Jaime IGESIAS
MADRID
Entrevista
LAURENT CANTET
DIRECTOR DE «REGRESO A ÍTACA»

«Los cubanos, en general, tienen más curiosidad y espíritu crítico que muchos europeos»

Desde su debut con «Recursos humanos» Laurent Cantet (Melle, 1961) ha ido construyendo una de las filmografías más apasionantes y coherentes del reciente cine europeo reflejando, en sus películas, las tensiones entre individuo, grupo y sociedad.

En “Regreso a Ítaca”, cinco amigos cubanos regresan al lugar donde se forjaron sus sueños de juventud para constatar lo que fue perdiéndose en el camino.

La película, basada en un relato del escritor Leonardo Padura, fue rodada íntegramente en un ático de La Habana y pese a su esencia cubana y a su apariencia teatral, para su director «se trata de un filme donde los conflictos que se plantean son de alcance universal».

¿Qué fue lo que le sedujo del texto de Leonardo Padura para animarse a una empresa como ésta: rodar en otro país y en otro idioma?

Las novelas de Leonardo Padura me ofrecieron la posibilidad de entender Cuba aún antes de visitar la isla: de comprender su singularidad, su problemática, de conocer un entorno, un paisaje humano… Así que cuando me ofrecieron dirigir uno de los episodios del filme colectivo “7 días en La Habana” contacté con Leonardo para escribir un guion que recogiera el conflicto del emigrante que retorna al hogar. Pero, según íbamos preparando el proyecto, enseguida nos dimos cuenta que abordar un tema tan complejo como ese en un cortometraje suponía, en cierto modo, trivializarlo. Algo sobre lo que también me pusieron en alerta los actores, quienes me dijeron: «este guion narra la historia de nuestras vidas y esta no puede ser contada en quince minutos». Así que me pareció un gesto de lealtad hacia ellos aparcar el proyecto y comprometerme a desarrollarlo como largometraje.

A menudo asomarse a la realidad de otro país, de otra cultura, produce una especie de vértigo. ¿No experimentó esta sensación mientras preparaba el proyecto?

A mí me gusta rodar fuera de Francia y me gusta por razones egoístas, dado que esa experiencia me hace tener contacto con realidades diversas y recoger testimonios de personas de otras latitudes que te ofrecen una visión del mundo mucho más amplia y heterogénea. El reto, cuando ruedas fuera, pasa por ser fiel a esos escenarios, por no imponer tu mirada foránea a la hora de retratarlos, algo que te exige un sentido de la responsabilidad elevado, más en el caso cubano. La propia mitología de la revolución hace que en Cuba exista un escenario político complejo que se presta demasiado a los prejuicios dando lugar a visiones erróneas sobre la realidad del país. Yo no quería participar de eso y en consecuencia decidí articular una narración donde lo mitológico se confrontase con lo cotidiano.

Por ese sentido de lo mitológico, presente ya en el título de la película, quería preguntarle. Parece como si para usted Cuba representase una especie de territorio legendario.

Lo de “Regreso a Ítaca” fue una sugerencia de Leonardo Padura. A mí no me convencía ya que me sonaba demasiado literario pero enseguida me di cuenta de que apelar al mito de Ulises en su odisea de regreso al hogar, en su intento por reconquistar su lugar en el mundo tras haber vivido todo tipo de vicisitudes, confería a nuestra historia un alcance universal. Al final, esta es la historia de un grupo de personajes que vuelven al lugar donde forjaron sus sueños de juventud, sus ideales, y comprueban como estos han sido corroídos por el paso del tiempo y por las personales circunstancias a las que ha debido enfrentarse cada uno de ellos. Por eso, no creo que sea tanto una historia sobre Cuba como sobre las contradicciones que afloran en el alma humana.

Pero en esa dimensión universal que usted ha querido para su película, Cuba trasciende como una suerte de utopía malograda.

