Gotzon ARANBURU
DONOSTIA

Proyecto Hombre

En treinta años ha habido cambios en Proyecto Hombre. La heroína era entonces el principal problema, y ahora lo es el alcohol; en 1985 apenas un puñado de personas puso en marcha PH en Gipuzkoa, y ahora cuenta con cerca de doscientos trabajadores, entre asalariados y voluntarios; empezó con una sola sede, y ahora cuenta con varias. Pero algo no ha variado; quien toca la puerta de Proyecto Hombre necesita ayuda urgente… y la recibe.

Entrada de la sede de Proyecto Hombre en Donostia. (Gotzon ARANBURU)
Entrada de la sede de Proyecto Hombre en Donostia. (Gotzon ARANBURU)

«Y la recibe sin preguntas» podríamos haber escrito para redondear la frase, pero faltaríamos a la verdad. Y es que, al principio, si algo se le pide al toxicómano que llega a Proyecto Hombre es es que hable. Que hable con los terapeutas, con los monitores, con los compañeros, que saque todo lo que lleva dentro, todo el dolor, la confusión, la angustia. Que emprenda un viaje profundo a su interior, una introspección que permita llegar hasta la fuente del problema, a los motivos que le llevaron a la adicción al alcohol, la cocaína, al speed. Desde que Proyecto Hombre se pusiera en marcha en 1985 este ha sido siempre el primer paso: poner el marcador a cero, y desde ahí empezar a recorrer kilómetros de recuperación síquica y física.

Los años 80 fueron en Hego Euskal Herria años duros en lo político, y también en lo social. La heroína empezó a circular por nuestras calles, y en poco tiempo empezó a cobrarse su tributo en vidas. ¿Qué hacer? Nadie sabía muy bien cómo encarar el terrible problema de salud, de conflictos familiares, de inseguridad…  provocado por esta droga. Lo evidente era que cientos, miles, de jóvenes vascos habían caido en la trampa y no encontraban salida. Entre los que vieron que había que buscar fórmulas más allá de lo puramente sanitario o policial, estaba Iñaki Aldabalde, que apoyado por el obispo Jose Maria Setien viajó a Roma en 1983 y conoció de primera mano la experiencia del Ce.I.S. (Centro Italiano di Solidarietà). Dos años más tarde, abría sus puertas en Donostia Gizakia Helburu - Proyecto Hombre.

La sede de Proyecto Hombre en las faldas de Ulia es un edificio soleado y con jardín, que en su día fuera clínica, y que de cierta forma lo sigue siendo. Pero clínica sin bisturíes ni batas blancas, sino con profesionales que escuchan, aconsejan… y exigen. Este centro de día es una de las cinco «puertas» por las que se accede hoy en día a PH y en él se lleva a cabo el Programa Tradicional, el pionero, el que se iniciara hace treinta años. Está dirigido a personas drogodependientes a las que el consumo, en su mayoría de opiáceos, no solo ha acarreado un deterioro a nivel personal, sino que también les ha afectado gravemente en el ámbito relacional y social. Dicho de otra manera, vidas rotas o en trance de romperse. «Aquí les ofrecemos –señala Izaskun Sasieta, directora de programas de la Fundación Izan– una alternativa de rehabilitación integral, basada en la confianza en las posibilidades de las personas para superar la drogodependencia. Nos avala el gran número de hombres y mujeres que a través de este modelo han conseguido reinsertarse con éxito en la sociedad».

¿Y qué se exige al paciente? Implicación y determinación. Por encima de todo, voluntad inequívoca de dejar las drogas. Y asumir un planning de vida que incluye sujetarse a un horario de comidas, de sueño, de actividades, aceptar unas normas de comportamiento, romper con el entorno habitual hasta ahora, seguir los tratamientos médicos, aceptar la tutela de familiares designados por Proyecto Hombre… El proceso se divide en tres fases, que son Acogida, Comunidad Terapéutica y Reinserción, con una duración total aproximada de dos años y medio. Hay un periodo, de tres meses, en que estas personas no pueden abandonar la comunidad terapéutica. Luego empiezan a salir los sábados, después el fin de semana completo, pero siempre tuteladas por los citados familiares y respetando el plan trazado.

5.600 atendidos desde 1985

No es un camino de rosas. Las bajas –introducir drogas en el centro supone la expulsión– se dan sobre todo en la fase inicial, pero el porcentaje de éxitos al final del proceso es muy alto, pues llega a los dos tercios de los participantes. Desde 1985 han sido 5.600 los drogodependientes atendidos, y 7.500 los familiares y parejas con los que ha trabajado PH.

Iker, de Beasain, lleva dos meses en Ulia Enea, y asegura que esta vez va en serio. Circunstancias familiares y personales muy complicadas le llevaron a perder el control de su vida, al consumo de drogas, y finalmente a la cárcel, hace poco. Pero antes ya conocía PH, de donde había entrado y salido cinco veces desde los 18 años. Ahora, con 28 cumplidos, ve claro que tiene que cortar radicalmente con una dinámica suicida, «antes de que me pete la cabeza», como dice él. Consumidor de speed, las drogas le gustan «y sé que me gustarán siempre», pero tiene ojos para ver y ya ha visto en su entorno las suficientes tragedias como para escarmentar en cabeza ajena. La fianza para abandonar la cárcel de Martutene la ha abonado su madre y Iker siente que no puede fallarle de nuevo. «¿Qué busco? Una vida normal, sin mentiras y sin mierda, con un trabajo, una pareja, unos amigos. Todavía estoy a tiempo» afirma convencido. De la fase de acogida en el centro de día de Ulia, Iker pasará, como los compañeros y compañeras que superen esta etapa, a la fase de comunidad terapeútica en el centro San Millán, de Lasao, y de allí a la fase de inserción, de nuevo en Donostia.

