Mariu Eguzkiza
MONTES DOLOMITAS

El paraíso del esquí está en dolomitas

Verse rodeado por unas majestuosas montañas, quizás las más hermosas del mundo, y descubrir en las emociones de una naturaleza maravillosa las huellas de una historia milenaria que tiene sus raíces entre realidades, sueños y leyendas; todo esto son los Dolomitas, en los Alpes italianos, cuyos 1.250 kilómetros de superficie esquiable en doce estaciones diferentes hacen de la región uno de los paraísos del esquí.

Los maravillosos paisajes que podemos admirar ahora guardan tesoros de valor inestimable, páginas enteras de historia que, desde nuestros días, se remontan a lo largo de los siglos hasta hace 270 millones de años.

El nombre de Dolomitas se debe a la primera persona que observó oficialmente la roca que las componía. En 1975, el geólogo y minerólogo francés Deódat de Dolomieu se quedó muy sorprendido por la extraña composición calcárea de las rocas de la zona y envió algunas muestras a un geólogo suizo para que las examinara. La composición de la roca, que se llamó dolomia, es carbonato cálcico magnésico. Más exactamente, se trata de una roca caliza magnésica estratificada en capas de gran espesor, originada también por la actividad de algas, corales y otros organismos, cuando todavía la zona estaba cubierta por el mar.

La historia no ha pasado de largo por aquí. Esta zona es, y ha sido, el punto de comunicación entre el mundo germánico y el mundo latino (actualmente, son tres las lenguas oficiales: alemán, ladino e italiano), por lo que toda la región de los Dolomitas está plagada de construcciones o restos de edificios cuyo valor es eminentemente estratégico. Los castillos, ubicados en la entrada de los valles, encaramados en pequeñas alturas o coronando tajos imponentes, se construyeron para controlar el paso.

En la historia reciente, ocurrieron trágicos acontecimientos durante la Primera Guerra Mundial. Entre las cimas de los Dolomitas, durante los inviernos de 1915 y 1917, se libró una guerra única en la historia. Los Kaiserjäger y Alpenkorps, por un lado, y los Alpini, por otro, se enfrentaron en la alta montaña, en condiciones ambientales y climáticas extremas y con grandes dificultades de abastecimiento de víveres y materiales. Miles de jóvenes de los dos bandos murieron, más que por las balas, por el frío y las avalanchas, en unos inviernos que fueron durísimos y con unas terribles condiciones para sobrevivir.

Hoy podemos ver en muchos lugares alambradas, trincheras y galerías que fueron excavadas en muchas paredes, y que se conservan tal y como eran para el recuerdo de los que tenemos la suerte de poder atravesar los macizos sin fronteras, en una paz que entonces era imposible imaginar. En los monolitos levantados en los pueblos queda el recuerdo de aquellos jóvenes, entre ellos muchos hermanos, que dejaron los valles sin una generación de hombres. Podemos ver los cañones que un día aullaban ferozmente al disparar sus balas. Varios Museos de la Gran Guerra nos muestran la historia tan cercana y a la vez lejana.

Entre el Venetto, Trentino y Tirol. Dolomitas, 180 km2 de paredes, torres, cumbres y valles, que cada año atrae a millones de visitantes de todo el mundo, es fácilmente accesible desde todas las partes de Europa, pues gracias a su posición central tiene enlaces de vuelos desde los aeropuertos internacionales más importantes. Asimismo, una densa red de carreteras estatales y provinciales comunica entre sí directamente los valles y los centros turísticos de mayor relieve.

Por lo general, los inviernos son secos y fríos en estas montañas, donde un par de importantes nevadas es suficiente para dotar del manto nivoso perfecto para la práctica de los deportes invernales. Las carreteras, siempre abiertas, nos permiten pasar fácilmente de una valle a otro y así poder esquiar en muchas zonas con el mismo forfait.

Entre el Venetto, Trentino y Tirol la extensión de la superficie esquiable es de 1.200 kilómetros de pistas, con 450 remontes mecánicos en doce zonas diferentes. En cada zona puede haber diferentes propietarios de remontes y a todos ellos tenemos acceso con el Dolomiti Superski. Si queremos esquiar durante seis días y recorrer la mayor cantidad de pistas posibles (ya que todo es imposible) deberemos elegir bien dónde alojarnos y madrugar un poco, para poder disfrutar del esquí el mayor tiempo posible, sin perder demasiado tiempo en la carretera.

La oferta hotelera es amplia y siempre excelente. Nosotros hemos encontrado un campo base en un albergue, situado estratégicamente entre el Trentino y el Venetto. De esta manera podremos esquiar en varias zonas sin grandes desplazamientos y así volver para las siete de la tarde y cenar los suculentos manjares que nos prepara nuestro cocinero Esio, quien, según nos cuenta, admira mucho a los cocineros vascos. Desde este precioso albergue podemos descender por una pista bien trazada hasta Falcade, pequeño pueblo ganadero. Desde este lugar alcanzamos por medio de remontes el Passo de San Pelegrino, y en esta soleada zona, podemos esquiar cómodamente viendo siempre la cara sur de la Marmolada. La telesilla del Col Marguerita y su descenso de 800 metros nos hacen gozar de una pista ancha, rápida y con mucha inclinación. Desde el mismo Col, un skibus nos acerca al Alpe de Lusía, para disfrutar de las últimas luces del sol y de su pista negra. Los trazados de los recorridos de las caras nortes de las estaciones, siempre inclinados y con muchas curvas entre bosques, nos hacen creernos en pistas olímpicas.

