Pablo González | 7K
KIEV

Ucrania

Lo que empezó como unas simples protestas estudiantiles, se ha convertido en una guerra civil que amenaza con romper para siempre la unidad de uno de los países más grandes de Europa. Nuevos héroes han aparecido en cada uno de los bandos en un enfrentamiento que ha cambiado al país. Las recientes elecciones parece que tampoco van a cambiar la situación a corto plazo.

Habitantes de Lugansk asisten a los actos en los que los pro- rusos celebran su victoria en el referéndum sobre la independencia de esta ciudad. (Dimitar Dilkoff)
Habitantes de Lugansk asisten a los actos en los que los pro- rusos celebran su victoria en el referéndum sobre la independencia de esta ciudad. (Dimitar Dilkoff)

Pocos podían imaginar en Ucrania el 21 de noviembre de 2013 en qué situación se encontraría el país al cabo de unos meses. Ese día, un grupo de estudiantes salió a las calles de Kiev para protestar por la política del presidente Viktor Yanukovich, quien se había negado a firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea solo unos días antes. Fue el inicio de varios meses de protestas que recorrieron las principales ciudades ucranianas, siendo el epicentro la capital.

No era la primera vez que los ucranianos salían a protestar a la plaza central de Kiev. El Maidán Nezalezhnosti (Plaza de la Independencia) ya fue centro de las protestas que llevaron a un cambio de gobierno en 2004. Entonces, ante un posible fraude electoral, las protestas consiguieron que se repitieran las elecciones. Sin embargo, en esta ocasión todo ha ido mucho más lejos que un simple cambio de ejecutivo y celebración de nuevas elecciones.


Imagen de una casa de Semenovka, en la región de Donetsk, destruida durante los combates entre los soldados de Ucrania y los pro-rusos. (Anatolii Boiko)

 

El gobierno de Viktor Yanukovich cayó finalmente a finales de febrero de este año. La caída se produjo a raíz de la muerte de más de un centenar de personas, varias de ellas policías, por disparos de francotiradores. Tras el tiroteo, y temiendo la reacción popular, Yanukovich huyó del país. A día de hoy, todavía no se sabe quiénes fueron los autores de los disparos, aunque diplomáticos europeos sugirieron que había pruebas que señalaban a la oposición de aquel momento, actualmente parte del Ejecutivo. La muerte de estas personas fue un elemento nuevo en las protestas ucranianas, lo mismo que la utilización masiva de grupos de extrema derecha, muchos de ellos aficionados ultras de equipos de fútbol. Fueron la punta de lanza de los manifestantes en sus enfrentamientos con las fuerzas del orden. Como se ha visto después, estos grupos han ido cogiendo fuerza y presencia en la vida política del país.

Es significativo que aunque las protestas empezaron denominándose ‘Euromaidán’, poco a poco fueron evolucionando hacia simplemente ‘Maidán’. La población, más que pedir el acercamiento a la Unión Europea, exigía cambios profundos en todas las estructuras del Estado. La oligarquía, la corrupción y la paulatina disminución del nivel de vida eran los principales motivos de la protesta. El Maidán era una fuerza popular a la que ninguna de las formaciones políticas existentes podía controlar, ya que para el ciudadano de a pie, toda la clase política estaba desacreditada.

Al huir Yanukovich, el poder lo cogieron precisamente los opositores existentes, quienes, mediante la presión directa y la amenaza física, tomaron el control de la Rada, el Parlamento ucraniano. Hasta ese momento, la mayoría en la Cámara la ostentaba el Partido de las Regiones de Yanukovich. El músculo necesario para intimidar a los diputados lo proporcionaron grupos de extrema derecha como Svoboda o Pravyi Sektor. Se produjo técnicamente un golpe de estado: mediante la fuerza, la oposición se hizo con el poder en el país; sin embargo, no lo logró gracias al apoyo popular, sino aprovechando la situación de vacío. Solo una semana después del cambio de poder, y con un importante desorden reinando en Kiev, se produjo la intervención rusa en Crimea. En un tiempo récord y prácticamente sin violencia, Moscú se hizo con toda la península del Mar Negro. En dos semanas se organizó y celebró un referéndum que sirvió para legalizar la voluntad popular de unirse a Rusia, un deseo por otro lado real y no condicionado por los soldados rusos. La acción provocó gran sorpresa, tanto por la agresión a la soberanía nacional ucraniana, como por la nula capacidad de respuesta de Kiev ante lo ocurrido.


Un columna de humo se eleva desde la zona del aeropuerto de Donetsk durante los intensos bombardeos que se registraron en ese lugar el pasado 2 de octubre. (John MacDougall).

