Gotzon ARANBURU

Josu Zabala, 20 años

En la mañana del 27 de marzo de 1997 dos vecinos de Deba que paseaban por los acantilados de Itziar descubrieron el cadáver de un joven en el montículo de Mendata, al que se llega desde un sendero de medio kilómetro que parte de un camino rural. El cuerpo presentaba un impacto de bala en el corazón. El informe policial de la Ertzaintza indica que las dos personas «dada la impresión que les causó lo observado, abandonaron precipitadamente el lugar, dirigiéndose a pedir auxilio». Lo hicieron mediante una llamada de teléfono desde el caserío Ibixa, el más próximo al lugar.

María Jesús Salegi, con el retrato de su hijo Josu, en punta Mendata, donde apareció su cadáver. (Gotzon ARANBURU)
María Jesús Salegi, con el retrato de su hijo Josu, en punta Mendata, donde apareció su cadáver. (Gotzon ARANBURU)

En un primer momento no se dio a conocer la identidad del fallecido, hasta que su familia lo identificó en el depósito del cementerio donostiarra de Polloe. Así se supo que se trataba de Josu Zabala, ‘Basajaun’, militante de ETA que había desaparecido cuatro días antes en Bilbo. Con el hallazgo se abrió una larga de serie de interrogantes que aún no tienen respuesta. Y eso precisamente, respuestas, es lo que exige su familia, que se ha reunido con NAIZ.

Maria Jesus Salegi y Nerea Zabala, madre y hermana de Josu respectivamente, abren sobre la mesa dos gruesas carpetas y un álbum no menos voluminoso. Las carpetas contienen informes, diligencias, resoluciones judiciales… centenares de folios de documentación. El álbum lo componen recortes de periódicos de aquellos días de marzo de hace veinte años, cuando la prensa informaba de la aparición del cadáver del joven navarro. Las informaciones periodísticas son similares en lo que respecta a las circunstancias del hallazgo, pero la divergencia surge inmediatamente cuando se trata de los motivos de la muerte: algunos despachan el asunto con «suicidio» en el titular y otros denuncian un crimen a manos de cuerpos policiales.

La familia de Zabala nunca ha creído en su suicidio y desde el primer momento ha investigado y denunciado la cadena de hechos registrada desde el momento de su desaparición en la capital vizcaina. Todos ellos figuran en las diligencias previas que se inician en el Juzgado de Instrucción número 1 de Eibar pocos días después del hallazgo del cadáver. El primer párrafo del escrito presentado por el procurador representante de la familia reza así: «A la vista del resultado ofrecido por las pruebas practicadas durante la instrucción de esta causa, consideramos que la muerte de Josu Zabala Salegi fue cometida por terceras personas, hechos que pueden constituir un delito de homicidio o asesinato (…) Los autores de esta muerte permanecen, por el momento, desconocidos».

Nerea Zabala guarda en su memoria todos y cada uno de los detalles de los hechos ocurridos hace veinte años, en gran parte gracias a los testimonios de las personas que se encontraban con o cerca de su hermano aquella mañana del 23 de marzo, día en que terminaba Korrika en la capital vizcaina. Josu, natural de Iruñea y profesor de AEK, era militante de ETA, llevaba dos años en la clandestinidad y la organización lo había destinado a Bilbo, con el encargo de organizar un comando. Lo que cuenta Nerea coincide palabra por palabra con lo recogido en las diligencias judiciales, que es lo que sigue.

«El señor Zabala era miembro de ETA, policialmente conocido como ilegal, es decir, fichado-conocido por la policía (…) Su llegada a Bilbao, junto a su compañero Iñaki Bilbao Gaubeka, se había producido el mes anterior a ocurrir estos hechos, tiempo durante el cual había logrado establecer una red de colaboradores y pisos de apoyo donde alojarse (...) La última persona que vio con vida al señor Zabala fue su compañero Iñaki Bilbao, el domingo 23 de marzo de 1997, al mediodía, cuando ambos acudieron a una cita en un bar situado junto al ayuntamiento de Bilbo, para encontrarse con otro miembro de su organización». El bar en cuestión era La Tortilla y los hechos fueron relatados a la Ertzaintza por Iñaki Bilbo tras su detención en junio de 1998 y posteriormente en una declaración recogida en la cárcel, en junio de 1999.

«Durante ese encuentro –continúa el documento judicial– que intentaron realizar, el testigo Iñaki Bilbao manifiesta que sospechó de dos personas en chándal y otras dos trajeadas, que por su actitud pudieran ser policías y, por lo tanto, la cita estaría siendo controlada y ellos descubiertos». Josu se había dirigido en dirección al bar, donde había citado a su contacto a las doce del mediodía, en una jornada en que toda la zona hervía de gente al transcurrir por allí Korrika en su jornada final. Iñaki, que efectuaba labores de vigilancia, no volvió a ver a Josu. Según las diligencias, la persona que esperaba a Josu en La Tortilla «sí acudió a la cita, pero no le vio». Su hermana subraya que no se presentó en ninguno de los domicilios con que contaba para ocultarse.



