Mikel CHAMIZO
DONOSTIA
Entrevista
YI-CHEN LIN
DIRECTORA DE ORQUESTA

«La ausencia de mujeres en la dirección de orquesta ya no es un tema candente»

Aunque Yi-Chen Lin nació en Taiwan, su formación musical se desarrolló íntegramente en Europa. Tras despuntar con el violín y el piano, centró su atención en la dirección de orquesta, que ha estudiado con maestros como Zubin Mehta, Alberto Zedda, Bernard Haitink o David Zinman.

Tras el ensayo general del viernes y el estreno del domingo, Yi-Chen Lin volverá a comandar hoy a la Orquesta Sinfónica de Euskadi y el Coro Easo en la última función de “Las bodas de Fígaro” de Mozart, título escogido por la Quincena Musical para su cita anual con la ópera. Lin, a sus 32 años, es una de las directoras de orquesta más destacadas de su generación. 

 

Hace un año pasé un mes en Asia y en ese período de tiempo vi más mujeres dirigiendo orquestas y coros que en 20 años en Europa. ¿Está más asentada la figura de la directora de orquesta en Asia que en el resto del mundo?

No lo creo. Es verdad que, empezando desde mi generación, hay cada vez más mujeres que se dedican a la dirección en Asia, pero lo mismo ocurre en Europa, yo al menos veo muchas colegas a mi alrededor. Cuando yo realicé mis estudios en Viena, hace siete años, eramos solo tres mujeres aspirantes a directoras en una clase de treinta personas, pero hace poco volví a visitar el centro como posgraduada y las alumnas ya habían ascendido a la mitad. El panorama está cambiando muy rápido, y de hecho muchos kapellmeister en Europa Central ya son mujeres. La poca presencia de mujeres en el ámbito de la dirección no es un tema tan candente como hace diez años, y cada vez lo será menos porque se está normalizando muy rápidamente.

 

Nació usted en Taiwan. ¿Comenzó allí sus estudios musicales?

No, mi formación es puramente europea, porque mi familia se trasladó a Viena cuando yo tenía ocho años. Mis padres se conocieron en esa ciudad cuando ambos estudiaban sus respectivas carreras de música, se enamoraron y mi madre decidió establecerse allí. Pensaba pasar en Viena solo un par de años, pero al final se quedó indefinidamente, así que todos mis estudios básicos y musicales los he realizado en Austria.

 

Comenzó tocando el violín y el piano, instrumentos con los que llegó a ganar varios concursos. ¿Los ha dejado a un lado para dedicarse a la dirección?

En absoluto, sigo tocando, aunque ya no doy tantos conciertos como antes. Mi marido es violinista, concertino de la Orquesta de la Tonhalle de Zúrich, y le acompaño a menudo en recitales y haciendo música de cámara juntos.

 

Violín y piano son, precisamente, dos instrumentos que debe dominar muy bien cualquier aspirante a director de orquesta.

Sin duda. Para cualquier director es algo elemental poder tocar el piano, porque entre todos los instrumentos es el más armónico y el que posee un rango mayor de tesituras y colores. Se adquiere un buen sentido de la armonía tocando el piano, algo muy práctico si quieres ponerte al frente a una orquesta. Por su parte, tocar un instrumento de cuerda también es muy conveniente, porque al fin y al cabo estos forman una parte mayoritaria de la orquesta y el director debe darles instrucciones constantemente.

 

¿Con una carrera tan encaminada a la interpretación, en qué momento decidió inclinarse por la dirección?

No decidí que prefería la dirección, sencillamente quise añadirlo a mis intereses como músico. La orquesta tiene una paleta mucho más grande de colores, de dinámicas y de registros que cualquier instrumento individual, pero al mismo tiempo es como si fuera un solo instrumento para el director. No me lo pensé demasiado, sencillamente se me ocurrió que estaría bien hacerlo, pero terminó atrapándome.

 

No todos los músicos valen para dirigir, hay que tener un carácter apropiado.

