Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevista
MAREN ADE
DIRECTORA DE CINE

«Las dinámicas que se dan en torno a la familia son difíciles de controlar»

Nacida en Karlsruhe en 1976, se ha consagrado internacionalmente con «Toni Erdmann», su tercer largometraje. Tras ganar con él el Premio FIPRESCI a la mejor película del año, parte como favorita para el Óscar a la Mejor Película Extranjera después de haber arrasado hace un mes en los Premios del Cine Europeo donde consiguió los galardones de mejor película, directora, actor, actriz y guion original.

«¿Eres feliz?». Esa es la pregunta que Winfried Conradi, un epicúreo profesor de música, le formula a su hija Inés, una joven ejecutiva que trabaja para una empresa multinacional con sede en Bucarest cuya solvencia profesional está imbuida de una rigidez y de una frialdad aparentes que asustan a su progenitor. A partir de ahí lo que sigue es un intento de acercamiento entre ellos mediante personaje interpuesto, pues Winfried lo que hace es desarrollar un grotesco alter ego con el que subvertir los formalismos que parecen guiar la relación padre-hija.

«Toni Erdmann» habla sobre nuestra falta de libertad para elegir el personaje que queremos ser. ¿Ese desajuste entre nuestra esencia individual y el rol social que se nos atribuye conduce a la frustración?

Sí, yo creo que sí. Desde el principio me tentó la idea de desarrollar dos personajes que fueran prisioneros de sí mismos y de mostrar sus esfuerzos por liberarse. Por eso, la tentativa de Winfried por acercarse a su hija está guiada por el deseo de ser otro. Juega con su forma exterior y se inventa un personaje mientras que ella, sin ser consciente, tiene también muchas facetas que ofrecer. Creo que todos atesoramos un gran número de perfiles, el problema viene dado por las tensiones entre lo que queremos ser y lo que debemos ser. Eso nos pone en la tesitura de tener que elegir.

 

En el filme también disecciona las disfunciones que acontecen en el núcleo familiar. ¿Cree que la familia es una institución que mantiene su valor?

Para alguien como Inés la familia representa un modelo ya superado, porque al no haber participado en su construcción ese espacio de confort que procura la institución familiar para ella es algo que viene dado de serie. Busca realizarse a través de su trabajo y tejer relaciones de afinidad fuera de lo que representa el hogar. Lo cierto es que la familia, tal y como la hemos conocido, puede ser considerado un ente demasiado estático y a veces es necesario escapar del rol que te asignan como miembro de un clan. Las dinámicas que se generan en torno a la familia son muy difíciles de controlar.

 

¿Hasta qué punto cabe asumir su película en términos de conflicto generacional?

El personaje de Winfried representa a una generación de alemanes que creció teniendo un enemigo muy definido en la generación que les precedió, eso les hizo desarrollar una línea de actuación política muy clara en contra de cualquier atisbo de autoritarismo. Querían asegurarse de que algo como el nazismo jamás volvería a darse en Alemania. De ahí que educasen a sus hijos en valores como la solidaridad, la multiculturalidad y en la creencia de un mundo sin fronteras. Pero claro, todos esos valores también abrieron la puerta a una variante del capitalismo como es la globalización. Ver a su hija estresada trabajando en el extranjero para una multinacional representa confrontarse con una perversión de sus convicciones. Eso justificaría también su necesidad de rebelarse. Quizá su error es pensar que Inés no es plenamente consciente de su rol social. ¡Claro que lo es! Sus actuaciones son producto de las decisiones que ella misma ha adoptado, probablemente apelando a un cierto nihilismo, pero aun así es su elección y necesita que su padre la respete.

¿Hay elementos autobiográficos en el diseño de ambos perfiles?

En un sentido estricto no, pero sí es cierto que algunas de las cosas que hace Winfried yo se las he visto hacer a mi padre. Como eso de ir con una dentadura falsa en el bolsillo y ponérsela para provocar desconcierto, por ejemplo, en la camarera que le traía el café. Nunca me avergonzó aquello porque cuando mi padre empezó a hacerlo yo ya era adulta. Supongo que si siendo adolescente le hubiera visto hacer aquellas bromas me hubiera dado un apuro tremendo (risas). Para el personaje de Winfried también adopté otras referencias como la del cómico Andy Kauffman y la de su alter ego Tony Clifton, un personaje que Kauffman desarrolló como si directamente se tratase de otra persona.

 

¿Cómo fue el proceso de construcción de los personajes? Porque sobre ellos recae buena parte del peso de la película.

