Gotzon ARANBURU
HERNANI

Iniciativa Bizilagunak

Parafraseando al conocido anuncio publicitario, bienvenidos a la república independiente de nuestra casa. No un saludo en la frutería o cuatro palabras a la hora de recoger a los niños en la escuela, sino una comida en la mesa de nuestra casa, en el espacio familiar por antonomasia. Ahí, en la cocina y la mesa, se desarrolla la iniciativa Bizilagunak, en la que familias vascas y familias inmigrantes dan un gran paso para conocerse y comprenderse mejor, comiendo juntos.

Natividad Fabal y sus dos hijas, junto a Damián Pedrosa, Txaro Untzilla y Arantxa Ezeiza. (Gotzon ARANBURU)
Natividad Fabal y sus dos hijas, junto a Damián Pedrosa, Txaro Untzilla y Arantxa Ezeiza. (Gotzon ARANBURU)

Estamos en Hernani, en casa de María Natividad Fabal (54 años), que llegó de la República Dominicana al Estado español hace seis años, los últimos tres transcurridos en Gipuzkoa. Natividad y sus dos hijas, Marola Virginia (20 años) y Chantary Ximena (19), reciben en su casa del barrio Zikuñaga a Damián Pedrosa y Txaro Untzilla, pues en esta ocasión toca cocinar a la familia llegada a Euskal Herria, que invita a la familia autóctona. También podría haber sido al revés, pues en Bizilagunak se contemplan ambas posibilidades. Natividad lleva toda la mañana en la cocina, trabajando en el menú y soportando estoicamente al fotógrafo, que insiste en meter su cámara entre los cazuelas y sartenes. Arroz, pollo, pescado, ensalada, alubias, berenjenas, plátano frito… los manjares cocinados por la diestra mano de Natividad se van acumulando en la mesa. Damián y Txaro han traido una tarta del Adarraga, y el cava corre a cargo de Arantxa Ezeiza, una vecina de Natividad que se enamoró de la República Dominicana en un viaje de placer –vuelve siempre que puede– y ahora es la mejor amiga de Nati, como la llaman todos.

La iniciativa Bizilagunak - La familia de al lado surgió en 2012, de la mano de Sos Racismo, con el objetivo de acercar realidades que coexisten, pero a menudo no conviven. «Romper con los prejuicios sobre las personas inmigrantes y derribar el muro del desconocimiento» es lo que se pretende, y qué mejor manera para ello, al menos en el caso de Euskal Herria, que sentarse en torno a la mesa. Así lo hicieron ayer más de doscientas familias en Donostia, Getxo, Hernani, Ermua, Tolosa, Basauri, Ordizia, Urretxu, Zarautz, Arrasate, Eibar y otras localidades. En su inmensa mayoría, anfitriones e invitados fueron ciudadanos anónimos, pero también participaron personas con proyección pública, caso de Juan Karlos Izagirre, alcalde de Donostia, que ya lo hizo el año pasado, o los dantzaris Jon Maya y Vanessa Castaño, que también repiten experiencia.



Es evidente que no corren buenos tiempos para la integración de los inmigrantes, los nuevos vascos, en nuestra sociedad. La crisis económica, determinadas actuaciones políticas, los prejuicios tan difíciles de superar… convergen para dificultar la aceptación mutua, de ahí que entidades como Sos Racismo entiendan que precisamente ahora es cuando hay que esforzarse más «para trabajar la actitud positiva hacia la diversidad, para visibilizar esa corriente que también es parte de esta sociedad». En el caso concreto de Bizilagunak, Sos Racismo recibe las peticiones de participación y las gestiona, y además un dinamizador de la organización contacta previamente con ambas familias para hacer las presentaciones y romper el hielo.

