F. J. Cristófol
TRAS EL TERREMOTO

Nepal. Bloqueo a la normalidad

Los cortes de la autopista Ariniko, que conecta Katmandú con la frontera china, agravan la supervivencia en el distrito de Sindhupalchok. La falta de alimentos y combustible, y un presunto boicot externo están sumiendo a Nepal en una delicada situación.

Un militar chino trata de llamar la atención haciendo resonar con su bota la chapa del Puente de la Amistad, que sirve de paso fronterizo entre China y Nepal. Arma al pecho su fusil , que hasta el momento mantenía apuntando al suelo. Un minuto después, el militar está en territorio nepalí, impunemente. A su espalda, un imponente conjunto de edificios, presidido por un gran cuartel, observa intacto el desastre que al otro lado del río Bhote Koshi ocasionó el terremoto del pasado 25 de abril. En Liping, última población de Nepal, no queda ni rastro de las 5.000 personas que habitaban este barrio de la ciudad de Kodari. La mayoría ha huido a lugares más seguros, mientras otras yacen sepultadas bajo los escombros. En la zona, nadie sabe cuántos han desaparecido.

A unos pocos cientos de metros hacia el interior, un grupo de policías nepalíes corta el paso a aquellos que quieran dirigirse a Liping. «La frontera está cerrada y la aldea en ruinas. Si pasan es bajo su propia seguridad», recuerdan. Surja, Samsher Bika (acompañado de su perro) y dos fotógrafos europeos deciden avanzar hacia la frontera. «Probablemente sean los primeros extranjeros en llegar a la frontera con China. Hasta el momento, a Liping solo han llegado saqueadores para buscar las cosas de valor que tenían los habitantes de la aldea», relata Surja.

El escenario en Liping es desolador. Lo que antes del terremoto era un lugar al que los turistas acudían a fotografiarse en la frontera con China hoy es un lugar desértico y silencioso. Desde el 26 de abril, la frontera está cerrada. La autovía Araniko es la vía que une Katmandú con China. 120 kilómetros que llegan hasta el Puente de la Amistad, donde China recibe a los nepalíes con un puesto militar.

¿Por qué China ha cerrado su frontera con Nepal? «Ha sido a raíz del terremoto, la Araniko está intransitable por culpa de los desprendimientos», señala Pradip, profesor de Ciencias en la escuela secundaria de Kodari, donde siguen dando clases a diario pese a no poder utilizar el edificio principal por riesgo de derrumbe.

Lo cierto es que en agosto de 2014 la autopista sufrió un gran desprendimiento que la dejó inutilizada durante días. Fue en Bahrabise, a 30 kilómetros de la frontera con Zhangmu Zhen, primera población china. «Entonces no se cerró la frontera. Ciertamente, nunca se ha cerrado antes por los numerosos desprendimientos que hay. Pero nos dicen que el cierre es a raíz del terremoto», añade. Todos los años la Araniko sufre desprendimientos en época de monzón y ningún habitante de la zona recuerda que China haya cerrado su frontera.

«La ayuda está perdiendo fuerza». En Katmandú, un grupo de colaboradores de la ONU trabaja en el programa One Food, que cubre las necesidades de las zonas habitadas en torno a la Araniko. Uno de ellos sostiene que «a India no le interesa que China y Nepal negocien». Además, el país está sumido en la peor crisis posible. «La ayuda humanitaria está perdiendo fuerza, el combustible es muy escaso. Todo apunta a un boicot desde la India. El país está frenado». En este sentido, los vuelos internacionales están comenzando a ser cancelados después de que el 29 de setiembre la Nepal Oil Corporation hiciera pública la carestía de queroseno y combustible para aviones. Si los términos económicos ya eran negativos para Nepal, a raíz del seísmo se prevén peores. La balanza comercial nepalí fue en 2014 de un menos 28%. La deriva negativa de esa balanza lleva creciendo sin parar desde los últimos 15 años (en 1999 era de un menos 6,9%). La dependencia de los países de su entorno hacen de Nepal una presa fácil para los objetivos de expansión económica de los dos grandes gigantes que la rodean: China e India.

Desde el cierre de la frontera, en Kodari nadie puede trabajar y la comida llega a cuentagotas gracias a porteadores que la llevan a pie desde otras poblaciones cercanas. La economía de la zona se basaba en dos pilares: el turismo y el transporte de mercancías. Hoy, ni una ni otra actividad tienen movimiento. Mote Dai es un transportista que no tiene trabajo por el cierre de la Araniko, ya que la llegada a Kodari desde Katmandú está jalonada de desprendimientos puntuales que no permiten un contacto fluido por carretera.

El turismo, bajo mínimos. Las montañas de Kodari son famosas para los turistas por sus rutas de senderismo y los monasterios budistas. Nima Sherpa, un guía que dirige a grupos por estas rutas, se queja de que «desde el terremoto, no hay ninguna actividad. Es cierto que en época de monzón baja la población de Kodari un 65% porque apenas hay turismo, pero este año no estamos teniendo nada. No podemos vivir de nuestro trabajo».

