Pablo CABEZA
BILBO
Entrevista
JABIER MUGURUZA
MÚSICO

«Dice Anton Bruckner que allí donde el número triunfa, la moral capitula»

«Barnasants 2015» es un disco grabado en directo en Barcelona. No es justamente la derivada por el hecho de que Jabier Muguruza consiguiera el año pasado el primer premio del festival Barnasants para solistas, pero se le aproxima. Muguruza repasa, en lo posible, sus más de veinte años de carrera con colaboraciones catalanas de alto nivel. Un disco íntimo, colorista y cargado de valores.

Para este disco en directo partimos de un premio que le otorgan en Catalunya, país de larga tradición musical en todos los estilos, culto y atento a todas las variables y con público para todos.

Sí, en 2014 el festival Barnasants nos concedió el premio al mejor concierto de esa edición. Nos hizo mucha ilusión porque Barnasants, con más de cien directos anuales, es un festival de canción de autor muy importante, en un país donde ese género tiene una gran tradición y relevancia. Y también nos hizo ilusión por venir el premio de aquellas tierras, donde tanto hemos trabajado durante todos estos años y donde tanto hemos recibido.

¿Ha llegado al punto de sentirse más reconocido en Catalunya que aquí o la comparación no es idónea ni equilibrada?

No sé, hay quien dice que lo mío, lo que ofrecemos, es muy mediterráneo, y puede que vaya por ahí la cosa (risas). A saber... Lo cierto es que, especialmente en los comienzos, el apoyo allí fue más entusiasta. Desde los primeros conciertos, tanto la crítica como los programadores y un sector importante del público se volcaron en apoyarnos, y aquí costó un poco más. En el caso de la prensa fue evidente. Hombre, la verdad es que también aquí, en el País Vasco, hubo gente que apostó por nosotros, y en otros lugares (en algunos medios emblemáticos de Madrid, por ejemplo), pero en la prensa catalana fue unánime. Si a eso le sumamos el apoyo de un buen número de programadores y organizadores, pudimos ir dando conciertos, participando en proyectos, y el público (esa gran minoría a la que aspiro) se nos fue acercando. No haría comparaciones, pero está claro que en Cataluña tenemos, desde hace mucho, un interlocutor que se ha vuelto para mí imprescindible.

En la introducción del disco apunta ante el micro que en cuatro siglos se escribieron alrededor de cien libros en euskara, pero que desde el siglo XX las cosas han cambiado. ¿Percibe que le ha ido mejor a la literatura que al músico, que ciertas músicas aún tienen que luchar para asomar la cabeza?

Ciertas músicas y ciertas propuestas culturales (incluidas las literarias), cada vez tienen que luchar más para conseguir asomar la cabeza, y esto es lógico: a medida que el nivel cultural de una comunidad humana desciende, las propuestas de una cierta exigencia lo tienen cada vez más complicado. En cuanto a lo que preguntas entre literatura y música, hay otro factor importante: el escritor euskaldun, fuera de su ámbito lingüístico, tiene la baza de la traducción; y en la música, los euskaldunes la ofrecemos en una lengua que, además de no entenderse, tiene una musicalidad que al oído no habituado le resulta ajena, lejana.

El jazz es minoritario, casi no se venden discos; sin embargo los festivales grandes funcionan muy bien. Pero parece que no hay mucho compromiso mucho más allá de unas fechas… De otra parte, la canción de autor, intimista, como la suya, no tan lejana al ambiente y las formas del jazz, podría tener buena parte de ese público, en cierto grado maduro, pero no todo funciona como una buena ecuación, ¿no?

Sí, es cierto que los eventos, asociados a la promoción del turismo, parece que hoy funcionan bien en nuestras tierras, pero si nos quedamos en la cultura de los eventos, de las multitudes... cuidado. Dice Bruckner que allí donde el número triunfa, la moral capitula. Necesitamos también la otra cultura: la que ayuda a desarrollar la sensibilidad y el sentido crítico. En cuanto al público de jazz que se podría acercar a lo nuestro, lo que ocurre es que aquí apenas existe ese público. Yo he trabajado con naturalidad en Jamboree, he reinaugurado La Cova del Drac junto a Charlie Watts, he tocado en la Jazz Cava de Terrassa... pero aquí todo eso es impensable.

El público juvenil está tomando direcciones simplistas en ocasiones y extremas en otras. ¿Siente estar como en el medio? ¿Pero quizá feliz y cabreado, a la par, con su trabajo constante y dejando legado?

