IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Diferencias

Son varias las maneras de entender el diseño de un montaje expositivo. Según su carácter (retrospectivo, colectivo, etc.), asumiremos una serie de puntos importantes sobre los que escribir el desarrollo del mismo. Por otro lado, la organización de las piezas en el espacio físico y el planteamiento conceptual acaban por conformar diferentes opciones para la experiencia del público. Por supuesto, el trabajo curatorial va más allá de estas cuestiones de gestión espacial pero, sin duda, la propuesta final es la cara visible de todos los estados anteriores, el punto de llegada y el dispositivo tangible del proceso creativo. En esta ocasión reseñamos dos exposiciones en grandes museos. A través de ellas entrevemos dos metodologías diferentes, dos maneras de trabajar que cuentan con sus fortalezas y sus debilidades, pero que de una u otra manera toman parte de la oferta cultural de nuestro país.

Hasta el 22 de octubre el Museo Guggenheim de Bilbo nos brinda la posibilidad de disfrutar de “Los héroes”. El trabajo de George Baselitz (Alemania, 1938) aparece representado en una de las salas de la planta baja del carismático edificio, mediante más de sesenta piezas y bocetos. El recorrido se completa con obras de factura reciente y nos propone una vista general de la evolución creativa del pintor. El compendio de creaciones, en su mayoría cuadros de gran formato, se distribuye por las paredes de la sala hasta completar una vista general ordenada. En el trabajo de Baselitz encontramos una sátira al contexto de su vida, una crítica expresada en un trazo grueso, a veces incluso grotesco, que parece que nunca acaba por posarse en la tela.

Por otro lado, conviene pararse a disfrutar de un pequeño recoveco sobre el que se agolpa un muestrario de bocetos, dibujos rápidos que denotan una capacidad técnica trabajada y dominada que para nada contiene la gestualidad y la personalidad de la materia, sino que libera sobre el soporte los chorretones y las muescas del rayado. Domina esta composición la sobrecogedora obra “Acker” de 1962, donde varios cadáveres parecen derramarse sobre un terreno baldío casi ennegrecido. La serie de “pinturas fracturadas” que enlazan con la más reciente “pintura rémix” acaban por construir una visita que no dejará a nadie indiferente.

Por su parte, la colección Alicia Koplowitz-Grupo Omega Capital desembarca en el también bilbaino Museo de Bellas Artes hasta el 23 de este mes con un muestrario de obras que engrosan una de las compilaciones europeas más relevantes. Casi un centenar de pinturas y dibujos desde el siglo XVI a la actualidad, así como piezas escultóricas datadas desde la Antigüedad clásica, son los ingredientes que dan forma a una disposición dividida en nueve apartados. París, el Siglo de las Luces, la figuración, el informalismo, la abstracción, el gesto son solo algunos de los temas que emergen de tamaño elenco. Como todas las exposiciones basadas en colecciones, corre el peligro de convertirse en un cajón de sastre sin un hilo conductor mayor que la propia organización de fechas o el aliciente de obras de alto valor. A pesar de que es una gran oportunidad para disfrutar de cerca autores tan relevantes como Chillida, Van Gogh, Oteiza, Juan Muñoz, Bacon, Tápies o Goya, conviene tener en cuenta el origen de los fondos que estamos visitando, como una visión crítica en torno al papel que desempeñan en el engranaje del mercado del arte y su adecuación al lenguaje expositivo.