Mikel CHAMIZO
DONOSTIA
Entrevista
GABRIEL LOIDI
COMPOSITOR

«La historia de los balleneros está repleta de aventura, riqueza y muerte»

El compositor donostiarra Gabriel Loidi estrena hoy en Errenteria la obra «Balea», una cantata para soprano, barítono, coro y orquesta que pone música a la última caza tradicional de una ballena en el Cantábrico, en 1901 en Orio. Ana Otxoa, Jesús García Aréjula, la Orquesta de Euskadi y la Coral Andra Mari darán voz a esta partitura que refleja el heroismo, pero también los temores, de los balleneros vascos.

“Balea”, de Gabriel Loidi, es una descriptiva página musical en torno a la caza de la ballena que emergió en Orio el 14 de octubre de 1901. En sus treinta minutos de duración se alternan los episodios de heroismo, temor y reverencia por el animal. Se estrena hoy a las 20:30 en la Parroquia de Fátima de Errenteria, en la clausura del festival Musikaste, junto a obras de Vicente Goicoechea y el arreglo de “Gernika”, de Mikel Laboa, realizado por Ramon Lazkano.

Su trayectoria tiene más en común con la de un intérprete que con la de un compositor. ¿Cómo llegó a decantarse por escribir música?

Desde muy joven tenía claro que quería ser un músico integral, sin especializarme en un sola faceta de la música. Con 14 años hacía ya mis primeras composiciones mientras estudiaba la carrera de piano y después me fui a Londres a prepararme como concertista, pero siempre sin dejar de lado mi trabajo personal en la composición. Tampoco tuve nunca un profesor de composición concreto, me colaba ocasionalmente en las clases y seminarios pero siempre con la precaución de aprender lo fundamental por mi cuenta, pues creo que la composición es algo que no te pueden enseñar.

Al finalizar los estudios estuve bastante tiempo dando recitales de piano y música de cámara, pero progresivamente el deseo de componer fue imponiéndose a la interpretación hasta que compaginar las dos cosas se hizo cada vez más difícil. Así que decidí poner en primer plano la composición porque transcribir la música que hay en mi cabeza es lo que más feliz me hace.

¿Trata de inculcar la importancia de la composición a sus alumnos de música de cámara en Musikene?

No puedo hacer que todos mis alumnos compongan porque eso es algo que debe surgir de la necesidad personal. Pero les inculco que deben saber escribir, al menos, una cadencia de concierto y les hablo mucho de armonía, que está en todas las respuestas del fraseo de una obra musical. Intento que mis alumnos no sean meros emuladores humanos, que se saben su parte y ya está. Se nota mucho cuando un intérprete entra en las tripas de una composición.

 

¿Cómo nace la idea de escribir «Balea»?

Fue en un vuelo de Munich a Bilbo. En los aviones yo suelo tener vuelos paralelos muy espectaculares y en este en concreto me vino a la mente una idea que ya tenía casi olvidada: la de escribir la historia de la caza de la ballena en Orio. Durante el vuelo comencé a oír la música en mi cabeza y comencé a transcribirla allí mismo. Fue en noviembre de 2014 y según bajé del avión me fui directo a hablar con José Manuel Tife y Jon Bagüés –directores de Musikaste–, que enseguida dijeron que sí a la propuesta. 

No es la primera obra que escribe en torno a las ballenas.

Hace unos años escribí “Euskal baleazaleak”, la historia de los balleneros vascos para narrador, coro, quinteto de viento y percusión. En ella se cuentan los momentos más importantes de la historia de los balleneros vascos, desde que comenzaron a cazar ballenas en el cantabríco, luego en Terranova e Islandia, episodios como el de los 300 balleneros que murieron congelados, el robo de la técnica de caza por los holandeses, etcétera. Episodios de aventura, riqueza y muerte de la que fue la primera industria vasca a nivel europeo, ya que el aceite de ballena era el oro de los siglo XVI y XVII y los vascos, durante mucho tiempo, fueron los únicos que sabían cazarlas. 

 

«Balea» narra un episodio más concreto.

