Aritz INTXUSTA
HOMENAJE A LA FAMILIA SAGARDIA

LEGARREA, EL ABISMO DE LA MEMORIA

UN CENTENAR DE PERSONAS SE ASOMARON AYER A LA SIMA DE LEGARREA, EN GAZTELU. A ELLA FUE ARROJADA UNA MUJER Y SEIS HIJOS EN 1936 Y NO SE HA CONSEGUIDO TODAVÍA RECUPERAR LOS RESTOS. CASI 80 AñOS DESPUÉS Y COINCIDIENDO CON EL DÍA MUNDIAL DE LOS DESAPARECIDOS, SE LES RINDIÓ SENTIDO HOMENAJE.

Nadie diría, a simple vista, que la sima es tan profunda. El agujero, que no medirá mucho más de un metro de ancho, está casi tapado por las raíces de un enorme árbol. La boca de la cueva se encuentra ahora vallada con espino de tan oculta que está. En vertical, las dimensiones de Legarrea sí que impresionan. Es una chimenea de unos cincuenta metros, el equivalente a un edificio de veinte plantas.

Ayer, esos alambres de espino se cubrieron de banderas de Nafarroa, de ikurriñas, de banderas lilas feministas y de referencias a “La Sima”, el trabajo de Joxemari Esparza, en el que indaga lo sucedido. La ceremonia fue sentida y sencilla. Bastó con echar mano de un micrófono para amplificar la voz y colocar sillas para familiares y las personas de más edad. Pese a la sobriedad, hubo bertsos, se cantó una jota y dos mozas bailaron un aurresku ante el pozo. Además, la ceremonia terminó con los congregados cantando “Txoriak txori” y “Agur Jaunak”.

Unos a pie y la gran mayoría en coche, por lo empinado de las cuestas, cerca de un centenar de personas ascendió a la sima desde Legasa y desde Gaztelu. Quienes se acercaron desde este pueblo, del que era natural Juana Josefa, pudieron ver las ruinas de la choza del monte en la que malvivió con sus seis hijos hasta ser arrojados al agujero.

Un hueco en el cementerio

La historia de la familia Sagardia-Goñi es una de las más oscuras que se dieron bajo el amparo del terror de la guerra. Estando su marido y el hijo mayor fuera, Juana Josefa (embarazada) y sus hijos fueron expulsados del pueblo primero y lanzados al pozo después. Además de la atrocidad de los detalles, la particularidad del caso reside en su parentesco con el general franquista Sagardia (famoso por sus carnicerías en Catalunya), ya que el poderoso pariente presionó para que se investigara el horrendo crimen. Pero lejos de arrojar luz, las investigaciones policiales abundaron en lo irracional del crimen. No había política detrás, sino que las peores acusaciones que pesaban contra Juana Josefa era el robo de algún pollo o, simplemente, ser guapa.

La asociación memorialista Amapola del Camino se encargó de la organización del homenaje, que arrancó con ofrendas florales. En el aparatado institucional, hubo parlamentarios de EH Bildu (Dabid Anaut) y Geroa Bai (Virgina Alemán). La consejera María José Beaumont excusó su ausencia y envió a su secretaria con dos cartas. Una fue entregada a los familiares en recuerdo de la madre y los seis niños (Joaquín, Antonio, Pedro, Julián, Martina, José y Asunción). La otra misiva se entregó al Ayuntamiento de Gaztelu prometiéndole su colaboración.

Una emocionada alcaldesa de Gaztelu subió hasta Legarrea con un ramo de flores. Allí, Maite Urroz prometió que su pueblo hará todo cuanto esté en su mano para que se recupere la dignidad de la familia Sagardia. De hecho, Gaztelu tiene reservado un hueco en el cementerio para que, si los familiares quieren, se lleven allí los restos.

También intervino en el acto de memoria la periodista Zaloa Basabe, quien aseguró que Juana Josefa pagó con su vida el ser diferente y mujer, por lo que la reivindicó como un referente del feminismo.

Iñaki Egaña, de Euskal Memoria, entroncó el homenaje dentro del día de las Desapariciones Forzosas que promueve la ONU. Egaña recordó que en Euskal Herria hay más de 12.000 casos, más que en cualquier otro país. «Hay que trabajar para que las siguientes generaciones reciban un mundo mejor y una memoria recuperada es un elemento importante de ese mundo», aseguró el historiador.

Particularmente emotiva fue la intervención de Esparza, autor del libro que ahonda en lo sucedido. Según explicó, de todas las hipótesis sobre el motivo final del crimen, él se queda con que Juana Josefa pudo ser «la última sorgina». Y, emulando un ensalmo, denunció que fue «maldita entre todas las mujeres». Esparza insistió en que no se trata de buscar culpables, sino que «solo la verdad puede restañar las heridas».

Con el acto ya finalizado, decidió tomar la palabra una sobrina de Juana Josefa, que dijo a todos que les agradecerá «toda la vida» lo que hicieron ayer.