D.G.

JAZZ PARA MODERNOS Y TARTAMUDOS

A PESAR DE SU JUVENTUD, LINDA MAY HAN OH HA TOCADO CON PAT METHENY, JOE LOVANO Y UNA LARGA LISTA DE NOMBRES ILUSTRES DEL JAZZ. SU MÚSICA NO TIENE NADA EN COMÚN CON ELLOS.

Una jornada más, resulta evidente que la respuesta del público que acude al Teatro Principal cada tarde valida con nota la sección Jazz del Siglo XXI. Un certamen que esta vez hizo honor a su nombre como nunca, con la participación de la bajista Linday May Han Oh, malaya aunque residente en la Gran Manzana. A sus treintaitrés años, Linda May tiene ya a sus espaldas un currículum de colaboraciones impresionante: Steve Wilson, Vijay Iyer, Kenny Barron, Geri Allen, Terri Lyne Carrington… La suya es una propuesta moderna, valiente y personal. Exige del espectador toda su implicación, no es un plato fácil de digerir dadas las atípicas estructuras de las composiciones, que buscan sus referentes tanto en el jazz como en otros formatos de música experimental contemporánea. Casi podría encajar en un escenario menor del Primavera Sound, y resulta muy original en algunos tramos del concierto, pero no termina de definirse por completo. Apunta hacia muchos sitios, resulta evocadora y desafiante… aunque sin acabar de concretar su objetivo.

La bajista –más concisa y poderosa con el bajo eléctrico que con el contrabajo–acometió el tema de presentación en solitario, para luego dar la bienvenida sobre el escenario a Ben Wendel al saxo tenor, el guitarrista Matthew Stevens con la guitarra y Arthur Hnatek a la batería, demasiado atento al atril. Ver en un concierto de jazz una Fender Telecaster y pensar en Marc Ribot es todo uno, y algo de eso pudo oírse allí, entre sombras de John Zorn, Dave Douglas o Reid Anderson. Aparentemente tímida y menuda, Linda May se esmeró por hacerse entender en castellano y crear una atmósfera más receptiva hacia su música. El público le premió con complicidad y una buena acogida. Pero tal vez el transcurso del concierto pueda resumirse mediante la escucha de “Speech Impediment”, un tema de métrica irregular y seguramente el más logrado e interesante de todo el lote: este ilustra la impotencia de un chico tartamudo incapaz de declararse a su amada, la misma fluidez de la que a la postre adoleció el concierto. Se despidieron con “Western”, la canción que también sirve para cerrar el álbum “Walk against the wind”, recién editado en un novedoso formato que respeta el medio ambiente. Artistas consecuentes y comprometidos –consigo mismos, con su música y con lo que les rodea–, transitando el camino menos fácil y trillado de todos. Caminar contra el viento, es lo que tiene.