EDITORIALA
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Europa prefiere muros antes que puentes

Recientemente un refugiado sirio de la ciudad de Hasaka declaraba que si escribías en Google «buscar refugio» en árabe, la respuesta más numerosa era Suecia. Este país escandinavo de 9,5 millones de habitantes es el destino preferido de los refugiados, en primer lugar, por una simple cuestión de número: no hay en toda la Unión Europea ningún otro país con más demandantes de asilo per capita. Fue el primero que instauró una política de puertas abiertas y concedió la residencia permanente a todos los refugiados que huían de Siria, muchos de los cuales tenían ya familia en Suecia. Comparativamente con sus países vecinos de Noruega y Dinamarca, su política de cobertura social para los refugiados era la más avanzada. Su reputación global, su imagen de apertura y tolerancia y el discurso de su Gobierno de coalición entre socialdemócratas y verdes resonaba esperanzador incluso en los confines de países desolados por las guerras y el hambre.

Según ha anunciado el ministro de Interior sueco, Andfers Ygeman, su país pretende ahora expulsar mediante aviones charter para su deportación a 80.000 solicitantes de asilo rechazados. Una cifra que supone aproximadamente la mitad del número de personas que pidieron refugio en aquel país en 2015. Con esta decisión, al menos simbólicamente, cae el mito de un país justo que ha sido un bastión ético para el refugio de los más necesitados, un guardián de la decencia y la honradez para con los refugiados. Y es que la justicia, a veces, no casa con la realidad.

Y esta indica que, salvo Alemania, en Europa se prioriza construir muros y barreras antes que puentes. Que la política europea frente a los refugiados es un fracaso, que la ausencia de un plan consistente es lacerante, que las cuotas asignadas son sistemáticamente violadas (también en Euskal Herria). En definitiva, que demasiados actores explotan su miseria y venden el mensaje de la agresión, la creación de un enemigo común a través de los inmigrantes y refugiados para mezquinos fines políticos.