Sí, claro, algo de legado ya le gustaría dejar a uno, no vamos a engañarnos (sonríe), pero eso no está en mi mano. Yo trabajo mucho, publico discos, los defiendo en directo, intento ofrecer una obra de un nivel, desde una comunidad cultural y lingüística determinada, de la que me siento miembro y sucesor de otros... pero luego, lo que quedará o si quedará algo... a saber. De todas formas, me conformo con lo que voy viviendo, es un gran privilegio y hay que ser consciente de ello y agradecido. En cuanto a los jóvenes ¡vaya tema! ¿qué se puede decir que no suene a discurso del “abuelo cebolleta”? Para empezar diría que la infantilización de la sociedad que ciertos analistas y pensadores predecían hace un tiempo ya es evidente que está aquí, pero la culpa de esto no la tienen los jóvenes. Me parece que esa infantilización general tiene aspectos favorables: ahora vamos siendo menos rígidos y solemnes, nos damos menos importancia, pero tiene otros no tan favorables: por ejemplo, a la hora de plantear cuestiones profundas, de peso, que merezcan un análisis atento, sosegado y concentrado, la pérdida es grande, inimaginable hace unos años. Los jóvenes, en este contexto, en la música lo tienen difícil: todo está a su alcance, al instante y sin filtros. Aparentemente, es lo ideal, pero nada más lejos de la realidad: tenerlo todo es lo más parecido a no tener nada, y no disponer de filtros para acceder a lo que tiene calidad, hace muy complicado descubrirlo. De todas formas, veo en Euskal Herria a mucha gente joven muy interesante: Napoka Iria, Neighbour, Lou Topet, John Berkhout... y otros muchos..

En el disco colaboran tres voces. No acierto a dejar el vicio o la torpeza de comparar, pero interpretan tan bien que a uno le descolocan. En especial me ha gustado el estilo y la calidad de la leridana Meritxell Gené, no sé si por décimas. En «Tan petita» están como para ir a dúo de habitual. Claro, Feliu Ventura es un cantautor valenciano de alto prestigio. Y Mariona Castillo actriz y excelente cantante, ¡cómo vuela en «Benino edo Benito»!

Creo que los tres invitados están muy bien en el disco, efectivamente. La organización me sugirió que invitara a destacados artistas jóvenes catalanes para cantar fragmentos de mis canciones en catalán, y me decidí por ellos. A Meritxell la conocí en Borges Blanques (Lleida), y me pareció muy personal su propuesta. Feliu ya tiene una trayectoria importante en la canço, y a Mariona la conocí en mi estancia como profesor en la escuela de Paul McCartney en Liverpool, donde ella estudiaba. También ha comenzado a hacer cosas dentro de la canço.

¿Es ya un intérprete, compositor y acordeonista pegado a un pianista o puede cambiar?

Los discos guitarrísticos (los que descansaban armónicamente en la guitarra), tanto con Roberto Yaben como con Angel Unzu, me dejaron muy buen sabor de boca, pero ahora estoy con el piano, con Mikel Azpiroz, como en los últimos 90. Quizá sean ciclos, no sé.. Siempre me estoy preguntando qué ropaje me piden las canciones... De hecho, el que publicaremos en otoño será con un cuarteto de jazz, en el que el piano volverá a ser fundamental.

«Tengo ya las nuevas canciones del próximo disco, los arreglos, los músicos.... Todo está dispuesto»

El sonido del directo es brillante, impoluto… Su voz está tomada con mucho mimo, no sé si es su buen momento, el micrófono, la ecualización perfecta…

Angel Katarain me insistió mucho, y finalmente los últimos años llevo un micro propio (ríe de nuevo). Es cierto que allí miman los aspectos técnicos y todos los detalles alrededor de la propuesta escénica. Bueno, en realidad cuidan mucho todo lo relativo a la cultura y a la oferta cultural. David Trueba me decía una vez: «ahora que no nos oyen, son los más civilizados, en el mejor sentido». Alguno se me enfadará, pero qué le vamos a hacer: mi percepción es que aquí es más la reivindicación de la lengua por la lengua, y allí es la lengua, pero ligada siempre a la cultura. Por ejemplo, lo ocurrido con Oskorri, me cuesta imaginarlo allí.

Con «Mazisi okeita denbelek» se ha ido a la apertura del disco «Boza barruan», que cumplió el año pasado por noviembre 20 años. De «Kitarra bat nintzen» no hay ninguna, quizá por ser un disco con guitarra. Tampoco veo de «Ja ja…». ¿Quizá no todo es reversible?

La selección no fue fácil, no. Eran doce discos. Por un lado, les quise dar una cierta prioridad a los temas pianísticos, ya que el concierto iba a ser con Mikel Azpiroz, y no quería volverlo loco. Otros temas los adaptó él mismo de la guitarra al piano. Y claro, lo más complicado fue elegir. Hablamos de 120-140 temas, de los cuales, muchos de los más queridos los has tenido que ir apartando del repertorio para dar paso a otros nuevos. Eso fue bastante complicado...

¿Disco en estudio para 2016?

No, si todo va bien, quiero publicar en otoño. Realmente yo he continuado con mi ritmo habitual de trabajo durante todo este tiempo, y lo de Barnasants ha sido como un extra, un regalo puntual que me ha llegado de tierras catalanas. Pero eso no altera mi ritmo de trabajo. O sea, que tengo ya las nuevas canciones del próximo disco, los arreglos, los músicos... Todo está dispuesto.