Una segunda «puerta» para acceder a Proyecto Hombre, abierta hace veinte años, es el Programa Intensivo. Está dirigido asimismo a personas drogodependientes, pero que mantienen un cierto grado de integración social y familiar. Como explica Izaskun, «les ofrecemos trabajar la revisión de actitudes, analizar su escala de valores, avanzar en el conocimiento y la maduración personal, todo ello sin que se produzca el tiempo de alejamiento de su entorno exterior». Este programa se lleva a cabo, también en las tres fases de Acogida, Comunidad Terapéutica y Reinserción, en otros tantos centros de Hernani. Y en el mismo participan desde jóvenes en edad escolar con graves problemas de consumo hasta adultos, con similares problemas, que acuden al centro tras desarrollar su actividad laboral normal durante el día.

El Programa Abierto, iniciado en 2002, se enfoca a personas consumidoras que son capaces de mantener una vida familiar, laboral y social normal, pero necesitan atención y seguimiento.

El alcohol gana terreno

Como hemos dicho anteriormente, en Euskal Herria el alcohol ha ido ganando terreno progresivamente terreno a las drogas «duras» en los últimos años. Así lo indican las estadísticas elaboradas por la Fundación Izan. Ciñéndonos a los últimos datos disponibles, los de 2014, la droga principal –el policonsumo es frecuente entre toxicómanos– consumida antes de iniciar el tratamiento en PH el pasado año fue el alcohol en un 37% de los casos, seguido de la cocaína con un 24%, el cannabis con un 10% y las anfetaminas, con un 9%. La heroína supuso el 5% de los consumos. Esta situación explica que Proyecto Hombre abriera una cuarta «puerta», los programas Alcohol e Itxaro, ambos dirigidos a bebedores, pero el primero en régimen ambulatorio y el segundo en régimen residencial.

La donostiarra Ainhoa (nombre supuesto) es una de las personas que han atravesado esta cuarta puerta. De nuevo, una historia de problemas personales, familiares (hijos incluidos), económicos… que derivan en un consumo descontrolado de alcohol. «Se te acumula todo. Problemas a los que te ves incapaz de hacer frente y que esquivas por el camino más fácil, el que lleva al bar. Y si algo tenemos aquí son bares. Y unos hábitos sociales en los que beber está bien visto, casi se aplaude. Los porros sí, eso son droga, pero beber no. En un momento dado intenté dejarlo, pero reincidí. Ahí te hundes más todavía. Pero esta vez voy a poner todo de mi parte, porque estoy rehaciendo mi vida y no puedo fallar de nuevo». Las lágrimas y el optimismo se han alternado en su narración, pero la sonrisa, aunque breve, ha ganado al final.

Finalmente, el Programa Eraiki, con apenas siete años de vida, atiende a personas que, presentando una problemática importante de drogas y/o estupefacientes, muestran además una afección síquica seria. En todos los programas citado el ratio hombres-mujeres acogidos es uniforme, en torno a un 80%-20%, a excepción de los programas contra el alcohol, donde el porcentaje de mujeres asciende a un 30%. En cuanto a edad, el grueso de atendidos se da entre los 26 y los 51 años, pero casi uno de cada diez es menor de 26 años y el 18% son personas que superan los 51 años.

¿Cómo llegan los afectados a Proyecto Hombre? Las vías son variadas. Desde los que toman personalmente la decisión y marcan el número de PH, hasta los que son derivados por jueces que ofrecen a personas de  determinados perfiles medidas penales alternativas a la cárcel, pasando por los que son dirigidos aquí por los servicios de Atención Social municipales. En el caso de la prisión de Martutene, durante el año pasado 42 personas fueron atendidas por PH en la misma cárcel, y 19 fueron excarceladas. El control sobre estas últimas es riguroso, como hemos podido comprobar por una visita de agentes de la Ertzainta a Ulia Enea durante la realización de este reportaje. Y cada vez son más, a raíz de la mayor implementación con la sanidad pública, aquellas personas derivadas a Proyecto Hombre desde los centros de salud.

Más de 80 voluntarios

Naturalmente, semejante empeño requiere de un importante volumen de personal y una financiación suficiente. Las personas asalariadas, profesionales de distintas ramas, son 48 en este momento, apoyadas por más de ochenta voluntarios, que se encargan de labores como la atención telefónica, trabajos administrativos o limpieza. No pocos de los voluntarios fueron en su día usuarios de Proyecto Hombre, por lo que conocen bien la vida interna de los centros y la manera adecuada de trabajar en PH. Izaskun Sasieta subraya la importancia de estos voluntarios en actividades como los grupos de autoayuda, o el recibimiento a los usuarios en su primer y casi siempre tenso contacto con Proyecto Hombre, que corre a su cargo. En cuanto a la financiación, corre a cargo mayoritariamente de la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno de Lakua, más aportaciones de cuarenta ayuntamientos del territorio, varias instituciones religiosas y algunas empresas.