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Críticas a Noruega por deportar a los refugiados a Rusia por el Ártico

Las deportaciones a Rusia de refugiados llegados a Noruega por el Ártico han generado polémica en este país y críticas de organismos internacionales. Los refugiados son dejados a su suerte en la misma ruta, con temperaturas que rondan los -30°C y con el riesgo de ser expulsados a los países que abandonaron para huir de la violencia o la miseria.

La vía para las deportaciones de los refugiados que llegaron a Noruega desde Rusia por el Ártico la abrió el Gobierno en minoría de derecha que aprobó hace dos meses, con el apoyo entre otros del opositor Partido Laborista, un endurecimiento de las leyes de asilo para frenar la oleada de refugiados llegados por el norte del país desde el verano, unas 5.500 personas (sobre todo sirios y afganos), cuando la media anual era de una veintena.

La nueva normativa, que permite devolver a Rusia a quienes tengan permiso de residencia o visado en ese país sin considerar su solicitud de asilo, empezó a aplicarse a finales de otoño, pese a las críticas del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), que considera que Noruega está poniendo en riesgo sus obligaciones.

Así fueron deportadas unas doscientas personas a Múrmansk (Rusia), que regresaron en bicicleta al lugar desde donde habían llegado semanas antes, por la prohibición rusa de pasar la zona fronteriza a pie y porque las autoridades noruegas detienen y acusan de tráfico de personas a quienes transportan refugiados en automóvil.

Hasta -30°C

La llegada del invierno, con temperaturas de hasta 30 grados bajo cero en la zona, y el plazo de medio año para las deportaciones acordado con Rusia han obligado a agilizar las expulsiones, lo que ha aumentado la polémica.

La Policía expulsó a trece personas el miércoles, pero los dos días siguientes tuvo que suspender las deportaciones, alegando retrasos en los trámites burocráticos y problemas de capacidad en las instalaciones rusas para refugiados.

Varias personas lograron escaparse del centro de acogida de Kirkenes (Noruega) el jueves, ayudados por la asociación «Refugiados, bienvenidos al Ártico», tres de cuyos miembros han sido multados.

En la lista para ser expulsados figuran familias con niños, entre ellos una niña autista de cinco años y un bebé de 18 meses, denunció esta organización, que tras difundir algunos casos ha conseguido que las autoridades accedan a revisar sus solicitudes de asilo.

«Algo está muy mal»

«Algo está muy mal, la gente está desesperada. Huyen de Kirkenes para evitar ser enviados de vuelta a Rusia», declaró Olav Øygard, obispo de la diócesis de Nord-Hålogaland.

Para evitar más incidentes la Policía detuvo a las 82 personas que permanecen en el centro de Kirkenes para su expulsión inmediata, lo que obliga a deportarlas antes de 72 horas o dejarlas en libertad.

«Tenemos un plazo vinculado al acuerdo de deportación que hace que debamos mantener un ritmo alto de envíos. Lo principal es que las autoridades de extranjería estiman que es seguro volver a Rusia» dijo el secretario de Estado de Justicia, Jøran Kallmyr.

La medida afecta solo a quienes tienen permisos o visados de larga duración, unas 700 personas, el 12% del total de refugiados llegados desde el Ártico, asegura el Gobierno de coalición entre conservadores y ultranacionalistas, que aprobó hace dos meses restaurar los controles fronterizos provisionalmente.

Acnur teme que, por su carácter sistemático, las deportaciones en la frontera afecten también a refugiados sirios, realmente necesitados de protección y recuerda que «Rusia aún no cuenta con un procedimiento de asilo que funcione perfectamente», por lo que se arriesgan a ser arrestados y su país de origen. En seis años, solo dos de los 5.000 sitios que solicitaron asilo lo consiguieron. «Es la ruleta rusa», sostiene.

Noruega recibió el año pasado a 31.145 solicitantes de asilo, una cifra récord para el país y que supone casi el triple que la de 2014, según datos oficiales.

Austria amenaza Grecia con excluirle de Schengen

La ministra austríaca del Interior, Johanna Mikl-Leitner, amenazó ayer a Grecia con una «exclusión provisional» del espacio Schengen si no refuerza sus controles fronterizos ante el flujo constante de refugiados. «Cuando un Estado del espacio Schengen no cumple durante tiempo con sus obligaciones y solo acepta la ayuda a regañadientes, entonces no está prohibido pensar» en esa medida, declaró Mikl-Leitner al del diario alemán “Die Welt”. A su juicio, es un «mito» la idea de que «la frontera grecoturca no pueda controlarse».

«La paciencia de muchos europeos ha llegado a su límite (...) Hemos hablado mucho, ahora hay que actuar. Se trata de proteger la estabilidad, el orden y la seguridad en Europa», insistió.

Los socios europeos acusan a Grecia, inmersa en una profunda crisis económica, de no hacer lo suficiente para proteger sus fronteras, principal puerta de entrada de migrantes en la UE. Pero, en diciembre, la UE ya descartó la hipótesis de echar provisionalmente a Grecia del espacio Schengen de libre circulación.GARA