en una acción conjunta de los servicios secretos norteamericanos y turcos. El líder será condenado a pena de muerte, pero la sentencia será conmutada por cadena perpetua tras la abolición, en 2002, de la pena capital en Turquía. Actualmente, Öcalan cumple condena en la isla-prisión de máxima seguridad de Imrali, ubicada en el mar de Mármara, con un régimen de visitas muy estricto.

La vida en las montañas


En Qandil los guerrilleros mantienen una relación muy estrecha con la población local. (David MESEGUER)

En septiembre de 1999 el PKK declaró un alto el fuego unilateral que se extendería hasta 2004. En ese periodo de tiempo la guerrilla retiró sus tropas de Turquía y aprovechó para establecer bases en diferentes puntos de Kurdistán Sur, siendo Qandil, en la frontera con Kurdistán Este la más importante y donde actualmente residen sus principales mandos.

«Aunque no combatíamos en Kurdistán Norte, los primeros años en Qandil estuvieron marcados por la guerra contra los peshmerga de Massoud Barzani y Jalal Talabani», destaca Ahmet, un guerrillero originario de Hakkari que regula el tráfico en la entrada al valle con un gran retrato de Öcalan presidiendo la ladera de una montaña.

La tregua unilateral de la guerrilla no fue secundada por el lado turco, que en numerosas ocasiones lanzó ataques de castigo sobre Qandil. Este hecho y la falta de voluntad negociadora por parte de Ankara llevaron al PKK a retomar la lucha armada en junio de 2004.

Entre 2004 y 2009 los combates en Kurdistán Norte entre la guerrilla y el Ejército turco, así como las incursiones áreas y terrestres turcas en las bases del PKK en Kurdistán Sur, dejaron centenares de muertos en ambos bandos. «Cuando te unes a la guerrilla eres consciente de que cada día será peligroso. El miedo no existe para nosotras», cuenta Akhin, miliciana del PKK durante trece años y, ahora, jefa del ala femenina de la Policía en Afrin. 

«He vivido situaciones muy peligrosas en Kurdistán Norte, pero si una cosa nos inquietaba era el zumbido del rotor de los helicópteros Cobra turcos sobre nuestras cabezas», puntualiza Akhin.

Pese a las extremas condiciones de la clandestinidad en las montañas, la inmensa mayoría de milicianos destacan una vida de plena armonía con la naturaleza. «En ocasiones, debido a las bombardeos de la aviación turca hemos tenido que pasar hasta dos semanas escondidos en profundas cuevas. Si se nos acababan las provisiones, el monte nos proporcionaba víveres para subsistir», relata Cudi, un guerrillero que en la actualidad reside en Qandil.

El proceso de paz

En 2009 el Gobierno del primer ministro islamista Recep Tayyip Erdogan y el PKK comenzaron una serie de conversaciones en la capital noruega, conocidas como el Proceso de Oslo. Como gesto de buena voluntad, la guerrilla declaró una nueva tregua unilateral en abril de ese año, un mes después de los excelentes resultados electorales del pro kurdo Partido de la Sociedad Democrática (DTP) en los comicios locales.

En diciembre, el gobierno islamista del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) realizó una gran operación deteniendo y encarcelando a miles de políticos kurdos acusados de formar parte de la Unión de Comunidades Kurdas (KCK), la sección urbana del PKK según la Justicia turca. Desde ese momento y hasta la actualidad, más de diez mil personas, entre políticos, activistas, sindicalistas y periodistas, han sido detenidas acusadas de formar parte del KCK.

Debido a la atmósfera de represión, el PKK decidió poner fin a la tregua en mayo de 2010 y el Proceso de Oslo salta por los aires en junio de 2011, después de la muerte de 13 soldados turcos en Lice, provincia de Diyarbakir.

En su intención de ganarse el favor de la minoría kurda, Ankara ha puesto en marcha iniciativas como TRT6, un canal público de televisión en lengua kurda; y recientemente ha permitido la enseñanza del kurdo en centros privados. Medidas consideradas innecesarias por el prokurdo Partido Paz y Democracia (BDP) y el PKK.

«Cambiar la concepción del Estado-nación en Turquía no es fácil, pero la lucha del PKK ha forzado, y forzará, al Gobierno a realizar algunos cambios en su forma de concebir el Estado y los pueblos que habitan en él», señala Cemil Bayik.

En los últimos años, el PKK ha abandonado su orientación marxista-leninista y ha cambiado su ideal de construir un Estado kurdo independiente por conseguir importantes cuotas de autonomía en las cuatro partes de Kurdistán para desarrollar el proyecto de Confederalismo Democrático promulgado por Öcalan.


Una mujer sostiene el retrato de Abdullah Öcalan, líder kurdo encarcelado. (David MESEGUER)

La guerra de Siria iniciada en 2011 ha permito al Partido de la Unión Democrática, afín ideológicamente al PKK, liderar la gestión de un autogobierno al margen de la siria y el régimen de Bashar al-Assad. Consciente de la importancia de asegurar el control de Kurdistán Occidental, el PKK ha enviado centenares de milicianos y mandos que en la actualidad combaten en las filas de las Unidades de Protección Popular (YPG) para defender el territorio del Estado Islámico.

Pese a la muerte a tiros de tres activistas kurdas en París en enero de 2013, entre ellas la cofundadora del PKK Sakine Canzis, en marzo de ese año la guerrilla hace una fuerte apuesta por relanzar el proceso de paz. En primer lugar, libera a ocho rehenes turcos, entre ellos seis militares; y el día 21, coincidiendo con la celebración del Newroz, el nuevo año kurdo, Abudullah Öcalan proclama una nueva tregua unilateral y la retirada de los guerrilleros de territorio turco.

Con cerca de 45.000 muertos sobre la mesa, 18.000 de ellos civiles, y con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, el ejecutivo de Erdogan ha lanzado una propuesta de marco legal que regule las conversaciones entre el Gobierno central y la guerrilla. Ankara también se ha comprometido a dar pasos en el ámbito de la seguridad y los derechos humanos, así como en aspectos socioeconómicos y culturales kurdos. Además, prevé medidas para la reinserción de los guerrilleros que deseen abandonar las armas.  

En relación a la propuesta del Gobierno turco, la postura de Cemil Bayik es clara: «O Ankara contribuye a conformar los términos del alto el fuego y comienza las negociaciones o utilizaremos nuestro legítimo derecho de autodefensa».