La investigadora de la Universidad de Princenton (Nueva Jersey) Janet Currie lideró un estudio que entre 2004 y 2013 comparó la salud al nacer 1,1 millones de bebés gestados a un, dos y tres kilómetros de pozos de fracturación hidráulica.
La conclusión, publicada esta semana en ‘Science’, fue que los bebés de madres que vivieron a menos de un kilómetro de los pozos durante el embarazo fueron un 25% más propensos a nacer con bajo peso, que puede ser una causa de muerte o derivar en asma, trastorno por déficit de atención con hiperactividad u otras complicaciones. Para estar más seguros de su hallazgo, los investigadores compararon hermanos gestados a diferentes distancias de los pozos.
Concluyeron que «aunque hay algunas pruebas de que vivir a tres kilómetros de un pozo activo de fracking puede tener efectos negativos en el útero, los mayores impactos en la salud son en niños nacidos de madres que viven a un kilómetro de estos pozos».
La fracturación hidráulica es una técnica que permite el acceso a bolsas de petróleo y gas a las que anteriormente no era posible llegar mediante la inyección en el subsuelo de una mezcla de agua y productos químicos a altas presiones para romper las rocas porosas que almacenan los combustibles y así liberarlos.
Acompañaron a Currie en el estudio investigadores de la Universidad de Chicago y de la Universidad de California.