Rubén PASCUAL
ELECCIONES PRESIDENCIALES MEXICANAS EN 2018

El EZLN sacude el escenario presentando a una indígena

El anuncio del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y del Congreso Nacional Indígena de promover la candidatura de una mujer indígena a los comicios de 2018 supone un giro notable en el accionar de ese movimiento. Las reacciones no se han hecho esperar.

Dejó dicho el maestro ajedrecista Savielly Tartakower que la táctica consiste en saber qué hacer cuando hay algo que hacer, mientras que la estrategia estriba en saber qué hacer cuando no hay nada que hacer. Esta sentencia sería perfectamente aplicable al anuncio de impulsar la candidatura de una mujer indígena para la cita electoral de 2018 realizado por los zapatistas y el CNI en la clausura del quinto Congreso Nacional Indígena, el más importante del país, celebrado en San Cristóbal de las Casas (Chiapas), y que, entre los días 9 y 14 de octubre, reunió a representantes de más de 30 pueblos originarios de México e integrantes de la comandancia general del EZLN, entre ellos los subcomandantes Galeano (antes Marcos) y Moisés.

«Es el tiempo de la dignidad rebelde, de construir una nueva nación por y para todos, de fortalecer el poder de abajo y a la izquierda anticapitalista, de que paguen los culpables por el dolor de este México multicolor», señala la nota conjunta de ambas organizaciones, cuyo título, “Que retiemble en sus centros la tierra”, parafrasea el himno mexicano. En este caso, además, no se queda en una simple referencia, ya que la declaración ha sacudido el tablero político mexicano. Se trata, no en vano, de la primera vez en que el EZLN concurrirá a una contienda electoral desde que se presentaran ante el mundo aquel 1 de enero de 1994. Y eso rompe con toda una trayectoria histórica.

No es cierto, como muchos han remarcado a raíz del anuncio, que los zapatistas hayan sido un movimiento abstencionista. Nunca han instado a la abstención ni al boicot electoral, pero sí que hasta ahora se habían mostrado muy críticos con el sistema de partidos –dirigiendo, además, duras críticas a los candidatos– y habían rechazado participar en la vida institucional del país.

No obstante, han dejado claro que su lucha «no es por el poder, no lo buscamos», sino que llamarán a los pueblos originarios y a la sociedad civil a organizarse «para detener esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías, es decir, en la defensa de la vida de cada persona, de cada familia, colectivo, comunidad o barrio».

En el escrito ofrecen varias claves para entender el porqué de su decisión: «La ofensiva en contra de los pueblos no cesará, sino que pretenden hacerla crecer hasta haber acabado con el último rastro de lo que somos como pueblos del campo y la ciudad, portadores de profundos descontentos que brotan también en nuevas, diversas y creativas formas de resistencias y de rebeldías».

En esa línea, enumeran los agravios y amenazas que en diferentes estados enfrentan los pueblos indígenas, como la invasión y despojo de territorios para la privatización de los recursos naturales, la explotación minera y la construcción de presas hidroeléctricas y otras grandes infraestructuras.

«En nuestros pueblos nos construimos cada día en las resistencias por detener la tempestad y ofensiva capitalista que no cesa, sino que se vuelve cada día más agresiva y se ha convertido en una amenaza civilizatoria no solo para los pueblos indígenas y campesino, sino para los pueblos de las ciudades que también deben crear formas dignas y rebeldes para no ser asesinados, despojados, contaminados, enfermados, esclavizados, secuestrados o desaparecidos», añaden.

Está por ver, en caso de que la propuesta sea refrendada, cómo se materializa esta candidatura, cuáles son sus planteamientos más específicos y de qué manera será recibida por la sociedad –profundamente conservadora, patriarcal e incluso con ciertos tintes racistas para con los indígenas–, pero con este primer paso se aprecia un intento de abrir nuevas vías, no solo ante la envergadura de las amenazas, sino también para abrir nuevas oportunidades ante las evidentes limitaciones del escenario actual.

Por un lado, los «caracoles», los municipios libres y autogestionados fundados por el zapatismo en tierras chiapanecas, han sido y son, sin duda, una importante prueba de creatividad y una muestra de la manera de entender el poder político, el liderazgo colectivo, el mandar obedeciendo. Sin embargo, a 22 años del alzamiento armado que cautivó a buena parte de la izquierda occidental, los índices de pobreza entre los pueblos indios siguen siendo extremadamente elevados. Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social correspondientes a 2014, 8,7 millones de indígenas son pobres en México, de los cuales el 31,8% vive en la extrema pobreza.

