Itziar Ziga
Escritora y feminista
JO PUNTUA

Des-pa-ci-to

Lo mejor de la música es que llega directa al alma, esa cosa única que anida dentro de cada una. Entramado de emociones, pensamientos, experiencias, certezas, dudas, decisiones, deseos, éxtasis, fugas, miedos, superaciones, sublevaciones, que nos hacen irrepetibles. El alma no es idiota y la música nunca es letal. El alma agradece la música, le permite elevarse y suspenderse, ingrávida, a veces pletórica y otras doliente, para regresar a tierra, siempre fortalecida. Cuando en la trepidante “Historia de las mujeres en Euskal Herria”, escrita por Rosa y Ana Iziz y publicada en Txalaparta, descubro los nombres de esos bailes que la iglesia nos prohibió ya hace siglos, cierro los ojos e imagino un akelarre, una rave, una discoteca valenciana en los noventa. A principios del siglo XVI, el embajador veneciano André Navagero observó al visitarnos que «los hombres y las mujeres son muy joviales, aquí solo se ríe, se baila y se hacen bromas».

Me jode que, en nombre del feminismo, cada vez se está confundiendo más sexualidad con sexismo. Pero confío mucho en las chicas que empiezan a salir de fiesta, confío en su fuerza y en sus ganas de no perderse lo mejor de esta vida. Han crecido en un contexto más favorable para la libertad de las mujeres que en el que yo crecí, porque llevamos décadas empeñadas en ello. Cuentan con todas sus ganas de vivir y con nuestro apoyo, pero yo no quiero sobreprotegerlas ni decirles qué música deben y no deben disfrutar. Rechazar desde una campaña tan valiosa como Beldur Barik, desde Emakunde, una canción como “Despacito”, inauditamente contagiosa a nivel planetario, coescrita por una mujer fantástica llamada Erika Ender que le quiso meter toda la sexualidad femenina, es una mala idea. «Cuidar el lugar de la mujer, que hoy en día de pronto no está tan bien cuidado en este género musical», dice ella. El puritanismo siempre ha ido en contra de la libertad de las mujeres y llevamos toda la vida reapropiándonos de canciones. Eso sí, lo de señalar a Shakira como inapropiada me ha dolido y cabreado especialmente. ¿Por qué?