 

Como única respuesta, las nuevas autoridades de Kiev ofrecieron a la población, sobre todo a los congregados en el Maidán, grandes dosis de promesas populistas antirrusas, como la prohibición de partidos políticos considerados prorrusos, como el Partido de las Regiones o el Comunista (que al final no se han llevado a cabo), o la prohibición del ruso como idioma estatal en las regiones del este de Ucrania.

Estas medidas, la mayoría de las cuales se quedaron en promesas, provocaron nuevas protestas, aunque en este caso en el este del país, principalmente en la región de Donbass, y en la segunda ciudad en importancia, Lugansk, con salida al mar Negro en el puerto de Mariupol. En otras ciudades con importante población rusófona, como Odessa o Járkov, también se sucedieron protestas al estilo Maidán de Kiev.

Por extraño que pueda parecer, los que protestaban en el este del país pedían prácticamente los mismos cambios que los que lo hacían en Kiev: combatir la corrupción o mejorar el nivel de vida. A ello añadían el respeto al ruso como idioma oficial del Estado. La diferencia residía en que para lograr los cambios, los ucranianos del este miraban a Rusia como referencia, mientras que en Kiev los cambios debían llevarse en paralelo a un acercamiento de Ucrania a la UE.


Pro-rusos que integran un control de carreteras dan el alto en las inmediaciones del pueblo de Grabove, que se encontraba bajo su poder.(Bulent Kilic)

 

El razonamiento de la parte económica de las protestas de Donbass era simple: la mayor parte de la industria ucraniana, obsoleta para los estándares occidentales, solo tenía cabida en el marco de la cooperación económica con Rusia. Además, si al final Ucrania firmaba el acuerdo de asociación con la UE, Rusia cerraría su mercado a los productos ucranianos. Siendo Donbass una de las regiones ucranianas más industrializadas y con una gran tradición minera –representa aproximadamente la quinta parte de la producción industrial del país–, el impacto de la pérdida del mercado ruso se notaría notablemente en esta región orientada casi exclusivamente hacia el este.

A ello hay que añadir un nivel de vida más alto al otro lado de la frontera, donde los rusos tienen sueldos mayores, así como unas pensiones más altas. En Ucrania, y no solo en el este, ven con buenos ojos el poder del Estado sobre los oligarcas que se ejerce en Rusia. Casos como el de Jodorkovski o el dominio estatal sobre las grandes corporaciones rusas son percibidos en Ucrania como una solución a la hegemonía total de los oligarcas locales.

Los manifestantes del Donbass ocuparon a principios de abril las administraciones regionales en Donetsk y Lugansk pidiendo más autonomía respecto a Kiev en la toma de decisiones, así como respeto a la voluntad popular de las regiones en cuanto al uso del idioma. Desde el primer momento, estas protestas se percibieron por el Gobierno ucraniano como ilegales y promovidas desde Rusia. Aunque a diferencia de Kiev, donde el Maidán fue visitado por políticos europeos y norteamericanos (como la diplomática norteamericana Victoria Nuland repartiendo galletas en las calles de la capital), en Donetsk o Lugansk no se dejó ver ningún cargo oficial ruso para apoyar directamente o dar instrucciones a los manifestantes.

Oligarcas en acción. Sin embargo, no se puede negar que en las protestas de Donbass había, como en Kiev meses antes, más intereses que los que defendía directamente la población en la calle. La región del Donbass era, y hasta la fecha sigue siendo, feudo del oligarca Rinat Ajmétov. A él pertenecen la mayoría de las industrias de la región, así como el club de fútbol Shakhtar (minero en ucraniano). De Donbass también proviene el anterior presidente, Viktor Yanukovich, así como algunos de los altos cargos del que fue su gobierno, como el ministro del Interior Zajarchenko o el fiscal general Pshonka.


Un soldado del Ejército ucraniano traslada munición para nutrir a la artillería con la que estaban disparando sobre posiciones de los separatistas en la región de Donetsk.(Anatolii Boiko).

 

Con la llegada de un nuevo poder a Kiev, Ajmétov empezó a temer por sus empresas, ya que en un país sumido en una crisis económica, varias miradas se posaron sobre sus propiedades: oligarcas como Serguei Taruta o Igor Kolomoiskiy, cercanos al nuevo poder, empezaron a presionarle.

Ajmétov vio una oportunidad de contrarrestar la presión mediante la protesta popular anti-Kiev. Su planteamiento era claro: estando el Donbass en contra de Kiev, él se erigía como la única figura capaz de apaciguar los ánimos, pero a cambio de garantías de que no se tocaran sus propiedades. Por ello intentó encabezar y hacer que la protesta siguiera sus órdenes, pero se equivocó en sus cálculos. Los manifestantes iban más allá de lo que esperaba el oligarca y pronto fijaron su atención incluso en el propio Ajmétov y su grupo industrial como blanco de sus críticas.

