XANDRA ROMERO
SALUD

Contra el invierno, buenos mitos

Ya ha llegado el frío y con él los catarros y constipados que traen consigo no solo sus síntomas sino también una buena recua de mitos destinados a combatirlos. Por empezar con alguno, podríamos hablar del más famoso: la vitamina C ayuda a combatir y prevenir el resfriado.

Esta idea de que las frutas cítricas previenen o minimizan los procesos gripales y catarrales, gracias a su aporte de vitamina C, está bastante extendida entre la población general y, por desgracia, también entre algunos sanitarios.

Por suerte, sobre este tema se han realizado numerosos estudios científicos que han resultado en su mayoría, nulos en cuanto a estos beneficios preventivos, aunque algunos pocos han encontrado efectos positivos.

Entre todos estos estudios, tenemos un metaanálisis, de esos que recogen todos los estudios realizados sobre ese tema y que han llamado “Vitamina C para prevenir y tratar el resfriado común”, el cual concluyó que en algunos estudios en los que se utilizó la vitamina C al inicio de los resfriados no se observó ningún beneficio en dosis de hasta 4 g/día de este compuesto. Este dato resulta curioso si tenemos en cuenta que las recomendaciones para la población general de vitamina C son de entre 75 y 90 mg/día. De modo que queda claro que los suplementos de esta vitamina para reducir la incidencia de resfriados en la población normal no están justificados. No obstante, los resultados muestran que estas mega dosis de vitamina C sí serían aptas en las personas expuestas a una actividad física intensa o que están bajo estrés físico (por ejemplo, corredores de maratón o soldados en entornos subárticos), pero no se ha demostrado un beneficio significativo para el paciente promedio.

Así que es aconsejable comerse una naranja o unas mandarinas, siempre mejor que el zumo claro, pero no creas que vas a recuperarte más rápido del inevitable catarro.

Por otro lado, acompañando a los catarros vienen los detestables mocos que, aunque son un mecanismo de defensa de las vías respiratorias contra las infecciones y son evidentemente una ventaja a nivel evolutivo, no nos gustan nada, ni ellos ni los alimentos que supuestamente aumentan su producción.

Sí, lo han adivinado, tal función, la de aumentar la mucosidad, le ha tocado de nuevo a la maldita leche, y digo maldita por todas las cuestiones negativas sobre la salud que se le atribuyen.

Varios estudios que han utilizado un grupo placebo usando leche de vaca o de soja con saborizante para que no se note la diferencia, han mostrado que la leche no produce ni aumenta la mucosidad.

Además, la ciencia también deja claro que el consumo de leche no parece agravar los síntomas del asma y que, por tanto, no se puede establecer una relación entre su consumo y la aparición de síntomas asmáticos. Sin embargo, hay unos pocos casos documentados en los que las personas con alergia a la leche de vaca presentan síntomas similares al asma. Pero este, el de las alergias es otro jardín.

Por otro lado, una revisión de diferentes estudios ha concluido que el consumo de leche tampoco puede asociarse a mayor mucosidad en vías respiratorias, aún en personas inoculadas con el virus del resfriado común.

De modo que, sin evidencia científica que vincule la ingesta de leche a una mayor producción de mocos, no está justificado restringir su consumo. Por el contrario, eliminar la leche de la dieta puede reducir notablemente la ingesta de calcio, o de vitamina A y D, si no se tienen en cuenta reemplazos para obtener estos nutrientes.