Nunca más se supo de Josu Zabala vivo. El día 27, Jueves Santo, su cuerpo apareció en el acantilado de Mendata, a ochenta kilómetros de Bilbao. La versión oficial fue la de «suicidio». Dos llamadas telefónicas a Egin Irratia,  en nombre de ETA, realizadas el viernes y el sábado, confirmaron la militancia en la organización armada de Josu Zabala y atribuyeron la autoría de la muerte a las FSE. La autopsia indicó que llevaba cerca de doce horas muerto.

Según informaba ‘El Diario Vasco’ en su crónica de los hechos, «ninguno de los baserritarras del lugar recordaba haber oído disparos durante la noche o en las horas antes de que apareciera el cuerpo». Años más tarde, un vecino de la zona informó a la madre de Josu de que la madrugada anterior al descubrimiento del cadáver dos o tres coches habían circulado en comitiva por la pista que lleva a Mendata.

El proyectil no se halló y la pistola no tenía huellas

El relato judicial indica que el levantamiento del cadáver y la inspección ocular se realizaron a las 14.00 horas del 27 de marzo. Una nueva inspección ocular de la zona se llevó a cabo a las 15.45, y otra más a la 16.30. De nuevo se inspeccionó la zona el 31 de marzo, el 2 de abril, el 11 de abril y el 17 de abril. La Ertzaintza redactó el correspondiente atestado. Y basándose en todo ello la familia señaló en el juzgado de Eibar lo mismo que ha defendido después durante veinte años: que «no puede admitirse la teoría-hipótesis del suicidio a la vista de las conclusiones ofrecidas por las pruebas practicadas (…) El proyectil causante de la muerte no ha sido encontrado en el lugar donde apareció el cuerpo sin vida».



«Todo lo que decimos está apoyado en constataciones. No son imaginaciones nuestras. Están los atestados, las diligencias, los informes periciales…» indica la hermana. Y sigue aportando datos. Según el informe técnico-policial de la Ertzaintza del 29 de marzo de 1997, la pistola encontrada junto al cuerpo de Josu Zabala no presentaba rastro alguno de sus huellas. El cargador, tampoco. El arma no tenía ningún rastro de sangre, ni orgánico, ni de tejido fibrilar, tanto en su exterior como en su cañón y boca, exterior o interior (Informe pericial sobre la pistola. Ampliación de la Policía española, 5 de mayo de 1997).

De la lectura de las documentos judiciales se desprende un cúmulo de informaciones llamativas, como las que siguen, basadas en atestados de la Ertzaintza y análisis criminalísticos del Instituto Nacional de Toxicología. «En el lugar donde aparece el cuerpo sin vida del señor Zabala no se encuentran apenas restos de sangre, a pesar de la herida de bala, con orificio de entrada y salida, que se aprecia en su cuerpo. Los restos de tierra encontrados en las zapatillas del señor Zabala presentan distinto color y diferente composición mineralógica con respecto a las muestras de tierra correspondientes al lugar de los hechos».

Otros detalles son más sorprendentes todavía. En el bolsillo del pantalón de Josu se encontrón un paquete de tabaco rubio, concretamente de la marca Chesterfield, con nueve cigarrillos y un mechero. Según declaró Iñaki Bilbo en junio del año siguiente, una vez en la cárcel, Josu no fumaba. También declaró su compañero de comando que el joven navarro llevaba encima documentación, dinero, llaves… que no fueron hallados junto a su cuerpo ni en las inmediaciones «a pesar de haber sido buscados intensamente en los alrededores por la Ertzaintza».

La conclusión final de la familia en el documento presentado al juzgado ya hace veinte años es que la aparición del cuerpo «cuatro días después de su desaparición se presenta como algo muy extraño y sorprendente (…) permite pensar en una puesta en escena artificial realizada por quien acabó con su vida en otro lugar y quiso que fuera encontrado allí, simulando un suicidio».

Periplo judicial hasta Estrasburgo, sin recorrido

La familia de Josu emprendió la vía judicial para intentar que se hiciera la luz sobre lo sucedido. Una tras otra, todas las instancias judiciales españolas dieron por buena la versión oficial de los hechos. «Luego recurrimos al tribunal de Estrasburgo, pero tampoco esta vía tuvo recorrido. Lo que nosotros queremos es muy simple: que se sepa la verdad, que lo permanece oculto salga a la luz con todas sus consecuencias», indica su hermana Nerea.

Destapar la verdad

‘Egia jakin nahi dugu’ se llama el comité que han creado los amigos de Josu de Etxarri Aranatz, pueblo al que se encontraba muy unido y en el que es recordado todos los años mediante un acto público. El objeto del grupo es apoyar a la familia en su empeño en destapar la verdad. Josema Mariñelarena, uno de sus miembros, señala que «en realidad, yo creo que todos sabemos la verdad. Lo que exigimos es que los responsables de lo sucedido lo reconozcan, reconozcan lo que hicieron con Josu. La versión oficial no se sostiene, se desmoronó en pocos meses».

Josema recuerda que ha sido la familia de Josu la que ha desarrollado, en solitario y durante veinte años, la labor de buscar la verdad, y considera que «es hora de que las instituciones asuman su responsabilidad en completar el relato veraz de lo que ocurrido en este país».