Asier VERA
GUERRA EN SIRIA

Rebeldes sirios, curados en hospitales del «enemigo» israelí

«Cambié completamente mi opinión sobre Israel, después de que me están cuidando y dando un buen tratamiento», asegura un sirio que no supera la treintena y está siendo atendido en el Hospital ZIV de la localidad israelí de Tzefat. Se trata de una víctima más que perdió ambas piernas a raíz de una explosión en la guerra civil que desangra Siria desde marzo de 2011 y que, según el balance de la ONU, ha causado más de 200.000 muertos y 600.000 heridos.

El joven, que ansía recuperarse para regresar a su país junto a su mujer e hijos y cuya identidad no puede ser revelada por motivos de seguridad, podría ser perfectamente un yihadista del Estado Islámico, un combatiente de la filial de Al-Qaeda Jabhat al-Nosra o un rebelde del Frente Islámico o de otro de los grupos o katibas que pueblan la rebelión armada siria. «Muchos vienen con una barba muy larga y, por lo tanto, entendemos que son yihadistas o musulmanes radicales, así que no sería extraño que hayamos tratado a gente del Estado Islámico o de movimientos muy parecidos», admite Daniel Lesmes, cirujano maxilofacial del Hospital ZIV.

Sin embargo, su ideología o procedencia nada les importa a los médicos que desde febrero de 2013 atienden en cuatro hospitales de Israel a los heridos sirios que llegan como pueden a los ocupados Altos del Golán, donde se encuentra la frontera con Israel. «La pregunta de a qué partido o movimiento pertenecen no se hace» remarca, a la vez que indica que los yihadistas tratan de disimular afeitándose la barba antes de pedir ayuda para parecer simples civiles.

Desde ese año, Israel ha olvidado las cuatro guerras en las que ha combatido contra Siria entre 1948 y 1982 y decidió atender de manera solidaria a los sirios que han resultado heridos y que logran llegar a Quneitra, en los Altos del Golán, donde el Ejército israelí tiene un destacamento y un hospital.

El director de la Unidad de Cirugía Maxilofacial del ZIV Medical Center, Alejandro Roisentul, revela que, en total, Israel ha atendido a alrededor de 1.500 sirios, de los cuales 459 fueron derivados a este centro sanitario, mientras que el resto fueron llevados a los hospitales de Galilea Occidental, en Nahariya, Al-Rambam, en Haifa, y Al-Poriya, en Tiberias.

Los heridos, algunos de ellos de extrema gravedad tras haber sido víctimas de explosiones o disparos, son trasladados por sus familiares a los Altos del Golán usando para ello rudimentarios medios de transporte, como burros, carromatos o tractores. Después de que la guerra haya inutilizado el 60% de las infraestructuras médicas de Siria, su objetivo es alcanzar el hospital militar del Ejército israelí que vela por esta frontera tras ocupar gran parte de los Altos del Golán en 1967, después de la guerra de los seis días. Allí tratan de curarles, aunque los más graves son conducidos en una ambulancia militar a uno de los citados cuatro hospitales, sobre todo, al ZIV Medical Center, por ser el más cercano a la frontera.

Hasta allí llegó en setiembre de 2014 un niño de doce años, que había perdido los ojos y una mano tras pisar una mina en un suburbio de Damasco. Fue su hermano mayor quien lo trasladó en un burro, según relata Daniel Lesmes, quien detalla que de los 459 civiles sirios tratados hasta ahora, el 17% era menor de edad. Como la niña de ocho años a quien se pudo salvar la pierna, gracias a un dispositivo de fijación externa. La menor protagonizó uno de los momentos más emotivos, cuando tras regresar a Siria, meses después, volvió al hospital para continuar su tratamiento ortopédico y celebrar, de paso, su noveno cumpleaños.

