Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
VULNERACIÓN DE DERECHOS EN EL SAHARA

Etxeberria y Beristain anuncian el hallazgo de cuatro fosas saharauis

El doctor en sicología social Carlos Martín Beristain y el presidente de Aranzadi Francisco Etxeberria anunciaron ayer el hallazgo de cuatro nuevas fosas en territorio saharaui que contienen los restos de cinco personas dadas por desaparecidas en febrero de 1976, aunque la muerte de una de ellas no estaría relacionada con el conflicto armado.

“Los otros vuelos de la muerte. Bombardeos de población civil en el Sáhara Occidental” y “Saber al fin. Fosas comunes, desaparición forzada y derecho a la verdad en el Sáhara Occidental” son dos piezas fundamentales para comprender el alcance de las vulneraciones de derechos humanos contra la población saharaui y el manto de silencio con las que han sido cubiertas.

Ayer, el presidente de Aranzadi, Francisco Etxeberria, y el doctor en sicología social, Carlos Martín Beristain, dieron a conocer junto al alcalde de Donostia, Eneko Goia, y responsables de Euskal Fondoa y el Instituto Hegoa, entidades que han respaldado esta investigación, el hallazgo de otras cuatro fosas en Río Amgala y Fadret Budreiga, en los territorios liberados saharauis, en cuyo interior estaban los restos de cinco víctimas, cuyos «fallecimientos se produjeron algunos con certeza y otros probablemente en febrero de 1976», según explicaron.

En el caso de una de las víctimas, han podido determinar, en base a pruebas genéticas, su identidad y que falleció por causas naturales durante el éxodo de sus familiares. Se trata de Aali Alamin, de avanzada edad y que tras enfermarse durante la huida, pidió a su familia que continuaran sin él. Su esposa lo dejó en un lugar protegido, confiando en poder volver. Poco después falleció. Otros beduinos que también huían encontraron el cadáver y lo cubrieron con una manta de cuadros, poniendo piedras alrededor para señalar la tumba. Por deseo de sus allegados, sus restos fueron trasladados a la zona de Fadret Leguia, donde en junio de 2013 fueron exhumados los de ocho beduinos, entre ellos dos menores, ejecutados en febrero de 1976 por tropas marroquíes.

En otros tres casos se ha acreditado la muerte de forma violenta de las víctimas, mientras que uno de los cuerpos hallados, correspondiente a una mujer, no parece estar relacionado con el conflicto armado.

También se han recuperado objetos y ropas habitualmente utilizadas por la población civil saharaui y municiones usadas por el Ejército marroquí.

Otro de los aspectos que aborda la investigación es el derecho a la verdad, sistemáticamente negado y obstruido por Rabat.

La aparición de los restos de los ocho beduinos en la zona de Meheris puso en evidencia la falsedad de las explicaciones facilitadas por las autoridades, que dijeron que uno de ellos era miembro del Frente Polisario fallecido durante un enfrentamiento militar. De uno de los menores llegaron a afirmar que se encontraba vivo en El Aaiún y de otros cuatro, que habían sido detenidos y trasladados a un cuartel en Smara, a 80 kilómetros del lugar donde aparecieron, y que murieron, sin precisar, «debido a las condiciones».

«Cosa que no fue cierta, porque fueron ejecutados in situ», recordó Beristain.

Etxeberria, por su parte, destacó que, en lo que concierne a los derechos humanos, «no hay distancia ni geográfica ni cronológica. «Si se trata de una vulneración de derechos humanos, nos tiene que importar por igual allá donde sea y quizás con eso se entiende esta cadena iniciada con el Instituto Hegoa, que cuenta con el apoyo de Euskal Fondoa y de varios ayuntamientos».

Los bombardeos de 1976, una historia oculta y silenciada

En mayo de 2014, un equipo médico coordinado por el jefe de traumatología del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla viajó a los campamentos de Tinduf para documentar el impacto de los bombardeos en los supervivientes. «Las personas heridas han sufrido en sus cuerpos las secuelas de la guerra como una huella imborrable. Son a la vez la prueba de las atrocidades cometidas y el testimonio de lo que no se puede olvidar», remarcó Carlos Martín Beristain. La mayoría de los supervivientes viven en la wilaya de Dajla, situada a más de tres horas del resto de los campamentos de Tinduf. «Ese lugar fue construido lejos de Tinduf, porque allí en ese momento había una base militar en la que aterrizaban aviones del Ejército argelino y el constante ruido de los aviones generaba pánico y terror en las víctimas que habían sobrevivido a los bombardeos. Construirlo tan alejado fue una manera de proteger a las víctimas de ese recuerdo permanente de lo vivido», señaló.

Esta investigación está recogida en el libro “Los otros vuelos de la muerte”, que, en palabras de Beristain, «no es una exposición el horror, sino la historia de un pueblo contada a través de los historiales médicos de las víctimas de esos ataques aéreos jamás reconocidos por Marruecos y que constituyen crímenes de guerra».

Denunció que «jamás una organización internacional ni la ONU han realizado una investigación sobre estos bombardeos contra la población civil».A. L.