Desde luego, hay que tener mucho carácter (Se ríe con cierta malicia).

 

Ha estudiado con maestros muy diferentes: Zubin Mehta, Alberto Zedda, Bernard Haitink... ¿Cuál es la escuela o método que sigue al dirigir?

Más que profesores, Mehta o Zedda fueron mentores, los veía ocasionalmente y les hacía preguntas. Pero mis estudios de base los hice en la Universidad de Viena, donde siguen la escuela establecida por Hans Swarowsky, la misma de directores como Mehta, Abbado o Jansons. Es decir, una escuela de tradición vienesa al cien por cien.

 

¿En qué momento comenzó a despuntar su carrera como directora?

Es curioso, porque ocurrió en España. Estaba en Valencia tocando con la orquesta de Zubin Mehta y en una habitación del Palau de les Arts escuché a gente practicando “Madame Butterfly”. Yo era muy joven y curiosa, abrí la puerta y les pregunté qué hacían. Me respondieron que preparaban una audición para el Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo, y de un día para otro decidí que yo también quería presentarme tocando el piano. Esto, por supuesto, solo puede ocurrir en España, en cualquier otro lugar de Europa te dirían que te inscribas a las pruebas como es debido. Pero me cogieron y, cierto día, me presenté en las oficinas del centro con un vídeo mío dirigiendo. Se lo pasaron directamente a Alberto Zedda, que me invitó de inmediato al Festival Rossini de Pésaro. Y así fue como empezó todo.

 

Muchos directores de orquesta comparten este tipo de historias, estaban en el lugar indicado en el momento preciso. Pero la mayoría de los aspirantes a directores no encuentran su oportunidad y al final dejan de intentarlo.

No puedo opinar demasiado sobre eso, porque a partir del festival en Pésaro todos mis compromisos profesionales han ido llegando uno detrás del otro. Hay que ir construyendo una reputación y ella es tu mejor tarjeta de presentación.

Yo tuve suerte en Valencia, pero si un director de orquesta tiene verdadera calidad, estoy segura de que solo debe perseverar hasta que surja su oportunidad.

 

Dirige ópera a menudo. ¿Se ve más cómoda en este terreno que con el repertorio sinfónico?

Para mí se trata de dos mundos imprescindibles, aunque reconozco que hay grandes diferencias entre ellos. Con una orquesta te preparas unas cuantas obras y, cuando estás lista, ensayas y diriges los conciertos. Pero la ópera es un proceso diferente, los parámetros que debes coordinar se multiplican: está la regie, los cantantes, la orquesta en el foso, el coro... y tú debes conectar todos esos elementos, lo que requiere una técnica mucho más sólida. Si has aprendido a dirigir trabajando con óperas probablemente tengas la capacidad para enfrentar cualquier reto que se te ponga por delante.

 

Rossini es un autor muy ligado a su carrera. Ha dirigido ya varias de sus óperas y en breve volverá a hacerlo en varios teatros de Italia.

Sí, pero solo porque ha surgido así, nunca he querido especializarme en Rossini. He dirigido también “Gianni Schicchi”, “Carmen” en Madrid... no me pongo límites en el repertorio.

 

Valencia, Madrid... ¿de dónde viene su conexión con la vida musical del Estado español?

En lo profesional se han ido encadenando los compromisos. En lo personal, me gusta mucho España por el clima y porque tiene mucha costa. Yo nací en Taiwan, que es una isla, y en Zúrich y Viena echo mucho de menos el mar. Así que aprovecho cualquier oportunidad para venir a España.

 

¿Qué tal ha encontrado a la Orquesta Sinfónica de Euskadi?

He dirigido a unas cuantas orquestas españolas y tengo la impresión de que la de Euskadi conoce muy bien el estilo necesario para interpretar a Mozart. La sección de cuerdas está formada por gente bastante joven y se nota que están al tanto de las prácticas interpretativas actuales. Ha sido fácil trabajar con ellos y creo que ese entendimiento mutuo se podrá notar en las funciones.