Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
Nusaybin

LA AUTONOMÍA SUBVERSIVA DE NUSAYBIN

La presión del Estado turco ha forzado a una decena de regiones kurdas a renegar de la autoridad central. Mientras el pueblo prosigue la lucha en la calle, los alcaldes y activistas kurdos que secundaron los autogobiernos están siendo arrestados y las cárceles se están llenando de nuevo de presos kurdos.

Una preciosa melena negro azabache, sonrisa cercana y un discurso subversivo. Estos son tres de los rasgos que definen a Sara Kaya, la coalcaldesa de Nusaybin. Los primeros los esboza Cengiz Kök, su compañero en la dirección consistorial. El último, se presupone. El Estado turco, la ha arrestado dos veces desde que declaró, el pasado 9 de agosto, la «autonomía democrática» en Nusaybin. Desde esa fecha, en la que trece localidades renegaron de la autoridad estatal, los alcaldes que secundaron los autogobiernos están siendo encarcelados. También aquellos representantes de organizaciones que apoyaron la propuesta, aparecieron en la fotografía o pronunciaron esas dos palabras en público. En este renacer de las tácticas de los años 90, las cárceles turcas, las mismas que nunca se vaciaron de reos kurdos, se están llenando de nuevo.

Según un informe de la Asociación de Derechos Humanos (IHD), más de 2.000 kurdos han sido arrestados desde que colapsó el proceso de paz entre el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y el Estado turco. La justicia turca considera que sus acciones son inconstitucionales al intentar atentar contra la integridad del Estado. Esto se traduce en la mayoría de los casos en una causa abierta por pertenencia o colaboración con una organización ilegal.

«Dicen que nos hemos levantado en contra la Constitución, pero hoy en día es Erdogan quien está haciendo esto al cambiar a un sistema presidencialista de facto. El resultado es que nuestro pueblo muere y es encarcelado y Erdogan, en cambio, queda como un héroe», asevera Cengiz Kök en la sede del Partido Democrático de la Regiones (DBP), la rama del HDP en el sureste de Anatolia.

Los estatutos con los que se formó el DBP contaron con el beneplácito de las autoridades turcas. Entre sus objetivos siempre resaltaron la creación de un estado descentralizado y la férrea convicción en las ideas de Abdullah Öçalan. Por eso no extraña que un retrato del encarcelado líder kurdo presida cada una de las habitaciones. «Estuvieron de acuerdo y ahora rechazan lo que antes aceptaron», repite este menudo político de 38 años. «Ahora dicen que esto es ilegal y que nuestra declaración intenta encender la mecha en Kurdistán norte ¿Por qué hace dos años no salió nada en contra y ahora sí?», se pregunta indignado.

Declaración unilateral

La diferencia estriba en que el DBP tenía como fin desarrollar este sistema autonómico con el beneplácito del Parlamento. Es decir, negociando. La represión en Kurdistán norte desencadenó la declaración unilateral de las «autonomías democráticas» que, con la ley en la mano, es anticonstitucional. En Viena, el colíder del HDP, Selahattin Demirtas, explicó que la situación actual no les ha dejado otra alternativa: «Los gobernadores –puestos a dedo por el AKP– dicen que nuestros alcaldes no pueden entrar en sus ciudades. Ahora le pregunto, ¿qué otra cosa podría haber hecho un kurdo además de declarar la autonomía?».

El precio de proclamar las «autonomías democráticas» era bien conocido de antemano, pero a los kurdos nunca les ha temblado el pulso cuando se trata de la obtención de derechos.

En los últimos 40 años han pagado su lucha con una de las caras de su particular moneda: la de la cárcel o la muerte. «Sabíamos que nos podían encarcelar. Las personas que participaron en la rueda de prensa han sido arrestadas poco a poco. Aquí han sido siete, pero serán más», augura Kök, quien reitera que «el pueblo kurdo ha vivido de todo y conseguirá sus derechos en 30 o 1.000 años».

El cerco turco se estrechó un poco más el pasado mes de setiembre. En su camino hacia la ilegalización de las figuras políticas kurdas, la fiscalía de Diyarbarkir lanzó una investigación contra Demirtas por «insultar a la nación» y «hacer propaganda de una organización terrorista». También han sido apartadas de sus funciones la coalcaldesa de Cizre, Leyla Imret, y Sara Kaya, quien continúa encarcelada en una prisión de Ankara.

El pueblo de Nusaybin ha manifestado su malestar por este tipo de decisiones. «Cada dos o tres días hay disturbios en la calle y no podemos salir de casa porque la policía ataca a cualquier persona. La culpa de todo esto es de Erdogan» dice Bahos, de 21 años y reticente a mostrar su verdadera identidad. «El Estado turco y sus políticos han traído la guerra aquí. Es injusto lo que se hace con nuestra alcaldesa y otros políticos kurdos», tercia Ahmet, un joven de 29 años que trabaja en un salón de videojuegos.