El turismo proveniente de Occidente es el gran motor de la economía de la zona. Panlang es una aldea donde antes del 25 de abril vivían unas 200 personas y actualmente su población se ha visto reducida a 30. Tres personas murieron tras el seísmo. «Mi padre falleció por los desprendimientos y mi casa quedó absolutamente destrozada, pero nos hemos quedado en Panlang porque es donde está nuestro hogar», señala Tej Pradhan. Ahora vive con su esposa y sus dos hijos en una casa que está rehabilitando con la ayuda de sus vecinos. No disponen de agua corriente, aunque gracias a las lluvias, no tienen problemas para recoger agua potable con la que vivir. El tendido eléctrico no sirve de nada, ya que tras el seísmo, el cableado está arrancado y no llega la electricidad. La única forma que tienen para conseguir luz artificial es con baterías de coche o linternas, pero cada vez es más difícil hacerse con combustible y pilas. Al llegar la noche, Tej y su familia se alumbran con velas. Otro de los afectados por el terremoto es Angalala Pradhan, que tiene 73 años y vive con su esposa y su hijo pequeño. «Mi nieto murió por culpa de los desprendimientos, pero seguimos aquí, no queremos abandonar Panlang», asegura.

Junto a Panlang se encuentra Last Resort, un hotel que quedó parcialmente reducido a escombros en abril. Ahora, tras meses de trabajo, volvió a abrir sus puertas el pasado 12 de octubre. En su página web anuncian esta apertura y la acompañan con multitud de fotos sobre los trabajos de rehabilitación. Caras de felicidad, materiales para obra, camisetas pulcras…, mientras en la aldea se tienen que conformar con reconstruir sus hogares con lo que encuentran. Los jardines del hotel han servido durante meses para que los jóvenes de Panlang jugaran al fútbol. Ahora, los turistas volverán coincidiendo con el fin de la temporada del monzón. O al menos así lo indica Merina Maharjan, asistente del departamento de marketing: «La frontera china está cerrada, pero desde Katmandú a Last Resort ofrecemos el traslado en todos nuestros packs, incluyendo una noche en Thamel, cerca de la capital».

Un presunto boicot hindú. Tras el terremoto, la autopista Araniko recibió ayuda china. «Después del seísmo, el Gobierno chino prestó ayuda. Trajeron maquinaria pesada para abrir las partes cerradas por desprendimientos», relatan algunos habitantes de Panlang. No recibieron bien la ayuda china. «Algunos grupos de pro-indios, creemos que pagados por el propio Gobierno de India, echaron a pedradas a los chinos. Hay gente que no se toma a bien la presencia china en Nepal, porque creen que se quieren aprovechar de nosotros», relatan estos mismos habitantes.

A cinco kilómetros de Panlang se encuentra Jambu, una pequeña aldea situada a la entrada de un túnel que uniría estas dos poblaciones. La construcción de este túnel estaba siendo efectuada por una empresa china. Surja tiene 20 años y era uno de los empleados nepalíes que trabajaban para el proyecto chino. Él era el encargado de la oficina de la obra y se libró de resultar herido el día del seísmo: «El terremoto se produjo a la hora de comer y no estaba dentro de la oficina. La estructura quedó totalmente dañada. No sé qué habría ocurrido estando dentro…». El día del seísmo, 36 nepalíes fallecieron trabajando en el interior del túnel. La empresa constructora abandonó las obras.

En Jambu también vive Naratsp, un transportista de mercancías de 45 años. «Actualmente estoy sin trabajo. No tengo nada que hacer, las carreteras están cortadas por los desprendimientos y con cada lluvia del monzón, al estar las piedras sueltas, tenemos un nuevo corte», desgrana. Naratsp se cobija en una chabola junto a su esposa, sus dos hijos, sus dos hermanos y un sobrino. En Jambu no hay luz y cada vez es más caro y complicado encontrar combustible para alimentar los generadores.

Salir de Jambu en dirección norte es una auténtica odisea. La autopista Ariniko está cortada en distintos puntos por los desprendimientos, algunos de ellos activos y peligrosos por el monzón y sus lluvias. Para evitar transitar por esa carretera, llena de trampas, hay que sortear las montañas entre saltos de agua y extensos arrozales. Entrar en esos campos de arroz significa salir plagado de sanguijuelas y soportar la sobrepoblación de mosquitos provocada por el agua estancada. Además, los afluentes del río Bhote Koshi que transitan por entre las montañas llevan suficiente caudal como para necesitar puentes para ser cruzados. En torno a ellos, la mayor parte destruidos, se ha conformado un negocio: los nepalíes que viven cerca construyen pasos hechos con cañas de bambú por los que hay que pagar para cruzar.

Seis meses después del terrible desastre, los pueblos y aldeas del distrito de Sindhupalchok, en la parte cercana a la frontera china, siguen esperando soluciones para poder volver a vivir como lo hacían antes del 25 de abril. Sin embargo, el bloqueo de la frontera y los continuos desprendimientos hacen que sus habitantes no vean una solución próxima en el tiempo.