IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

La mirada de la infancia sobre la ciudad

El pasado enero, el Centro de Arte Reina Sofía dio cobijo al Tercer Encuentro Internacional de Educación para la Infancia y la Juventud. Si el segundo certamen, celebrado en 2014, reunió a treinta profesionales que mezclaban educación, arquitectura e infancia, dos años más tarde, la cifra aumentaba a más de doscientos participantes, con una nutrida representación de Euskal Herria. Un año antes de celebrarse este encuentro, un grupo de arquitectos, artistas y educadores se planteaba la posibilidad de organizar este mismo tercer encuentro en Bilbo. Tal vez abrumados por la escala, prefirieron comenzar a trabajar desde lo pequeño. Y de ese modo iniciaba su andadura el colectivo Txikiark, aglutinador de gran parte de los estudios y empresas que se dedican a mezclar arquitectura y educación en Bizkaia.

Este colectivo no es el único representante de Euskal Herria en Madrid. El grupo donostiarra Maushaus, a quien se señala como pionero de la educación arquitectónica infantil en el Estado español, se encargó de la mesa de trabajo sobre educación no reglada de la arquitectura. Esa nueva sensibilidad por la educación y la infancia, desde el punto de vista de la arquitectura, recorre Bilbo, Donostia, Iruñea...

«Yo sí que creo que hay una masa crítica», afirma Maddi, arquitecta de Ttipi Studio, uno de los equipos que forma Txikiark. «La densidad de grupos es mayor aquí que en el resto del Estado», puntualiza su compañera Elena, también perteneciente al colectivo, pero dentro del grupo Lro Detalleres. «La manera de organizarse en Txikiark ha suscitado interés por el modo de colaborar que tienen las empresas que lo componen. Nuestra idea es ser un grupo flexible y comprometido en la medida de las posibilidades del equipo», señalan las arquitectas.

Fruto de esa flexibilidad, Txikiark ha organizado 25 talleres en 2015 y ha llevado a cabo el proyecto Txikimaps, con la colaboración de Caritas Bizkaia y el Colegio de Arquitectos Vasco Navarro, realizando talleres e intervenciones con jóvenes de Basauri, Galdakao y en los barrios de Santutxu y Gurutzeta.

Lo cierto es que las cuestiones sobre cómo se educa en la infancia se suceden y los modelos alternativos de educación se están convirtiendo en una realidad que desafía la norma. «Una ciudad adecuada para la infancia o hecha a su medida es aquella que da al niño o la niña una oportunidad para la autonomía, al tiempo que permite que modifique su entorno. Esas condiciones, si se cumplen, llevan a la ciudad a ser más inclusiva», prosigue Maddi.

Precisamente esa máxima, que afirma que si una ciudad es buena para la infancia lo es para todo el mundo, podría haberla pronunciado Francesco Tonucci, sicopedagogo y pensador italiano, promotor de la llamada “Città dei bambini” o Ciudad de los Niños. Tonucci acudió el año pasado al municipio vizcaino de Leioa para explicar cómo se consigue una ciudad adecuada para la infancia. «Hay que proponer a los que gobiernan la ciudad cambiar el parámetro de referencia y asumir al niño como parámetro de evaluación y cambio de la ciudad», señaló.

Hoy por hoy, ese empoderamiento de la infancia es un elemento residual y testimonial en el planeamiento urbanístico. Sin embargo, hace tiempo que el urbanismo inclusivo, aquel que empodera a la ciudadanía, se ha puesto encima del tapete de la normativa y el urbanismo, al menos desde un punto de vista teórico. Ese punto de vista parte de la base de dar poder a los segmentos invisibilizados de la ciudadanía, pero en el caso de la infancia, sin embargo, parece que algo no acaba de cuajar. No hay más que ver las convocatorias de concursos públicos para parques infantiles, guarderías o centros de educación infantil. En los pliegos de condiciones públicos, plantear una serie de mecanismos para introducir el empoderamiento de los usuarios finales, los niños y las niñas, es a día de hoy algo impensable. Los talleres infantiles se siguen tomando como una materia didáctica y no como una manera de extraer conclusiones que permitan diseñar una ciudad más justa.

¿Tan difícil resulta entender lo que la infancia quiere? Es tal vez la carencia de un desarrollo de mecanismos para realizar correctamente la pregunta lo que debería de preocuparnos. Experiencias colaborativas como Txikiark representan la punta de lanza de un viraje hacia el pensamiento heterogéneo de la arquitectura y el urbanismo, pasando de la ciudad pensada para un varón sano, de mediana edad, con vehículo y dinero para gastar, hacia una ciudad que pueda responder a todos los perfiles que dan forma y color a la sociedad actual.