T. FERNÁNDEZ
DONOSTIA

El papel de la industria en EEUU no es el que intenta vender Trump

El nuevo inquilino de la Casa Blanca ha convertido el lema «America first (EEUU primero)» en la enseña de su particular cruzada contra sus principales rivales –o socios, según se mire– comerciales. Pero la manufactura –la transformación de materias primas en productos terminados– hace tiempo que no es el motor de la economía estadounidense.


Antes y después del 8 de noviembre, muchos medios de comunicación intentaron explicar el respaldo de ciertos sectores populares a Donald Trump incidiendo, entre otros asuntos, en el desolado paisaje industrial de ciudades como Chicago o Detroit. Ciertamente, las grandes urbes manufactureras han perdido peso específico en la economía estadounidense y muchos de sus habitantes se han visto sumergidos en la pobreza tras ser excluidos de la clase media o, al menos, del sueño de poder ingresar en ella a corto o medio plazo.

Pero responsabilizar de esta evolución a la deslocalización de una parte de la producción de las multinacionales –como las “Tres grandes” del automóvil: Ford, General Motors y Chrysler– es pecar de demagogia o de falta de cultura general. Como se observa en la imagen anexa elaborada por Graphic News, la pujanza industrial de EEUU alcanzó su apogeo a finales de la década de los 70.

El espectacular declive del sector en términos de empleo comenzó a principios de este milenio y vino precedido de dos acontecimientos de muy distinta índole: la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés) y la irrupción en el mercado globalizado de una inmensa mano de obra asentada en China, India y los estados del antiguo bloque soviético.

En el caso del acuerdo con México y Canadá, es difícil creer que EEUU no defendiera sus intereses “nacionales” y que George Bush estampara su firma en un texto de este tipo para perjudicar a la industria de su país.

Por tanto, es la irrupción de las potencias emergentes el factor externo que más ha influido en la evolución del empleo manufacturero en EEUU.

Contra unos y otros, Trump quiere dirigir una batería de medidas proteccionistas para relanzar el espíritu del “America first” (EEUU primero).

Trasvase hacia otros nichos

No obstante, como recuerdan los expertos consultados por Graphic News, la principal razón que explica el declive a largo plazo del empleo en el sector manufacturero es el trasvase de puestos de trabajo hacia otros nichos del mercado laboral.

Así, en 1950 la industria empleaba a 13,16 millones de estadounidenses, mientras que el resto de su economía albergaba a 30 millones. En cambio, a finales de 2016 eran 12,27 millones en las manufacturas, de un total de 133 millones de empleos en el conjunto del país. En términos porcentuales, ha pasado de representar el 30% del empleo total a mediados del siglo XX a solo un 8% en la actualidad.

Y si nos ceñimos a la etapa que va desde 1979 –cuando la industria llegó a sostener 19,55 millones de empleos– a 2016, hay que subrayar que frente a la pérdida de 7,2 millones de empleos, la economía de EEUU creó otros 53 millones. Evidentemente, esos nuevos puestos de trabajo se han creado en otros sectores y son los que han levantado, por ejemplo, las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley o, incluso, las entidades financieras que tanto tuvieron que ver en el estallido de la Gran Recesión hace menos de una década.

Esto ha sucedido mientras, desde finales de los 90, la mano de obra globalizada ha pasado de cerca de 1,46 billones de personas a 2,93 billones.

Y también conviene destacar que, según publicó ayer mismo el Departamento de Trabajo, EEUU cerró el mes de enero con una tasa de desempleo del 4,8%.

 

Stiglitz previene del círculo vicioso del proteccionismo

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz es uno de los expertos que están poniendo en tela de juicio la tesis, defendida por Donald Trump, de que las medidas proteccionistas pueden favorecer a la clase trabajadora de EEUU. “Le Monde” le entrevistaba en su edición de ayer y recordaba que hace tiempo que él denuncia los excesos de la globalización porque aumentan las desigualdades.

Cuando le preguntan si «el proteccionismo propugnado por Trump puede ser una solución», el profesor estadounidense responde: «No. Lo irónico es que las personas que más han sufrido en estos últimos 25 años serán sus primeras víctimas. El programa de Trump corre el riesgo de crear un círculo vicioso. Al reducir los impuestos a los más ricos, aumentará el déficit. Ese déficit tendrá que ser financiado con la entrada de capitales extranjeros, lo que hará subir al dólar, al igual que las restricciones al comercio que quiere imponer. Entonces, un dólar fuerte penalizará duramente al sector industrial exportador. Trump quizás salve unos cientos de trabajo convenciendo a las fábricas de no deslocalizar, pero eso no compensará los empleos perdidos». GARA