EDITORIALA
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EiTB: un debate que reúna a partidos, sector y sociedad civil

El debate sobre la radiotelevisión pública es una constante en la política vasca desde hace varias legislaturas y esta no será una excepción. Periódicamente parece que alguien por fin va a atender y responder de manera eficaz a lo que es evidente desde todo punto de vista: que EiTB tiene una crisis de modelo, que necesita urgentemente medidas porque no es ni eficaz ni eficiente –no logra sus objetivos socioculturales pese a gastar mucho– y que esas medidas deberían estar alineadas con una reforma más ambiciosa del Ente, una reconversión que irradie otros valores, servicios y expectativas a toda la sociedad vasca, desde sus partidos hasta el último oyente o telespectador. También debería contemplar a un sector de medios de comunicación que a duras penas sobrevive a su doble crisis: la particular de los medios, que comparte con la radiotelevisión pública –crisis del modelo de negocio, transición digital e irrupción de otros actores, cambios culturales profundos…–, y la general, que ha mermado sus equipos y amenazado su viabilidad. EiTB no debería ser un agente o competidor más, sino núcleo y motor de un sector que es industria cultural, pese a que no se le trate ni como lo uno ni como lo otro.

Históricamente, EiTB ha sido utilizada como arma arrojadiza, como elemento de presión y como divisa en las negociaciones y confrontaciones entre fuerzas políticas. En general, el PNV ha mantenido el control político, tanto a nivel burocrático como de línea editorial, mientras transaccionaba por un lado con el PSE cargos y cierto equilibrio de referencias socioculturales y negociaba por otro lado con la izquierda abertzale en temas sociolaborales y lingüísticos. El PP simplemente ha jugado a mantener su cuota en pantalla mientras promovía el desprestigio de profesionales y programas. El acuerdo entre PSE y PP en el mandato de Patxi López tensó más las cosas. El acoso al equipo dirigido por Alberto Surio tuvo su venganza cuando en la legislatura anterior el PSE pidió la dimisión de Maite Iturbe. Un serio error de cálculo de Idoia Mendia, que luego tuvo que sostener el «business as usual» con el PNV. Más allá de estos capítulos tragicómicos, lo cierto es que frente al pluralismo que debería guiar a un medio público, demasiadas veces ETB ha caído en el partidismo.

El resultado es manifiestamente insatisfactorio para todas las partes, tanto fuera como dentro de la casa. No cumple sus objetivos, empezando por los sociolingüísticos, con riesgo además de obsolescencia e inviabilidad.

Es cierto que, por ejemplo, las radios mantienen prestigio y datos, una tendencia acorde con las del continente, donde la radio sigue siendo el medio que más confianza genera en la ciudadanía. No obstante, el proceso del ERE de estos últimos años ha socavado algunas energías, un capital humano, un ambiente y un compromiso muy necesarios en una redacción. También parecía que tras aquellas impopulares medidas había un plan que se abortó nada más empezar. En este terreno también cabe mencionar la obcecación del anterior Gobierno de Urkullu al paralizar la regularización de las radios.

Por otro lado, las cadenas televisivas de EiTB caen en picado en share, pero se empeñan en maniobrar para maquillar datos en vez de en invertir y experimentar para mejorarlos. Es cierto que con más de un 70% del presupuesto comprometido antes de empezar el año, con una publicidad testimonial pese a tirar los precios y condicionar el mercado, la producción propia es casi imposible. El sistema clientelar que se ha formado en torno a ETB condiciona las opciones. Paradójicamente, los responsables del Ente tienen poca paciencia con algunas apuestas y pocas espaldas para sostener algunas de sus decisiones. Junto a grandes profesionales cohabita una casta de rentistas, según admite todo el mundo que conoce bien EiTB. La agenda la marcan cadenas españolas –en este momento especialmente “La Sexta”–, mientras la parrilla la llenan tertulias solo por ser lo más barato. Se salvan por los pelos los informativos, que junto con las campañas electorales –la última hasta la obscenidad– siguen siendo eficaces en su misión política. Ahora bien, la tendencia aquí también es negativa.

Por último, teniendo en cuenta la dimensión del medio no se entiende que los resultados en digital e innovación sean tan limitados.

Que nadie se engañe: hoy en día sacar adelante una radiotelevisión pública es una hazaña y nadie tiene fórmulas mágicas. Pero cuando los problemas, los señalados aquí y otros, son tan claros, no intentarlo y sostener la inercia no resulta una opción inteligente.