Alberto PRADILLA

CLÍNICAS COMUNITARIAS PARA EXCLUIDOS POR LA AUSTERIDAD

Antes era una base militar estadounidense y ahora es una clínica donde se atiende gratuitamente a los pacientes. En Helliniko se ubica uno de los dispensarios autogestionados que tratan de paliar el desastre humanitario provocado en Grecia por la austeridad.

Estaba harto de ver a pacientes que perdían la vida por no poder acceder a la sanidad pública». El doctor Giorgios Vichas, cardiólogo de 54 años, explica con sencillez por qué hace cuatro años puso en marcha la Clínica Comunitaria Metropolitana de Helliniko, un municipio al sureste de la gran Atenas. Hace años, el lugar que ocupa el dispensario era una base militar norteamericana que formaba parte del antiguo aeropuerto de la capital griega. En setiembre de 2011, poco más de un año después del primer rescate heleno, Vichas y otros cinco colegas estaban alarmados por el incremento de población que se estaba quedando fuera del sistema. No es que su cobertura fuese menor, es que, directamente, no se les atendía. Si pierdes tu trabajo y permaneces dos años en paro quedas excluido de la atención. Por eso decidieron poner en marcha una alternativa. Funcionan de forma asamblearia y se basan en tres pilares: no aceptan donativos en metálico, no puede haber actividad partidista y las empresas privadas están vetadas. Desde entonces, sus cerca de 150 doctores voluntarios (de un equipo de 300) han atendido más de 40.000 visitas. Christos Sideris, otro de los miembros de la clínica, remarca: «Esto es una forma de resisitir. Ojalá no tuviésemos que existir y la gente estuviese atendida por el sistema público de salud».

Para entender los movimientos políticos griegos y la actual crisis abierta es clave observar hasta dónde han sido empujados por la Troika. Cómo en cinco años se puede pasar de, como dice Sideris, «tener un modelo con deficiencias, pero que al menos cubre a todo el mundo» a una estructura que se deja fuera a, al menos, 3 millones de personas sin seguro. Eso, en un país de 13 millones personas. A ellos se le suman quienes, con tarjeta sanitaria, no pueden acceder a una clínica o un hospital porque el dinero no les alcanza con el copago. «Una importante proporción de la sociedad está en la pobreza», recuerda.

Menores con malnutrición

«Hemos visto niños con elevados niveles de desnutrición», explica Sideris. Además de ginecología, atención primaria, cardiología, sicología (con especial atención a grupos de parados) o pediatría, la clínica realiza entregas de alimentación infantil a quien no puede permitírsela. El drama sanitario se extiende a todas las edades. Algunos peque- ños, a los que el sistema no atiende porque sus padres están en paro, sufren problemas de crecimiento porque nadie puede desarrollarse de forma normalizada si no tiene para comer. Personas con más edad tienen que acudir a esta clínica a recibir tratamiento para el cáncer o para la diabetes, porque en el hospital no se lo dan o no les llega.

«Trabajo media jornada. Eso son 300 euros, aunque este mes solo me han pagado 120. Me los dieron el viernes, antes del control de divisas, lo saqué todo y me lo dejé en casa». Tatiana, que aguarda a recibir su medicación, es una de las usuarias. Detrás aguarda una mujer con su hijo pequeño. El centro está más activo por la mañana, pero abre a jornada completa, de 10.00 a 20.00 horas. El sistema sanitario griego está tan cerca del colapso que hasta recibe de esta clínica paquetes de medicamentos que no pueden perderse. El doctor Vichas, que por la mañana trabaja en un dispensario público y por las tardes hace de voluntario, insiste en que su intención no es sustituir al Estado. Cree que hay que buscar soluciones, que la apuesta pasa por la Administración, pero antes hay algo ineludible: «Discutir la deuda. Con la austeridad es inviable».