IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Una cubierta para todos

El proyecto para el gimnasio Arena do Morro es el primer paso de una propuesta urbana más amplia, de una nueva visión para la favela Mãe Luiza desarrollada por el estudio de Herzog y de Meuron junto con la Fundación Ameropa y el Centro Sócio Pastoral Nossa Senhora de Conceição.

Mãe Luiza no es una típica favela. Su identidad y carácter se han formado tanto por el entorno natural único, como por la fuerte creatividad de la gente de esta comunidad. El asentamiento está enclavado entre la zona natural protegida de las dunas de Natal y la costa, un espacio volcado comercialmente hacia el turismo.

El estudio urbano del conjunto de la favela identificó las actividades urbanas desaparecidas y subdesarrolladas en el vecindario, y puso negro sobre blanco los espacios disponibles dentro del tejido densamente construido que eran susceptibles de acoger una futura intervención. Además, mediante esa reflexión urbana general, se distribuyeron nuevas actividades dentro de las áreas potencialmente disponibles para el futuro desarrollo. La propuesta final incluyó una pasarela, nuevos edificios e intervenciones que formarán una vez ejecutadas una secuencia de actividades públicas perpendiculares a la calle principal de Mãe Luiza y que se extenderán hasta el océano, abriendo de nuevo el barrio al mar. El proyecto arquitectónico pionero dentro de esta propuesta es el gimnasio, que contiene un campo deportivo con capacidad para 420 personas, salas polivalentes para la danza y la educación y una terraza con vistas hacia el mar, así como servicios propios como vestuarios y baños públicos.

La estructura existente del antiguo gimnasio –un rectángulo de hormigón, encerrado en una trama de columnas y vigas, sin techo o paredes– sirve como punto de partida. Esa geometría inicial es estirada sobre todo el área disponible, creando una única gran cubierta cuya forma limita y define los límites del nuevo sitio. Este gran techo rayado introduce una nueva escala en Mãe Luiza y al mismo tiempo establece una relación con el enfoque tradicional generalizado de usar cubiertas muy generosas para crear grandes espacios públicos en el noreste de Brasil. De ese modo, esa cubierta protectora se convierte en un símbolo de unidad para la comunidad, en un emplazamiento de relación que reconstruye los lazos y las afinidades entre los vecinos de la favela.

Bajo esa cubierta unificadora, el suelo forma un paisaje aterrazado que sigue la topografía existente en la zona. Los diferentes niveles de los graderíos trazan las líneas del contorno del campo de juego, y la sala multiusos, los estudios de la danza, y los sectores de usos múltiples se agrupan en el espesor de los muros. Una pared ondulada independiente define el perímetro siguiendo por un lado el contorno de los asientos alrededor del campo deportivo y por otro la forma circular de estos espacios independientes y, en cierto modo, más privados. Los volúmenes circulares refuerzan el carácter comunitario de estas áreas y el buen funcionamiento de las actividades lúdicas y colectivas que se van a desarrollar en su interior.

La dimensión escarpada y el color blanco uniforme del techo anclan el edificio en el tejido urbano de la hasta ahora fragmentada y colorida Mãe Luiza. Como la pieza perdida de un rompecabezas, el gimnasio ocupa un gran lote vacío en el borde del barrio, lo completa, y define un nuevo y generoso lugar cívico visible por contraste con el resto de la trama desde la distancia. Los dos extremos del alargado techo inclinado se abren hacia el barrio e invitan a la gente a conquistar su interior. Una vez los vecinos se acerquen más al volumen del edificio, su escala se desintegra a través de su materialidad y detalles arquitectónicos, volviéndolo transparente y permeable, en un gesto de amabilidad hacia el visitante.

La estructura es simple y abierta, reflejando y respondiendo a los materiales locales y disponibles y a los sencillos métodos de construcción de la propia favela. El techo está montado a base de paneles de aluminio corrugados y aislados estándar. En lugar de estar firmemente unidos, los paneles se instalan con huecos abiertos pero solapados que permiten la entrada de la luz y el aire pero mantienen el agua de la lluvia fuera. La pared curvilínea inferior está hecha de bloques de hormigón desarrollados específicamente para este trabajo, pero fabricados localmente. Cada bloque tiene unas aletas verticales posicionadas diagonalmente con bordes redondeados. Girando los bloques, las diferentes orientaciones de las aletas crean varios niveles de transparencia, y por lo tanto de privacidad. Mediante estos mecanismos, tanto el techo como las paredes se convierten en membranas permeables y translúcidas que permiten que la brisa refrescante del océano fluya por el edificio y el aire caliente pueda escapar, filtrando la brillante luz natural y animando el interior con un juego de varios grados de luces y sombras.

Por la noche, el efecto se invierte y el edificio revela las actividades de su interior al transformarse en una linterna gigante. El gimnasio es un lugar permeable acondicionado completamente de forma natural, que transforma y traduce el impacto de su entorno natural y urbano en un destino público, construyendo un punto focal para las actividades deportivas, de ocio y culturales del vecindario. Su éxito final ha quedado demostrado gracias a su inagotable actividad diurna y nocturna, así como por la aceptación de la obra que la gente de Mãe Luiza ha realizado al convertirla en el espacio de todos, en el centro de la vida social de la nueva favela.