En efecto, tiene como tema la caza de la ballena de Orio, que es la última que se cazó en el Cantábrico de manera tradicional, con arpones y con txalupas, y no con las prácticas bárbaras que se emplearon más tarde, usando hasta bombas. Me atrajo el episodio porque cuando los balleneros iban a Terranova nadie les veía trabajar, eran sus historias las que llegaban al pueblo, pero la ballena que apareció en Orio propició que todo el mundo fuera testigo de la caza y que un párroco escribiera los versos que se han hecho tan famosos en la voz de Benito Lertxundi –Mila bederatzieun da lehenengo urtean / Maiatzaren amalau garren egunian / Orioko herriko barraren aurrian / Balia agertu zan beatzik aldian –. Que el pueblo estuviera presente me pareció muy inspirador desde un punto de vista musical.

 

¿Cómo se narra esta historia desde lo sonoro?

La obra empieza con el coro, que ejerce de narrador, declamando los primeros versos del poema. Acto seguido la orquesta aborda la introducción, en la que se retrata el fondo del mar y la ballena, que siempre está representada por el viento metal y es muy fácil de identificar. En un momento dado, la ballena sale a la superficie y es avistada por una mujer, María, la soprano. Empieza a gritar ‘Balea, balea!’ y corre a contarlo al pueblo, que al principio no le cree. María contacta entonces con Manuel Olaizola, el barítono, y este llama a cuatro patrones: Uranga, Atxaga, Manterola y Loidi. Sigue una descripción musical de la salida de las cinco traineras a por la ballena, en la que cada familia de las cuerdas representa a una de las traineras, en ritmos que se superponen como si fueran remando, mientras los marineros cantan ‘Arraun! Arraun!’. 

La segunda parte narra la propia caza; cómo las traineras van rodeando a la ballena mientras en el pueblo las mujeres cantan un Padre Nuestro por sus maridos e hijos; los intentos fallidos que hacen al principio, muy dramáticos, con toda la orquesta resonando; y los cinco arponazos letales que son también claramente audibles. Al final el coro vuelve a ser narrador y explica que la obra es un homenaje a todos los balleneros vascos que durante siglos arriesgaron sus vidas, pero también a la ballena que tanto nos ha dado. En la obra se enfrentan varios sentimientos ambivalentes: por un lado la valentía y los temores de los balleneros, pero también una gran lástima por la ballena.

 

¿Cómo es la obra en el plano técnico?

La obra, como curiosidad, tiene forma de ballena. En un plano estructural, la música empieza dibujando la cola y luego va subiendo hacia la cabeza, trazando la forma de una ballena. Y en el interior todo son ondas, como olas, botes u otras pequeñas ballenas. Dura alrededor de media hora y su lenguaje musical es difícil de describir, porque no es tonal pero la tradición subyace en ella, con el canto y la danza muy presentes. Para mí lo completamente nuevo tiene problemas de comunicación. Mi actitud es intentar comunicar algo nuevo, pero buscando lo que es común entre el público y yo, lo que está presente en nuestra memoria, que es la tradición. Ninguna música ha sido nunca completamente nueva, siempre ha sido una transformación de algo anterior. En mi música, incluso la más abstracta, siempre hay elementos y diálogos identificables, pero en el caso de “Balea” además hay letra y una historia que posibilitan que la comunicación sea incluso más clara. Quiero que el oyente pueda seguirme desde el principio hasta el final.

 

Es usted muy duro con la rama más vanguardista de la música contemporánea. ¿En qué están fallando los compositores?

Yo creo que ha llegado la hora de que todos los compositores nos pongamos como meta colectiva recuperar al público para la música de nuestro tiempo. No creo que le haga daño a ningún compositor pensar en cómo se recibe la música que hacemos y lo que tenemos en común con quienes nos escuchan. Eso no nos indica cómo hay que componer, las respuestas pueden ser muy diversas y yo no soy juez para decidir cómo hacerlo. Pero sería bueno que, pasada ya la segunda mitad del siglo XX, nos vayamos dando cuenta de que la música tiene que ser para establecer una comunicación y que, si no somos capaces de conectar ni siquiera con el público al que ya le gusta la música clásica, la música contemporánea quedará confinada en seminarios para compositores. Y mi meta no es escribir para compositores.