Víctor ESQUIROL
LA CURA DEL BIENESTAR

En el centro de rehabilitación del miedo: el terror como causa y consecuencia

L a carrera de Gore Verbinski se confirma, película a película, como una de las más fascinantes que nos haya dado Hollywood en los últimos tiempos. Mal considerado por algunos como una mera pieza más en el engranaje de la factoría de sueños, la realidad es que con el paso de los años, dicho cineasta ha ido construyendo un universo propio totalmente reconocible y, por ello, distinguible del de una legión de imitadores que se han quedado a años luz de reproducir sus logros. Todos estos nos llegan, normalmente, desde la liga de las súper-producciones, lo cual para nada implica que detrás de las cámaras se encuentre alguien deseoso de complacer la voluntad de los productores.

Al contrario. No hay más que ver la deriva que han tomado sus últimos proyectos. Y es que quien a principios de la anterior década marcara la línea a seguir en el cine comercial de aventuras (“Piratas del Caribe”) y de terror (“The Ring”), ahora da síntomas de haberse desentendido de las necesidades del gran público. ‘El llanero solitario’ fue un fracaso comercial y ‘La cura del bienestar’ va por el mismo camino. Será por el cambio de tendencias que refleja el espectador medio; será porque Verbinski ya no engaña a nadie y ya no puede (o quiere) ocultar que es un autor como la copa de un pino.

Sea como fuere, es de agradecer que siga habiendo valientes (o insensatos) que le paguen sus lujosas y estimulantes aventuras. En la que ahora nos ocupa, el director de Tennessee cruza medio mundo para llevarnos a los Alpes suizos, lugar ideal para desconectar de la vorágine del mundo moderno... y zambullirse en las aguas sanadoras de un balneario que pone los pelos de punta. En este escenario, Verbinski firma una joya. Una película de género en que el terror es total. Tanto, que impregna por igual a forma y contenido. Hasta ahogarlos en una pesadilla filmada inolvidable.