Itziar Ziga
Activista feminista
JO PUNTUA

Palabra de mujer

Adoro encabezar una columna en GARA con el título de aquel disco de Mónica Naranjo que tanto ha encabritado mi baile.) Hace ya una década entrevisté a María José Varela, la abogada que lo cambió todo para las mujeres que se atrevían a denunciar la violencia sexual de los machos. Me contó entonces que había costado horrores que el testimonio de las víctimas fuera tenido en cuenta como prueba, algo imprescindible para juzgar un delito que suele producirse en la intimidad y sin testigos. En apenas cuarenta años hemos herido de muerte a esa tradición misógina que subestima la voz de las mujeres.

Un amigo me dijo hace poco: no pienso aceptar que la palabra de una mujer valga siempre más que la de un hombre. Estábamos charlando sobre las acusaciones colectivizadas de agresión sexual y todas mis membranas asintieron. Qué no se cuestione a priori y patriarcalmente la palabra de una mujer no significa que todo lo que diga una mujer tenga que darse por cierto e inapelable. Más aún cuando estamos fuera de unos juzgados y no existen garantías procesales. De sobra sabemos que a nada deseable nos lleva conceder a nadie la voz privilegiada y las mujeres no hemos sido agraciadas por buenismo alguno por el hecho de ser oprimidas como grupo, afortunadamente.

Sí, conozco a varios hombres que han sido señalados injustamente como sospechosos por mujeres que hicieron un uso ladino y sobredimensionado de esta máxima feminista. Esto sólo puede darse en contextos de izquierda donde la legitimación de la violencia machista ha sido desmantelada, en otros ambientes le mandarían a una a freír espárragos. Por esto mismo, porque se trata del efecto no deseado de una victoria muy necesaria, nos toca corregirlo. Y como dijo un hombre sabio al que ansío ver pronto en la calle, el problema de las contradicciones es saber gestionarlas.

Al menos yo no quiero ser sobreprotegida como víctima eterna ni que se otorgue verdad incuestionable a mis palabras por ser mujer. Desde aquí, renuncio. Me opongo firmemente al victimismo y a sus contraprestaciones perversas.