XANDRA ROMERO
SALUD

Las algas, ¿un superalimento real?

Hemos hablado con anterioridad en esta sección acerca de los llamados superalimentos; no obstante, no nos hemos parado a analizar uno a uno cada alimento. En esta ocasión vamos a centrarnos en las algas comestibles, sin duda muy de moda en nuestro entorno actual.

Y es que este alimento básico de la dieta oriental se ha colado en la cesta de la compra europea en muy poco tiempo, avalado por los numerosos beneficios nutricionales que se le suponen. En el supermercado ya es posible encontrarlas en forma de ensalada, sushi e incluso deshidratadas para añadir a distintas recetas.

Si buscamos información en las redes sociales, lo que encontramos es que en todas partes hablan de que las algas son muy buenas para el organismo por ser riquísimas en minerales, vitaminas, fibra y bajas en grasa. Con esa publicidad, ¿cómo no van a convertirse en otra más de las panaceas nutricionales?

Cualquiera que lo lea puede creer que por el simple hecho de introducir alguna “alguita” en las ensaladas está nutriéndose de todos los minerales y vitaminas necesarios. Y lo cierto es que es verdad. Las algas, por lo general, presentan un elevado contenido de algunos nutrientes importantes como vitaminas y minerales pero... siempre hay un “pero” en cuanto a panaceas nutricionales se refiere. Este “pero” es su elevadísimo contenido en yodo, un mineral que, en exceso, es peligroso ya que puede causar problemas tiroideos.

Entonces se impone otra pregunta: ¿Cómo puede ser esto peligroso si en nuestro entorno la prevalencia de déficit de yodo es elevada?

Ciertamente, el Estado español se encuentra entre los catorce países de la Unión Europea que presenta yododeficiencia, según se establece en un informe elaborado por el Grupo de Trabajo de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. No obstante, al igual que un déficit de yodo causa problemas, una ingesta demasiado elevada también puede causar hipo e hipertiroidismo, cáncer de tiroides, etc. Y este es el riesgo del consumo de algas.

Por poner un ejemplo, un gramo de la alga kombu, también llamada hierba de mar, multiplica por cinco el límite máximo de consumo de yodo (900 microgramos/día) establecido por las autoridades sanitarias; esto es, el límite a partir del cual dicho yodo puede generar efectos adversos en la salud de los consumidores. Y algo similar ocurre con otras algas.

Además, se suman otros dos problemas, y es que, por un lado, la cantidad de yodo en las algas es muy variable de modo que su contenido puede ser tanto inferior o muy superior y, por otro lado, es frecuente que las algas estén contaminadas con metales pesados como arsénico, entre otros.

Entonces si son tan nocivas, ¿cómo es que los orientales pueden comer algas con total impunidad? Pues porque las diferencias raciales no solo atañen al color de piel o la fisonomía… también existen diferencias metabólicas. Por ejemplo, los japoneses poseen una flora intestinal capacitada para digerir las algas y eliminar el exceso de yodo y nosotros no, al igual que ellos apenas toleran el alcohol porque tienen diferente versión del gen de la alcohol deshidrogenasa (proteína que metaboliza el alcohol).

De modo que debemos recordar que el consumo habitual de algas puede ser perjudicial para la glándula tiroides, por el exceso de yodo que suponen y al que debemos sumar el que tomemos en el resto de nuestra dieta diaria (pescados, sal, mariscos...).