Natividad aterrizó en Madrid hace seis años, y vivió allí durante tres años, hasta que el matrimonio se rompió y ella decidió venirse a Euskal Herria, donde le habían ofrecido trabajo de asistenta social. Hace ocho meses se trajo a sus hijas Marola y Chantary, que estudian Administración y Finanzas, y Gestión de Eventos Turísticos, respectivamente, en el instituto donostiarra Zubiri Manteo. Ni madre ni hijas, ni su compatriota y amigo Daniel, que les hace una visita todos los domingos y lleva doce años trabajando de electricista en Gipuzkoa, han percibido muestras de rechazo, sino todo lo contrario. Natividad solo tiene buenas palabras para los vascos, «que ven enseguida quién viene a trabajar y quién a huevear», al igual que sus hijas, que se mueven ya como pez por el agua en Donostia e incluso comprenden buena parte de la conversación que el periodista mantiene en euskara con Damián. Eso sí, admiten que aquí «todo va más rápido, todo se hace de prisa».

Hoy es un día de fiesta en casa de Natividad, que cuenta cómo era su vida en la República Dominicana, las diferencias entre su patria y la vecina Haití, la gran afición de los dominicanos por el beisbol, o los trucos que emplea para dar un sabor inigualable a sus platos, pero su rostro se ensombrece cuando nos cuenta la difícil situación que atraviesa actualmente. La persona a la que cuidaba, una antigua maestra hernaniarra, murió el año pasado a los 98 años de edad, y desde entonces Nati está en el paro. El subsidio de desempleo se le acaba este mes. A partir de ahora, por tanto, la dura incertidumbre. «Sí, estoy preocupada. Por mí y por mis hijas. Quiero que estudien en Europa porque con un título obtenido aquí les va a ser mucho más fácil encontrar un buen empleo en la industria turística de mi país, que es muy fuerte», señala Nati, que todos los lunes enciende una vela y reza un rosario en recuerdo de la mujer que cuidaba.

Romper barreras

A medida que transcurre la comida, Arantxa se va convirtiendo en la reina de la fiesta. El hecho de conocer de primera mano la República Dominicana le permite entender muy bien a Nati y su familia, y al mismo tiempo se ha convertido en una fuente inagotable de información sobre Hernani, las sidrerías, los hombres vascos y los dominicanos… para Marola y Chantary, que se carcajean sin parar. Desde luego, Arantxa cumple a la perfección el objetivo principal de la iniciativa Bizilagunak, el de conocerse mutuamente y romper barreras. El momento culminante llega cuando Damián apunta que hay un aeropuerto en Buenos Aires que lleva el nombre de Ezeiza, el apellido de Arantxa: «Ya lo creo que lo hay. Y una ciudad. La fundó un antepasado mío, el tío Joxe, en mil quinientos y pico», remacha.

También Damián tiene historias que contar. Argentino de nacimiento, abandonó su patria hace 29 años, huyendo de la dictadura militar. Aterrizó en Euskal Herria, se puso a trabajar de profesor, aprendió euskara en el Goierri guipuzcoano y hoy es capaz de enseñar filosofía en esta lengua. Siente curiosidad por conocer la opinión de Natividad sobre el alcalde de Gasteiz, Javier Maroto, pero Nati ignora su existencia. Y a su vez, indica a preguntas del periodista que no ha percibido en Hernani ningún manifestación de rechazo a los inmigrantes, aunque es consciente de que puntualmente se dan, en gran parte provocadas por la situación laboral creada por la actual crisis económica. Arantxa también distingue «entre quien viene a trabajar, la inmensa mayoría, y unos pocos que vaguean». El intercambio de opiniones, sincero y cordial, se prolonga en la sobremesa de domingo en Zikuñaga.

«Emigrar es muy duro»

Natividad paga 550 euros de alquiler por el piso, a lo que hay que añadir la luz, el gas… Afortunadamente, recibe comida del Banco de Alimentos, pero ni aun cobrando el subsidio de paro se puede permitir el más mínimo gasto extra. Tampoco sus hijas. Y ahora que el subsidio se acaba, ni qué decir. Eso sí, la comunicación vía teléfono con su familia en República Dominicana es sagrada. Su padre murió, pero su madre vive aún, y como el viaje le resulta prohibitivo el teléfono e internet son las únicas formas de relación posibles. La nostalgia de su tierra y de su gente es muy fuerte en Natividad, que no puede contener las lágrimas al acordarse de su madre. «Emigrar es muy duro, muy duro, créame», asegura, y su voz cascada es la mayor prueba de que dice la verdad.