Yo pertenezco a una generación donde ese aura mitológica que rodeó a la revolución cubana comenzaba ya a desvanecerse, pero qué duda cabe que existió y que aún hoy sobrevive gracias a ciertos símbolos como el Ché cuyo valor iconográfico se mantiene. Dicho esto ni yo en lo personal ni a través de esta película pretendo discutir los logros de la revolución que son más que evidentes. Para empezar, en Cuba existe un fuerte sentido de lo colectivo, de lo público. La relación que la sociedad civil tiene con la cultura es admirable, también con la ciencia y con la educación: en Cuba no verás a ningún niño trabajando, como ocurre en países vecinos. Por lo tanto no quiero que se asuma “Regreso a Ítaca” como una película antirrevolucionaria sino todo lo contrario. Pretende ser un homenaje a una generación que vivió en primera persona una experiencia política que si puede llegar a generar frustraciones es precisamente porque en su origen fue ilusionante.

Atendiendo a la naturaleza oral de la película ese homenaje se extiende no solo al modo en que los cubanos han vivido esa experiencia sino a su capacidad para narrarla…

Ese encuentro que refleja la película parte del recuerdo de tantas noches vividas con amigos cubanos, noches en las que entre ron y ron comienzas a hablar y cuando te quieres dar cuenta está amaneciendo. A los cubanos les gusta hablar y, sobre todo, les gusta escuchar porque, en general, tienen más curiosidad y espíritu crítico que muchos europeos. De hecho, son los primeros interesados en contarte su propia experiencia política y lo hacen sin dogmatismo y con un sentido del humor muy peculiar que, en muchos casos, surge de la desesperación y que es su manera de relativizar el alcance de situaciones bien dramáticas.

¿No cree que, en el fondo, cualquier tentativa de regreso al lugar donde se forjaron los ideales nos condena irremisiblemente a la melancolía?

Puede que mi propia naturaleza inquieta y pesimista me lleve a ver casi siempre la botella medio vacía, pero creo que los ideales no resisten ante la realidad. Nuestro propio instinto de supervivencia nos obliga, a menudo, a traicionarnos, a alterar poco a poco nuestro sistema de valores, de tal modo que cuando llegamos a una edad nos descubrimos alejados en espíritu de aquello que éramos o que nos hubiera gustado llegar a ser.

Esa reflexión está, de un modo u otro, presente en casi toda su filmografía…

Sí, pero no me gusta conferirle a mis películas una dimensión metafórica ni a mis personajes un valor arquetípico. Me interesa la naturaleza humana y hablar de la experiencia política en primera persona, es decir, a través de la subjetividad manifiesta en cada uno de mis personajes.

Cuando echa la vista atrás, ¿cómo valora su propia trayectoria como cineasta?

La verdad es que rara vez vuelvo a ver mis películas anteriores, por lo que no me siento capaz de ofrecer un análisis fiable sobre mi propia obra (risas). Hombre, yo asumo que existe una continuidad en mi filmografía y que hay varios temas que se repiten película a película aunque el enfoque sea distinto. Por ejemplo, me interesa mucho el grupo y la complejidad desde la que se articulan las relaciones entre quienes lo integran como reflejo, a su vez, de las tensiones que existen entre individuo y sociedad. Creo que eso está presente en todas mis películas. También la idea del legado, de la transmisión del conocimiento, que a menudo da lugar a conflictos generacionales. Pero asumiendo la transversalidad de estos temas en mi filmografía creo, sinceramente, que mis largometrajes son muy diferentes unos de otros y que eso, a menudo, ha generado desconcierto en algunos espectadores.

¿Lo dice a propósito de las reacciones que ha suscitado «Regreso a Ítaca»?

Sí, pero sobre todo por las que despertó en su momento “Foxfire”, mi anterior trabajo. Lo rodé justo después de “La clase”, que de entre todas mis películas fue la que tuvo una mayor repercusión, empezando por la Palma de Oro que ganamos en Cannes. En ocasiones es difícil sustraerse a un fenómeno de esas características y soy consciente de que gran parte del público ansiaba que en películas sucesivas continuase explotando ese filón, pero en lugar de eso me fui a Canadá para rodar en inglés una película ambientada en EE.UU en la década de los 50 (cosa que me pude permitir por el éxito de “La clase”) y aunque, en muchos aspectos, “Foxfire” está bastante próxima a “La clase” (del mismo modo que lo está “Regreso a Ítaca”) hubo quien lo interpretó como una claudicación por mi parte. Y no, lo que pasa que en cada nuevo proyecto que emprendo me gusta marcar distancias respecto a mi película anterior, es una manera de evitar acomodarme.