Pablo GONZALEZ

Rearme militar ruso, ¿amenaza o vuelta a la normalidad?

Las operaciones militares en Crimea y Siria han demostrado la recuperación de capacidades operativas por parte de las fuerzas armadas rusas. A ello hay que sumar la modernización de equipos y los contínuos entrenamientos. Analizamos cuál es la realidad y el trasfondo de esa tendencia.

Las fuerzas armadas rusas se han convertido de nuevo en una importante herramienta de las autoridades rusas en su política internacional. Tanto como fuerza activa capaz de intervenir fuera de sus fronteras, como fuerza de disuasión ante posibles amenazas que puedan venir del exterior. Después de la drástica caída del gasto en defensa y las penurias económicas de los años noventa del siglo pasado, Rusia vuelve a tener unas fuerzas armadas que parecen estar más acordes a su ambición de potencia global.

En febrero de 2014 se produjo la intervención rusa en Crimea, que cogió por sorpresa a propios y extraños. En unas pocas horas los militares rusos, que no llevaban insignias de identificación, bloqueaban por completo las bases militares ucranianas por toda la península, allanando el camino para la integración del territorio en la Federación Rusa. A finales de setiembre de 2015 un contingente ruso empezaba a operar en Siria apoyando a Damasco en su lucha contra los insurgentes y los yihadistas del Daesh. Las fuerzas rusas han perdido de manera oficial menos de 10 hombres y dos aeronaves, un bombardero derribado por Turquía y un helicóptero por los insurgentes.

Si tomamos estos datos y los comparamos a la anterior intervención rusa en el extranjero, en 2008 en la Guerra de los Cinco días contra Georgia, la evolución de las capacidades rusas parece clara. Entonces Rusia perdió al menos 5 aviones y más de 60 soldados. Por todo ello, la OTAN, el principal bloque militar del mundo, ha empezado a ver a Rusia como una amenaza a su hegemonía, si no global, sí al menos en ciertos teatros de operaciones. Desde el comienzo de la crisis de Ucrania el bloque está tomando medidas para reforzar su presencia en el este de Europa y ha anunciado la ampliación de las fuerzas de reacción rápida hasta los 40 mil efectivos. Así mismo EEUU ha enviado militares y blindados, entre ellos tanques, a Polonia y los Países Bálticos.

Las capacidades operativas rusas van acompañadas de un serio rearme de sus fuerzas armadas. Así, solo en 2015 Rusia ha adquirido para sus fuerzas armadas 243 aviones y helicópteros nuevos (planeando otros 200 en 2016), más de mil tanques y otros blindados, más de dos mil vehículos de todo tipo, casi 150 sistemas de artillería, ha modernizado varias brigadas de misiles estratégicos y ha desplegado incluso dos nuevas. Para la flota ha botado 8 barcos y 2 submarinos. Además, Rusia ha llevado a cabo desde 2008 varias decenas de ejercicios militares, muchos de los cuales se han realizado por sorpresa y en algunos casos han movilizado a hasta 160.000 hombres.

Estas cifras parecen un serio desafío para la OTAN si no consideramos otros aspectos. El principal de ellos es entender de dónde viene Rusia en el plano militar. Desde 1991 y hasta 2008 las compras de material de defensa rusos eran prácticamente inexistentes y no bastaban ni para sustituir los ejemplares dados de baja. Rusia vivía de la herencia soviética y no había dinero ni para combustible para que sus pilotos pudieran entrenar.

En esa misma época el gasto en defensa de la OTAN seguía siendo importante y superaba al ruso en aproximadamente 20 a 1, siendo la diferencia actual aproximadamente de 10 a 1. Los países occidentales llevaron a cabo operaciones como las intervenciones en Yugolsavia, Afganistán o Irak, con despliegues complicados y costosos lejos de sus fronteras en los casos de países asiáticos.

desfase temporal

Tras ocho años de programa estatal de rearme, las fuerzas armadas rusas han conseguido, según su ministro de defensa Serguei Shoigu, que el porcentaje de armas consideradas modernas sea del 47 %. Es decir, solo la mitad del armamento ruso está al par del armamento OTAN más avanzado.

A ello hay que añadir que Rusia tiene, según diferentes estimaciones (por ser los números exactos secretos), cinco veces menos soldados, cuatro veces más tanques y aviones, y solo en cabezas nucleares se puede comparar al bloque Atlántico. Además los países de la OTAN tienen 912 millones de habitantes contra los 146 de Rusia, según datos de la ONU, y su economía tiene un PIB de algo menos de 33 billones de euros, por los 1,8 rusos.

Es innegable la supremacía de la OTAN en prácticamente todos los aspectos militares, sociales y económicos. Por ello la amenaza rusa en armamento convencional no es tal actualmente y solo la tenencia de armamento nuclear salva a Rusia de ser intervenida como muchos otros países. Aun así, y dado que en el continente europeo no hay ninguna potencia con las capacidades rusas, la OTAN necesita verla como amenaza renacida que le dé sentido a la existencia propia del bloque.

El hecho de que Rusia, la nación con las fronteras más largas del mundo y países vecinos como los de Asia central, con serios problemas de yihadismo, modernice sus fuerzas armadas después de 15 años de abandono y demuestre unas capacidades como las mostradas en Siria o en algunos elementos del conflicto híbrido de Ucrania, esté recibiendo la atención de la OTAN o de China, es normal. Pero de ahí a ser una seria amenaza al dominio atlántico en Europa hay una gran distancia.