Gotzon Aranburu

Mercadillos vivos

No corren buenos tiempos para la venta en la calle, venta ambulante o venta directa, como quiera llamársele. En el extremo opuesto del comercio de lujo -al parecer Rolex y Porsche se siguen vendiendo igual que antes-, el cliente habitual de los mercadillos sí ha recibido de lleno el impacto de la crisis económica y ello repercute directamente en sus compras. De cualquier manera, el sector está vivo y resiste a la espera de tiempos mejores.

Elikagaien postu bat Donostian. (Gotzon ARANBURU)
Elikagaien postu bat Donostian. (Gotzon ARANBURU)

La venta en la calle constituye en estos momentos un espejo de la variedad sociológica presente en pueblos y ciudades vascos. Bajo el toldo encontraremos al baserritarra de Urnieta y al inmigrante senegalés. También al gitano y a ese vecino que está pasando un mal momento y pone a la venta los objetos que se han ido acumulando en el trastero. Cada mercadillo tiene sus características; los hay que exigen pagar por instalar el puesto, los hay que se adjudican por sorteo, y también los libres. En cuanto al tipo de producto en venta, la oferta es grande. Desde quesos hasta libros, pasando por ropa y electrodomésticos.

Elegimos la capital donostiarra -podría ser cualquier ciudad de cierta entidad a ambos lados de la muga- para conocer sobre el terreno la realidad de los mercadillos. En los alrededores del estadio de Anoeta es el domingo por la mañana cuando se celebra, y la ropa es el producto más frecuente en los puestos de venta. Ante la presencia de la cámara, varios vendedores rechazan la invitación del periodista, pero uno de ellos, el senegalés afincado en Errenteria Cheikh Dieng, se presta amable a contarnos su caso.

Aunque solo lleva tres años entre nosotros, Cheikh se expresa en un euskara más que correcto. Vende carteras, cinturones, bolsos… marroquinería, en definitiva, y vocea sus ofertas al público que circula entre los puestos: «Karterak, gerrikoak, primerako larruarekin egindakoak!». No duda en calificar los actuales de malos tiempos para el negocio, y llega a cuantificar el bajón: «Estamos vendiendo el 30% de lo que se vendía antes. Donostia era un mercado muy bueno, pero ha bajado mucho. También pongo puesto en Errenteria, en Lekeitio, en Ondarroa, en Markina…». Cheikh nota diferencia entre los mercados que se celebran en días laborables y los que tienen lugar el fin de semana. En los pueblos vizcaínos citados vende entre semana, y mucho más que en Tolosa y Donostia el sábado y domingo.



Donostitruk es un mercadillo de productos de segunda mano que tiene lugar en la antigua sede del cuerpo de bomberos de Donostia, en la calle Easo. El espacio es limitado y los puestos se adjudican por sorteo. Entre los afortunados hoy está Jorge López, de la asociación sin ánimo de lucro Kaleko Elkartasuna eta Kultur Elkartea, que busca recaudar fondos para las personas que se encuentran en situación de exclusión económica, esto es,  aquellas que perciben la renta básica o menos aún que la citada renta. Jorge López y sus compañeros venden -o lo intentan- libros, discos, CDs y DVDs. Y es que no es fácil dar salida actualmente a estos productos, sobre todo en el caso de los discos; el público se resiste a pagar más de un euro por los DVDs de películas. Los libros -mucho más demandados por las mujeres- se venden mejor, según indica Jorge.

El producto predominante en Donostiatruk probablemente sea la ropa, que se exhibe perfectamente limpia y planchada, cosa que hasta hace poco no era habitual. Aun así, los vascos seguimos siendo reacios a comprar ropa de segunda mano, según una vendedora habitual en este recinto. No faltan, en la oferta de este Camden a pequeña escala, violines, cámaras de fotos o lámparas, que atraen la atención de autóctonos y turistas de mochila, muy frecuentes en esta época del año en la capital guipuzcoana. En cualquier caso, los mercadillos de brocante más potentes son los de Lapurdi, el de la Plaza Nueva de Bilbo y también los de la zona de Irun y Hondarribia. De hecho, en ésta última plaza, especializada en antigüedades y brocante, los vendedores deben pagar 15 euros por instalar su puesto. Este hecho y la incidencia de la crisis económica hace que la feria de Hondarribia no viva sus mejores tiempos, según nos cuentan en Bomberos.

La nicaragüense Marlene Talavera ha tenido suerte hoy y ha logrado espacio para instalar su puesto de venta en Donostitruk. Hace dos años que empezó a vender en mercadillos, con el objetivo de completar sus ingresos como cuidadora de personas mayores, y en su mesa ofrece artículos tan variados como zapatos, agarraderos de ducha, marcos de fotos… e incluso un taladro. «Tengo bastantes clientes, pues todo lo que vendo, aunque es de segunda mano, está en muy buen estado y mucho más barato que en la tienda» indica Marlene.

Más hacia el centro, nos topamos con el mercado de baserritarras Behemendi. Este mercado se celebra cada sábado del año en un barrio distinto de Donostia -Gros, Amara, Antiguo- y una vez al mes en Hernani. En verano, se instalan durante una semana en el centro mismo de la capital. Hoy toca en la calle Loiola, justo frente a las tiendas de FNAC y de Zara, lo que ofrece un curioso contraste entre dos formatos tan diferentes de comercio: edificios de varias plantas para los gigantes del consumo cultural y la ropa, y una hilera de puestos cubiertos con toldos para los baserritarras.



Hasta hace siete años, la urnietarra Pilar Zubillaga y su familia criaban patos y vendían los productos derivados en el mercado, pero ahora solo se encargan de la elaboración y venta de los patés, «sin utilizar ningún colorante ni conservante», subraya orgullosa Pilar. Además de Donostia, su mejor plaza, Zubillaga acude también a los mercados de Bermeo y Lekeitio, y una vez al año al de Gernika. No es de extrañar que la capital guipuzcoana sea la preferida de Pilar, pues no en vano lleva 26 años vendiendo aquí y cuenta con una clientela prácticamente fija, aunque también en su boca suena la palabra “crisis”. Preguntada por los turistas, tuerce el gesto: «Preguntar, preguntan mucho…».

Si Pilar se inclina por Donostia, Lurdes Iraola, en el puesto contiguo, no duda en señalar Tolosa como su mejor plaza. Vende pan ecológico, dulces, y sobre todo queso de cabra, que elabora en su caserío de Aldaba. Hace 20 años que vende directamente, y con el tiempo ha ido aumentando su oferta de productos, entre la que acaba de introducir el yogur de leche de cabra. ¿Por qué Tolosa? «Porque vendemos muy bien y porque, además, es un mercado que va para arriba, justo lo contrario de la tendencia general. Acuden parejas jóvenes con los niños y ahí está el futuro» indica Pilar, a la que hacemos un gran favor alejándonos con trípodes, cámaras y demás artilugios que, invariablemente, espantan al comprador.