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TRUMP ASUME LA PRESIDENCIA DE EEUU

Trump se aferra a su mantra «EEUU primero»

Donald Trump se convirtió ayer en el 45 presidente de EEUU prometiendo, en un discurso con matices populistas, articular su política en torno a un solo eje: «Estados Unidos primero».

Con su mano izquierda sobre dos biblias –la heredada de su madre y la que usó Abraham Lincoln en su primera toma de posesión, empleada también por Barack Obama– y la derecha levantada, Donald Trump, que ganó las elecciones con una retórica antiélites tras una dura campaña, juró ayer en la explanada del Capitolio el cargo de presidente de EEUU con los niveles más bajos de popularidad de un mandatario, en torno al 42%. En esa misma ceremonia fue investido Mike Pence como nuevo vicepresidente.

En su primer discurso como presidente, el magnate neoyorquino anunció el comienzo de una nueva era que se caracterizará por la devolución del poder, secuestrado por el establishment de Washington, al «pueblo» –y no una transición entre administraciones o entre partidos– para «poner a Estados Unidos –y solo a EEUU, podría haber añadido– primero». Así, insistió en su lema de campaña de hacer «grande» a su país con medidas para crear empleo y reactivar la economía, pero sobre todo pidió a sus ciudadanos que compren productos nacionales y contraten a estadounidenses.

«A partir de ahora, cada decisión sobre comercio, impuestos, inmigración o asuntos exteriores se tomará para beneficiar a los estadounidenses», afirmó. Con la misma filosofía proteccionista y patriótica, prometió mantener buenas relaciones con otros países, pero primando siempre los intereses de los estadounidenses y con «total lealtad a Estados Unidos».

La victoria de Trump, que dejó atónito al planeta y ha causado inquietud, incluso entre los aliados de EEUU, está anclada sobre todo en los votos de una clase trabajadora que desconfía de los políticos tradicionales y que siente que la globalización le ha perjudicado, deslocalizando empleos en México o China.

No faltaron tampoco las referencias a la defensa de sus fronteras y al combate contra el «terrorismo», aunque no precisó cómo lo hará, prometiendo «erradicar completamente de la faz de la tierra el terrorismo radical islámico».

La de Donald Trump –aunque ayer llamó a la unidad por encima del color de piel– ha sido la investidura de un presidente estadounidense que más división ha provocado, lo que quedó también de manifiesto entre los miles de reunidos ayer, ya que no todos eran seguidores del magnate neoyorquino. Los que sí lo eran, con banderas estadounidenses, gorras rojas –icono de su campaña electoral–, sombreros vaqueros –inusuales en Washington– y camisetas con lemas contra Hillary Clinton, reiteraban su confianza en que cumplirá sus promesas y en que estaban asistiendo al comienzo de una nueva era.

«No es mi presidente»

Un poco aislado en medio de la multitud –mucho menor (800.000) que durante las investiduras de Obama (1.800.000)–, un joven agitaba un cartel con el lema «No es mi presidente». «Trump vive con la idea de que le encanta a la gente, así que le digo que le odio, porque sé que le molesta».

En su último tuit como presidente antes de marcharse de vacaciones con su familia, Barack Obama, cuya presencia en la ceremonia de ayer fue también muy aplaudida, escribió: «Yo no me marcho, me quedo aquí con ustedes, como ciudadano».

Tras jurar el cargo en el Capitolio, Trump firmó sus primeros decretos presidenciales y documentos legislativos. Entre ellos, la exención legislativa aprobada por el Senado a la ley que prohíbe a un militar retirado hace menos de siete años, como es el caso de James Mattis, apodado «Perro Loco», encabezar el Departamento de Defensa, lo que allanó el camino para que ayer mismo fuera confirmado como jefe del Pentágono. Además, firmó el decreto por el que hace oficial que el día de ayer sea el Día Nacional del Patriotismo.

Rodeado de algunos de sus asesores y familiares, bromeó mientras firmaba la exención de Mattis. «Pensé que era la ley sanitaria», ironizó al aludir a la derogación que ha prometido de la reforma sanitaria de Barack Obama.

La jornada se cerró con el desfile de investidura por la Avenida Pensilvania de Washington desde el Capitolio hasta la Casa Blanca. Es tradicional que el mandatario recién investido se baje en alguna ocasión de su automóvil para saludar a los asistentes que se agolpan en los laterales de la famosa avenida, donde precisamente se ubica el hotel del multimillonario neoyorquino. Y fue justo en ese lugar donde Trump se apeó de la limusina.