Por otro lado, no se puede pasar por alto que la sociedad, erosionada por la violencia, la corrupción y la ausencia de alternativas reales, está cada vez más concentrada en grandes núcleos urbanos y que existen amenazas más globales, inherentes a las políticas neoliberales, a las que no se alcanza a dar respuesta en el contexto actual.   

El escrito ya permite atisbar que, en ese intento de «desmontar desde abajo el poder que desde arriba nos imponen», esta nueva vía puede –y debiera– servir de altavoz para poner en el centro del debate político las problemáticas de esos pueblos originarios a los que el EZLN ayudó con su alzamiento a dar visibilidad, pero a los que, a día de hoy, se les niega la voz en muchos ámbitos.

Señalaba Luis Hernández Navarro en “La Jornada” que no se puede hablar ahora de un salto a la política del movimiento zapatista, porque si hay algo que ese movimiento –al igual que otras organizaciones indígenas– ha hecho desde su surgimiento es eso, política, con sus aciertos y sus errores que, como es obvio, los ha habido. «Se puede o no estar de acuerdo en la política que han hecho, pero reducir la participación política a la acción electoral en una coyuntura es una tontería», añadía el periodista.

El tiempo dirá si la apuesta por una nueva estrategia ha sido eficaz. No se puede negar que el simple hecho de plantear su candidatura ha causado una oleada de reacciones en líderes y partidos de todos los colores. Eso ya es una victoria, a la que el EZLN se encargó, de la mano de Galeano, de responder en una nota posterior: «¿Qué tan sólido estará el sistema político mexicano y qué tan fundamentadas y consistentes son las tácticas de los partidos, que basta que alguien diga que está pensando algo, y que va a preguntar a sus iguales qué piensan de lo que está pensando, para que se pongan histéricos?».

 

La relación entre López Obrador y el zapatismo, centro de todas las miradas

Con el Gobierno priísta de Enrique Peña Nieto desacreditado y desgastado, los partidos se hallan ya inmersos en los preparativos para las presidenciales. En ese sentido, el solo anuncio del EZLN y el Congreso Nacional Indígena de impulsar la candidatura independiente de una mujer indígena no ha hecho más que subir un poco las revoluciones de ese motor que, ya en marcha, se dirige hacia la cita electoral de 2018.

Nada más conocerse esta decisión, todas las miradas se dirigieron hacia Andrés Manuel López Obrador, candidato a la Presidencia en 2006 y 2012 y que, salvo sorpresas, concurrirá también en 2018 como líder del Movimiento Regeneración Nacional (Morena). La relación entre el político tabasqueño y el zapatismo ha sido una historia plagada de desencuentros, principalmente desde 2006, cuando sectores de la izquierda responsabilizaron –aún hay quien mantiene esa posición– al EZLN de los resultados electorales, en los que, acusaciones de fraude mediante, Felipe Calderón fue elegido por un estrecho margen con respecto a AMLO. Aquellos días, en el marco de la represión de San Salvador Atenco, La Otra Campaña del EZLN criticó con dureza a todos los candidatos, pero en ningún momento llamó a no votar ni a hacerlo en un determinado sentido –una postura similar a la de 2012–.

Desde entonces se han llegado a escuchar disparates del calibre de que el EZLN fue un monigote creado por el expresidente Carlos Salinas de Gortari con el fin de servir a los intereses del stablishment y que solo aparece en los procesos electorales para dividir a la izquierda. Hay quienes, no mirando más allá de su propio ombligo, presentan a los pueblos originarios como seres maleables a los que se puede dirigir y se les niega de facto su capacidad de organizarse, tomar decisiones y definir estrategias.

El propio AMLO ha manifestado que esta candidatura indígena busca «hacerle el juego al Gobierno» y no han faltado voces que, en un ejercicio de soberbia y prepotencia, acusen al zapatismo de querer dividir a la izquierda, como si la representatividad de ese sector ideológico fuera monopolio de Andrés Manuel López Obrador de un modo exclusivo y excluyente.  

El sistema de partidos vive unos momentos muy bajos y el elevado abstencionismo de las últimas citas indica que hay una parte importante de los ciudadanos que no encuentra una candidatura que responda a sus necesidades.

Además, actitudes como las citadas en párrafos anteriores no son más que muestras del agotamiento del marco actual, que «retiembla» con solo ponerse encima de la mesa la posibilidad de una candidatura independiente surgida del movimiento popular, de la lucha indígena.R. P.