Kilómetros y kilómetros de pistas esquiables. En San Martino de Castrozza, las pistas se extienden por más de 60 km, entre los 1.404 y los 2.357 metros de altura, en el interior de un escenario natural único. Son pistas de distintos niveles de dificultad, con recorridos fascinantes y cambios de pendientes, tramos veloces sobre mesetas y todo ello bajo las grandes paredes del Cimon della Pala, Rosetta, Pala di San Martino y toda la gran muralla de formaciones rocosas que se tiñen de rojo al atardecer. No debemos olvidar, sobre todo para empezar bien el día, deslizarnos por las pistas del Paso Rolle, donde la nieve polvo está asegurada y las vistas de la Palla por la mañana son magníficas.

Alleghe, situado junto al lago del mismo nombre y pegado al monte Civetta, es un gran dominio de 80 kilómetros de pistas, sobre una extensión esquiable que nos lleva al precioso valle de Cadore, debajo del monte Pelmo, y al soleado y lejano Pecol, donde algunos pequeños restaurantes nos ofrecen variados platos de la gastronomía del valle. Ya de vuelta hacia Alleghe, y después de un descenso por la ladera del Monte Fernazza, tomamos una cerveza en la terraza del Ristoro Belvedere y nos deslizamos sin prisa bajo la gran muralla de la Civetta, por la ancha y sinuosa pista hasta el lago.

La gran mole de la Marmolada nos tienta con un gran descenso de más de doce kilómetros. Así pues, madrugamos para no hacer cola en la entrada de la funivía de Malga Ciapela y, ya en lo mas alto, nos abrigamos bien y descendemos por la siempre fría y sombreada cara norte, entre murallas rocosas y grietas del glaciar. El entorno nos obliga a parar y a contemplar las montañas cercanas, donde reconocemos el Piz Boe con su pequeño refugio en la cumbre, encima del Grupo del Sella. Una vez en el lago Fedaia, nos deslizamos suavemente haciendo eslalon entre los abetos, hasta introducirnos en el gran desfiladero de Sottoguda, delicia de los escaladores de cascadas de hielo. Son dos kilómetros entre verdaderos torrentes helados en las profundidades de los Dolomitas.

Desde Malga Ciapela podemos enlazar con la telesilla de Monte Padón y contemplar allí el pequeño museo de la Gran Guerra. De allí, a Arabba y, siempre con el plano de pistas en la mano y con mucha imaginación, podemos esquiar por la Sella Ronda hasta Val Gardena, o terminar en Canazei y con el skibus recuperar el coche. Del Passo Pordoi también podemos subir en el teleférico a la Forcola y bajar el impresionante fuera pistas hasta el Passo. Esta zona que, debido a su extensión, se puede recorrer en dos días, es muy concurrida, ya que posee un importante número de hoteles y remontes mecánicos por lo que existe el inconveniente de que siempre hay demasiada gente. A esto hay que añadir que las pistas, siempre en excelentes condiciones, permiten esquiar a mucha velocidad y esto genera un peligro cuando nos encontramos con muchos esquiadores.

Cerca de Canazei está Alba de Canazei. Un teleférico y algunas sillas nos suben a 2.441 metros de altitud, y podemos disfrutar sin gente de una pista muy inclinada de 1.000 metros de desnivel, con un trazado de auténtico descenso, donde podemos derrapar en las innumerables curvas y dejar que nuestros esquíes nos deslicen velozmente hasta la base.

Para el último día nos reservamos el teleférico del Lagazuoi y su estupenda pista de Paso Falzarego. En Cinque Torri disfrutamos de la bajada a Nuvolau, donde podemos comer en la terraza del pequeño restaurante al lado de la telesilla y ya por la tarde el gran descenso a Armentarola, bajo la impresionante muralla de la Tofana de Roces, y el acogedor refugio Scottoni, que nos invita a disfrutar del calor de la chimenea. Mas abajo nos topamos con la cascada de hielo siempre sorprendente y salimos del valle agarrados a la cuerda de los caballos que nos llevan a la carretera. Los taxis nos acercan de nuevo al Paso Falzarego para recoger el coche.

La vasta superficie de los Dolomitas y las distintas zonas esquiables que hay suponen que el alojamiento elegido nos influya mucho a la hora de acercarnos a las estaciones. Hemos dejado para otra ocasión Cortina d’Ampezzo, la zona del Val de Fiemme y el Pustertal, en el Südtirol. Este último merece una semana entera para esquiar en todas las estaciones, algunas de ellas enormes como Plan de Coronas-Kronplatz, y otras más pequeñas pero famosas por la copa del mundo como San Candido-Innichen.