La dificultad para construir el personaje de Winfried estuvo en esa dualidad que acabo de comentar. Con Peter Simonischek [el actor que lo interpreta] trabajamos pensando que siempre estábamos en la cuerda floja y que si no lográbamos armonizar ambos perfiles la película cojearía y la historia quedaría reducida a su mínima expresión. Respecto del personaje de Inés tuve mucho cuidado de evitar el arquetipo. No me interesaba mostrarla como la típica mujer sometida a una disciplina empresarial dictada por los hombres, quería ir más allá y retratarla como un ser libre cuya manera de actuar es producto de sus decisiones y no de imposiciones. Para construir estos personajes y esta película nos obligamos a buscar un equilibrio permanentemente.

 

Justamente el encanto de «Toni Erdmann» está en la sencillez de una historia que, sin embargo, encierra un enfoque terriblemente complejo sobre las relaciones humanas. ¿Cómo trabajó ese equilibrio?

Muchas de las cosas que acontecen en la película pertenecen al ámbito de lo cotidiano. No obstante, me interesaba explorar todo lo que subyace bajo esa aparente banalidad, penetrar en el mundo de los sentimientos, de los secretos, de aquello que rara vez manifestamos. Pienso que una simple mirada, en su sencillez, puede atesorar un tremendo significado. En este sentido, más allá de ser catalogada como una comedia o un drama, pues de ambos géneros bebe, mi película funciona como una historia de amor, ya que trata de dos personas que están buscando la manera de encontrarse.

 

A la hora de armonizar la historia, ¿trabajó sobre un guion cerrado o tuvo en cuenta la contribución de los actores?

La verdad es que no dejo mucho espacio a la improvisación. Obviamente me interesa obtener reacciones de los actores y como tal permito que ellos hagan sus aportaciones, pero antes de empezar el rodaje me gusta marcarles el territorio. De esta manera ellos saben hasta donde pueden llegar. En ocasiones, es cierto, que me descubro riendo ante ciertas ocurrencias de los actores, pero luego pienso que lo que me hace gracia en un momento puntual no puede contravenir todo el trabajo previo de planificación de la película, que es el fruto de un proceso de reflexión muy arduo. Nunca me fío de las cosas que, de repente, me seducen o divierten.

 

Cuando recibió el premio FIPRESCI en el último Zinemaldia, al que no pudo asistir, mandó un mensaje poniendo en valor el hecho de que era la primera mujer directora en recibir este galardón. ¿Cree que las mujeres lo tienen más difícil a la hora de dirigir cine?

Creo que las dificultades son parejas pero el reconocimiento no. Hay unos reconocimientos que parecen reservados para hombres y otros para mujeres. A nosotras se nos reconoce, por ejemplo, la capacidad para conciliar nuestro trabajo con la vida familiar, como si esta fuera una competencia exclusiva de las mujeres. A mí me gustaría que los periodistas empezasen a preguntar a los directores cómo llevan ellos esa conciliación porque hay muchos hombres trabajando en el cine a los que su labor les obliga a permanecer temporadas prolongadas fuera de casa sin ver a sus hijos. Yo es un tema que hablo con mis compañeros del equipo de rodaje y me consta que no es fácil tampoco para ellos.

¿Pero no siente que una mujer está siempre más exigida profesionalmente que un hombre? De hecho el personaje de Inés es un ejemplo de ello.

Sí, lo está, pero como te dije antes, mi pretensión no fue construir un personaje femenino ajustado al cliché. Simplemente pensé que la película funcionaría mejor mostrando la relación entre un padre y una hija que entre un padre y un hijo. Si el personaje de Inés hubiese sido un hombre, de entrada a su padre no se le ocurriría preguntarle “¿eres feliz?” y mucho menos ir a otro país a visitarle. Para un padre un hijo no necesita protección, una hija sí (risas). Dicho lo cual, pienso que tanto para las mujeres como para los hombres la auténtica liberación comienza cuando impiden que otros tomen decisiones por ellos. En este sentido, el momento de mayor rebeldía de Inés en la película tiene lugar en la improvisada fiesta nudista que monta en su apartamento.

¿Cómo encaja el éxito internacional que está teniendo «Toni Erdmann»? ¿Se esperaba toda esta repercusión?

Cuando estoy en mitad de un rodaje tengo bastantes vetas de mineral que explotar como para andar pensando en los beneficios que me va a reportar su comercialización (risas). Los Festivales son interesantes en la medida en que impulsan tu película y, en este sentido, en Cannes, cuando concursó, percibí muy buenas vibraciones. Creo que la pureza de los sentimientos que hay entre los dos protagonistas, la constelación que van formando, es un argumento de alcance universal y parte de la buena acogida que el filme ha tenido fuera de Alemania se debe a eso, a que cualquiera puede reconocerse en esta historia.