Ello se debía, en parte, a que Ajmétov no era la única figura importante interesada en las protestas. Donbass era la región donde más apoyo popular tenía el Partido de las Regiones de Yanukovich, debido en gran medida a que muchos de sus altos cargos eran locales. No es de extrañar, así, que estos altos cargos invirtieran el capital que iban amasando en la región y con su precipitada huida de Kiev, el exejecutivo empezó a perder todas sus propiedades por el país, ya que el nuevo Gobierno las iba expropiando. Donbass era la última región donde Yanukovich y su clan resistían. Sin protestas, perderían lo último que les quedaba y por ello eran otro elemento que no hacía más que animar e incluso financiar a los manifestantes anti-Kiev. Ni Yanukovich ni Ajmétov calcularon bien su poder de influencia en la región. Tampoco el hartazgo de la población con las élites políticas y económicas. Por ello, cuando el 12 de abril unos hombres armados ocuparon la central de la Policía de la ciudad de Slavyansk, pocos podían decir quién era el responsable de la operación.


Profesores y trabajadores de la Escuela de Secundaria Gymnasium 33 de Donetsk intentan cubrir con plásticos el techo de un aula afectada por los bombardeos. (John MacDougall)


Nuevas figuras. Fue en Slavyansk donde se pudo ver por primera vez de manera pública a una de las figuras más significativas de la revuelta en el Donbass, Igor Strelkov (pseudónimo derivado de la palabra ‘strelok’, tirador en ruso). Este ciudadano ruso, cuyo nombre real es Igor Girkin, se ha convertido en una de las figuras más intrigantes y populares de los primeros meses de enfrentamientos entre los rebeldes y las tropas de Kiev. Se habla incluso de que en su Rusia natal su popularidad empieza a codearse con la del mismísimo Vladimir Putin.

Strelkov es un ex coronel del FSB (antiguo KGB) y, según varias informaciones, combatió durante los años 90 en Transnistria, Yugoslavia y Chechenia. De ideología conservadora y monarquista, fue quien organizó a las tropas rebeldes durante los primeros meses. Fue él quien introdujo la simbología para las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, y quien recuperó de los tiempos de los zares el término Novorossiya (NuevaRusia) para referirse al este y sur de la actual Ucrania.

Junto a Strelkov, aparecieron otros líderes desconocidos hasta entonces. Uno de ellos es Pavel Gubarev, el actual gobernador popular del Donbass. Gubarev es un activista originario de la región de Lugansk y defensor de la unión con Rusia. Fueron Strelkov, Gubarev y otras personas surgidas de un relativo anonimato público hasta abril quienes organizaron la primera ola de resistencia anti-Kiev.

Para legitimar su voluntad de no seguir a las órdenes de Kiev, las autoridades rebeldes organizaron un referéndum que se celebró en los territorios bajo su control. La votación se realizó el 11 de mayo y los resultados fueron mayoritarios a favor de la independencia de la región de Ucrania. Sin embargo, ni la participación, ni los estándares estaban a la altura del referéndum de Crimea de dos meses antes, por no hablar de unos comicios normales.

El Gobierno de Kiev, encabezado de manera interina por Oleksandr Turchinov como presidente y Arseniy Yatsenyuk como primer ministro, decidió intervenir militarmente en la región para parar el proceso secesionista. Se lanzó lo que las autoridades denominan Operación Antiterrorista. Para ello se movilizaron tanto a las tropas del Ministerio del Interior, como a las tropas regulares del Ejército, lo cual es una violación de las propias leyes ucranianas, que prohíben la utilización del Ejército dentro del país al menos que haya estado de excepción o declaración de guerra.

Los primeros choques entre militares y guerrilleros demostraron el bajo nivel operativo de las fuerzas de Kiev tras muchos años de una financiación insuficiente. La baja moral y la falta de disciplina y motivación para combatir contra la población local hicieron que al principio varias unidades desertaran y entregaran todo su material a los rebeldes al entrar en contacto con ellos. Además, como reconocieron en privado algunos trabajadores del Ministerio de Defensa ucraniano, varios oficiales vendieron a los rebeldes armamento proveniente de almacenes del Ejército.


Una chapa cubre el cadáver de un hombre que resultó muerto al estallar una bomba cerca de una parada de autobús de Donetsk durante los ataques al aeropuerto. (John MacDougall)

 

El dinero para comprar esas armas provenía en un primer momento de Rusia, pero no de las autoridades, sino del clan Yanukovich, refugiado a pocos kilómetros de la frontera, en la ciudad rusa de Rostov. Después, y una vez que se recrudeció el conflicto, entró en juego el voentorg, ayuda directa rusa en forma de equipamiento, armas, municiones y, sobre todo, alimento y combustible.