Las ideas de Öçalan

En 2013, el partido kurdo BDP –hoy bajo las siglas HDP– consideraba que una autonomía dentro del Estado turco no era una opción realista. Sin embargo, indicaba como factible una mayor descentralización que otorgase más poder a alcaldes y entidades regionales.

Cengiz Kök reconoce que las «autonomías democráticas» declaradas están ancladas en el ámbito teórico: «La práctica es ínfima porque el Estado nos presiona». «Aquí no ha cambiado nada, pero nos gusta este sistema porque tendríamos nuestros derechos y podríamos estudiar en kurdo», dice Arges, un joven de 19 años que no quiere revelar su verdadero nombre. ¿Por qué quieren este sistema? «Aquí el 91% somos seguidores de Öçalan y queremos sus ideas», sentencia Ahmet recordando el número de votos que obtuvieron Kaya y Kök.

El sistema deseado en Kurdistán norte es similar al asentado en Rojava y que parte de los postulados de Öçalan. Eso no significaría romper las actuales frontera. «Más bien sería dirigir nuestro futuro dentro del Estado turco», matiza Kök. «Queremos nuestro control porque ya sabemos qué sucede cuando quien manda es Ankara», dice Enver, un afable cocinero de 45 años.

Pero estos deseos chocan aún con el exacerbado nacionalismo turco inculcado desde las guarderías. «En Ankara no quieren entenderlo. Dicen que todo tiene que estar conectado, pero la cultura es diferente en cada región. El principal problema es con la gente que dirige el sistema turco, y cuando digo esto digo una sola persona, Erdogan, que parece querer convertirse en un dictador», espeta Kök.

La nueva ronda de elecciones legislativas previstas para el 1 de noviembre podría empeorar la actual coyuntura. El pueblo kurdo considera que Erdogan ha desatado esta guerra para obtener su sistema presidencialista. «Ha creado este caos solo por el poder», lamenta Enver. Para eso necesitaría que el Partido Democrático de lo Pueblos (HDP) no pasase el corte electoral.

Todos creen que el partido prokurdo pasará el umbral del 10% necesario para acceder al Parlamento turco. También las encuestas. De no suceder así, la sospecha sobre un fraude electoral podría incendiar Kurdistán norte. «Estoy en contra de la armas, pero si el HDP no está en el Parlamento vamos a ver ríos de sangre», dice preocupado Enver. «Sabemos que si esto sucediese sería un robo y todo lo malo del pasado volvería», aventura Bahos.

En cambio, hay quienes, como Ahmet, consideran que la espiral de violencia ya no se detendrá: «La situación actual no cambiará. El HDP y el PKK son diferentes y la guerra ya ha vuelto».

YDG-H: el autogobierno por la fuerza

De momento, este mes se ha producido el mayor ataque del PKK si atendemos al número de víctimas, 16. También, por primera vez desde 2011, el ejército turco ha enviado fuerzas terrestres a Irak.

La tensión crece y, tal y como deseaba Erdogan, los políticos kurdos se encuentran en una encrucijada: por un lado tienen que defender la integridad del Estado y por otro ayudar a su pueblo. Cengiz Kök repite que quieren un acuerdo por la vía política, pero, si no funcionase, que es lo que la dinámica indica, es consciente de que «el pueblo podría ver como único camino la autodefensa».

Este extremo ya está sucediendo en Yüksekova, Cizre o Silopi, en donde el Estado es incapaz de entrar en importantes áreas controladas por las milicias urbanas YDG-H, afines al PKK. En estas y otras regiones se están dando los casos más parecidos de autogobiernos efectivos dentro de Kurdistán norte. La fuerza de las armas está volviendo a ganar el pulso al ímpetu político.

En ciudades como Nusaybin las palabras podrían dejar paso a las balas si la cuerda se sigue tensando. Nusaybin es una ciudad conocida por su dilatada resistencia al Estado turco. Está situada a escasos metros de Qamishlo, la capital de Rojava. En 2013, los disturbios explotaron cuando el Gobierno construyó una verja para separar ambas ciudades. «Tenemos problemas solo con aquellos que nos maltratan», lamenta Ahmet mientras desdobla el periódico kurdo Ozgur Gündem. En la portada se puede leer que tres personas han fallecido en Cizre debido a los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y el YDG-H. Entre ellas un niño de 7 años.

Una semana después la situación es aún más preocupante. Muertes que suman decenas y el toque de queda en vigor durante ocho días. «Todos queremos la paz y sabemos que estos enfrentamientos perjudican a nuestro pueblo, pero la lucha del YDG-H es necesaria por la presión del Estado», continúa. «La gente está muriendo. Hay que parar y usar la vía política», repite Bahos.

Cengiz Kök teme que los ecos más turbios del pasado se asienten de nuevo en la región. Dice tener decenas de amigos que han muerto es estos 40 años. También dos hermanos que lo hicieron luchando con el PKK. «En cada familia la situación es parecida, pregunte si quiere. Hemos vivido asesinatos, torturas... nada de esto es nuevo. La gente reacciona de diferente manera cuando pierde la esperanza. Por eso todo puede explotar de cualquier manera y en cualquier lugar de Kurdistán».