Lesmes recalca que el promedio de hospitalización es de dos semanas, durante las cuales no solo reciben un tratamiento médico, que llega a costar miles de euros en caso de colocación de prótesis de titanio y que son asumidos por el Gobierno israelí, sino que también son atendidos por los servicios sociales, que les suministran vestimenta y comida. «Llegan sin nada», remarca.

Actualmente, hay ocho heridos sirios en este hospital, todos hombres (el 90% de los pacientes atendidos), alguno con una larga barba que podría revelar su pertenencia a algún grupo yihadista. Un joven militar israelí se halla en el exterior de las dos habitaciones vigilando día y noche que ningún herido trate de huir para intentar quedarse en Israel y salvaguardar, al mismo tiempo, su seguridad. Así, una vez son dados de alta, los militares los trasladan de nuevo a la frontera para devolverlos a Siria, teniendo en cuenta que debido a la hostil relación que mantienen ambos países, Israel no ha aceptado a refugiados sirios, a diferencia de los países vecinos, como Turquía, Jordania, Egipto, Líbano e Irak, que acogen a cerca de tres millones, según la ONU.

Siria desde la ventana

Desde que en 1967 Israel ocupara los Altos del Golán, donde actualmente viven unos 20.000 sirios, ningún tratado de paz se ha firmado entre ambos países. A finales de 2013, el Gobierno israelí reconoció que asistía a los heridos de la guerra en Siria e incluso el primer ministro, Benjamin Netanyahu, visitó al año siguiente el hospital de campaña de los Altos del Golán. En 2014, uno de los líderes de los rebeldes sirios y fundador del Consejo Nacional Sirio, Kamal al-Labwani, acudió al Hospital ZIV, donde declaró que «durante 60 años, el presidente de Siria, Bashar al-Assad, nos ha enseñado que Israel es el enemigo, mientras que ahora nos mata e Israel cuida de nosotros».

El director de la Unidad de Cirugía Maxilofacial del Hospital ZIV detalla que la mayoría de los heridos proviene de las ciudades sirias más cercanas a Israel, como Hama o Daraa y destaca que los sirios saben que si logran llegar a los Altos del Golán, les van a dar el mejor servicio médico, como si fueran israelíes. Así, no solo les curan de las heridas de guerra, sino que también les atienden de otras enfermedades, como cáncer o diabetes. Roisentul asegura que cuando son tratados, los sirios reconocen a los médicos que ni en sus peores sueños se hubiesen imaginado nunca acudir a Israel para ser curados por ser un «país enemigo».

Se da la circunstancia de que desde la misma ventana de la habitación en la que se recuperan de sus heridas, los pacientes que convalecen pueden ver Siria, país desde el que alguno de los heridos llega con una carta ensangrentada en la mano que ha sido escrita en árabe por un médico local para informar a los doctores israelíes de las circunstancias de las heridas y el precario tratamiento recibido hasta el momento.

Lesmes asegura que en los ojos de muchos de los sirios atendidos ha visto prevención e incluso odio al tener que ser tratados por el enemigo israelí, si bien insiste en que él atendería incluso a un herido del Estado Islámico, porque «soy mejor que él como ser humano y no veo ninguna diferencia entre las personas». Para este médico, atender a los heridos es parte de una «misión de paz», aunque reconoce que se trata de un «granito de arena» en el conflicto armado. No obstante, se muestra esperanzado en que los sirios vean que Israel tiene «otra cara» y no se crean lo que su Gobierno les «ha adoctrinado toda la vida en el sentido de que nosotros somos el enemigo y les vamos a acribillar a balas».

El Hospital ZIV de Tzefat, que durante la segunda guerra con Líbano en 2006 sufrió impactos directos de cohetes que no causaron heridos, es además ejemplo de convivencia en Israel, puesto que atiende a alrededor de 250.000 personas, entre las que se encuentran judíos, cristianos, árabes cristianos, árabes musulmanes, drusos y una minoría procedente del noroeste del Cáucaso, los circasianos.