Iñaki VIGOR
Periodista

Burgi guarda la memoria de los últimos almadieros navarros

«Yo soy el más joven de los almadieros que quedan». Lo dice Manuel Sanz, de Burgi, que acaba de cumplir 85 años. Todavía guarda muchísimos recuerdos de un oficio que aprendió muy joven, y cuyos secretos los ha transmitido a los jóvenes del pueblo.

El padre de Manuel fue almadiero, como lo había sido su abuelo y lo fue su hermano Juan, que tiene 90 años. Este oficio fue habitual en los siete pueblos de Erronkaribar, hasta que desapareció en 1952 debido a la construcción de la presa del embalse de Esa. Hoy en día apenas quedan cuatro o cinco almadieros vivos. Además de los hermanos Manuel y Juan, están José Francisco Pérez, de 88 años, y Tomás Sanz, de 94, también de Burgi. «Y creo que queda alguno en Izaba», precisa Manuel.

De muy joven ya iba al monte a cortar y preparar los troncos para las almadías, y con 16 años comenzó a llevarlas por el río Ezka hasta el Matral, el punto donde se unía al río Aragón, cerca de Venta Karrika. «Desde Burgi hasta allí hay unos 15 o 16 kilómetros. Dejábamos los troncos y volvíamos andando al pueblo para llevar más almadías al día siguiente», señala Manuel Sanz.

Una vez en el río Aragón, «se iban uniendo más almadías entre sí, para ahorrar, y las vendían en los pueblos de la Ribera». Los troncos eran sobre todo de pino, pero a veces construían las almadías con abetos de hasta 16 metros de longitud y las llevaban por el Ebro hasta Tortosa, y de allí hasta los astilleros de Cartagena para construir los mástiles de los barcos. «A mi padre sí le tocó ir hasta Tortosa –recuerda Manuel–, y luego había que volver desde allí al pueblo. Llevar las almadías desde el Matral hasta Zaragoza les solía costar ocho días».

Eran tiempos en que no había muchas opciones para ganar un jornal. En los valles del Pirineo navarro la mayoría de los hombres tenía que optar entre ser pastor o ser almadiero, entre el monte o el río, y Manuel eligió el río. «Era bastante peligroso y pasábamos mucho frío, porque había que bajar los troncos en invierno, cuando el río llevaba suficiente agua. Los almadieros teníamos fama de comer bien, bastante mejor que los pastores. En las balsas llevábamos migas, chulas, cordero, cabrito... y también comíamos en las posadas del recorrido».

La afición a las almadías le llegó desde que era un chaval, cuando se reunía con los amigos junto a la presa de Burgi para ver cómo bajaban los troncos por aquel peligroso tramo. «Los domingos salíamos de misa y nos poníamos allí para verles mejor. Era una gozada. Al saltar la presa, el agua les cubría más arriba de la cintura. Yo lo recuerdo como un espectáculo, como un deporte que merecía la pena verlo».

«Los jóvenes han aprendido muy bien»

Poco tiempo después era el propio Manuel Sanz el que saltaba la presa de Burgi encima de las almadías. «Empecé con 16 años y estuve bajando troncos hasta los 18. Nos poníamos un espaldero de piel de macho cabrío capado, un sombrero, abarcas y calcetines de lana, y llevábamos aparte unas alpargatas para poder volver andando desde el Matral».

Con el tiempo, Manuel Sanz llegó a ser presidente de la Asociación de Almadieros Navarros, que se creó gracias al empeño de Javier Beunza, un vecino de Zangoza que no se resignaba a perder este oficio para siempre. Fue entonces cuando se plantearon enseñar todos los pasos del oficio a los jóvenes del pueblo y dedicar un día al año a rememorar aquellos tiempos. Así surgió el Día de la Almadía, que ahora cumple un cuarto de siglo. «Yo he estado en todas las ediciones. En las primeras estábamos unos pocos, prácticamente solo los del pueblo, pero luego empezó a venir mucha gente. Yo enseñé a los jóvenes del pueblo a construir y conducir las almadías. Ahora hay una docena que han aprendido muy bien, porque han tenido buenos maestros. En Burgi es donde mejor se sabía hacer almadías, y además fue el último pueblo donde hubo almadieros. En el Valle de Salazar también hacían, pero allí se perdió unos diez o quince años antes que aquí», asegura Manuel.

A sus 85 años, espera con la ilusión de chaval la llegada del Día de la Almadía para rememorar viejos tiempos. «Lo más espectacular sigue siendo el salto de la presa. Este año también me asomaré allí para verlo».

 

UN CUARTO DE SIGLO MOSTRANDO UN OFICIO CONVERTIDO EN ESPECTÁCULO

Hace 45 años los hermanos Julio y Caro Baroja grabaron el descenso de una almadía por el río Ezka y la incluyeron en el documental «Navarra, cuatro estaciones». Durante unas horas convirtieron en improvisados actores de cine a cuatro almadieros de Burgi que conocían perfectamente un oficio cuya primera referencia documental, localizada en Nafarroa, se remonta a 1371. Aquel documental tuvo un gran eco, que se multiplicó en 1992, durante la Exposición Universal de Sevilla, con la difusión audiovisual del descenso de una almadía grabado el año anterior.

Fue entonces cuando se creó la Asociación Cultural de Almadieros Navarros, que ahora cumple 25 años organizando el Día de la Almadía y mostrando la espectacularidad de un oficio desaparecido. La llegada de los troncos a Burgi está prevista en torno a las 12.30 de este sábado. En esta ocasión los premios Almadía de Oro serán para el Comedor Social París 365 y para el tenor roncalés Julián Gayarre.I.V.