Voentorg es el término con el que se llaman en Rusia a las tiendas que venden pertrechos militares sobrantes del Ejército. Normalmente, suelen ser prendas, calzados, palas y otro material no letal. Sin embargo, en el caso del conflicto ucraniano, se empezó a llamar así coloquialmente a toda ayuda rusa, tanques y artillería incluida.

Voluntarios. Otra manera de aumentar el número de tropas pro-Kiev ha sido la creación de batallones voluntarios, integrados en unas tropas dependientes del Ministerio del Interior ucraniano llamadas Guardia Nacional. Estos batallones se formaron a partir de las centurias voluntarias del Maidán de Kiev, las mismas que llevaron el peso de las revueltas en los meses anteriores. De esta manera, el Ejecutivo ucraniano aumentaba el número de soldados, por un lado, y por otro, alejaba elementos radicales y no del todo leales al Gobierno de la capital. Estos batallones, los más famosos de los cuales son Azov, Aydar y Donbass, han participado activamente en los combates y han sido blanco de críticas por, hasta la fecha presuntos, crímenes contra la población civil, aunque la OSCE y otros organismos internacionales ya han señalado que existen pruebas suficientes para empezar a investigar varios casos de asesinatos de civiles. Estas unidades también son famosas por la utilización de símbolos nazis. Así, el batallón Azov incluso tiene en su escudo el símbolo de la división Das Reich de las tropas de élite de la Alemania nazi, las SS.

En estas unidades voluntarias, y con un claro componente ideológico, han participado no pocos extranjeros. Muchos de ellos son ciudadanos europeos de ideas de extrema derecha y otros, descendientes de ucranianos que han decidido regresar a la patria de sus antepasados a defender lo que ellos consideran la unidad nacional.

En el lado de Novorossiya hay, asimismo, un importante número de voluntarios, aunque el grueso de la tropa sigue siendo local. Estos voluntarios son en su mayoría personas provenientes del espacio de la ex URSS: rusos nacionalistas y gente de varias nacionalidades del Cáucaso que se han unido a las fuerzas rebeldes, ya sea por una buena paga o por la idea de ayudar a conseguir la independencia. Entre los voluntarios rusos figuran no pocos soldados o exmilitares, lo cual pone en cuestión la participación voluntaria o no de esas personas. Sin embargo, hasta la fecha, a pesar de numerosos rumores, no se ha demostrado que esos elementos sean parte de tropas regulares rusas. Por otro lado, tampoco se han confirmado por ahora los rumores que indicaban que había mercenarios norteamericanos de compañías de seguridad privadas en el bando ucraniano.

Propaganda. Es precisamente la propaganda y los rumores lo que invade el espacio informativo cuando se habla del conflicto de Ucrania. No ha habido crónicas del frente que dieran en ningún momento un panorama real y creíble de lo que sucedía. Toda la información siempre ha ido llegando con los hechos ya consumados.

Así, tras un inicio de los combates poco prometedor, las tropas ucranianas fueron haciendo valer su superioridad numérica y consiguieron ir tomando con gran esfuerzo los primeros municipios rebeldes. Mientras la opinión pública ucraniana era informada de que era cuestión de pocos días el conseguir la victoria final, las tropas ucranianas sufrieron varios cercos que aniquilaron casi por completo tres brigadas de su ejército. Cuando la noticia se hizo pública, provocó manifestaciones de los familiares de los militares.

La presión ucraniana se fue haciendo cada vez más intensa y a mediados de agosto, las tropas leales a Kiev estaban a pocos kilómetros de cercar definitivamente Donetsk y conseguir así una situación cercana a la victoria final. Los rebeldes, con la ayuda del voentorg, volvieron a sorprender a las tropas de Kiev y todo el frente sur cayó, abriendo una brecha que ha llevado a las tropas de Novorossiya prácticamente hasta Mariupol, importante centro industrial y puerto de salida al mar Negro. Ante esa amenaza, Kiev volvió urgentemente a la mesa de las negociaciones y se firmó en Minsk el alto el fuego vigente hasta ahora.

Las recientes elecciones parlamentarias, tanto en Ucrania como en Novorossiya, no han hecho más que asentar las clases dirigentes de ambos lados sin demasiados cambios. Ello hace que la posición de cada bando sea la misma, con el mismo poco entendimiento con el contrario. Es dudoso que el conflicto se quede en la situación actual y ambas partes intentarán aumentar su territorio a costa del enemigo. Lo que ya sí se ve es que Novorossiya se ha ganado con las armas y ayuda exterior su derecho a existir. Ahora Kiev tiene la papeleta de negociar el estatus concreto de esos territorios y la amenaza constante de que otras regiones como Járkov u Odessa no se rebelen en contra de la idea nacional promovida desde la capital de Ucrania.


Una familia cruza un puente dañado por los bombardeos cerca del pueblo de Debáltsevo, en una zona con proyectiles sin detonar y sembrada de minas.(Bulent Kili).