Mikel ZUBIMENDI

BREXIT: UNA FRONTERA INTERNA QUE REABRE LAS HERIDAS IRLANDESAS Y DESPIERTA A LOS VIEJOS DEMONIOS

Aunque Londres dice que no va a construir ninguna infraestructura física fronteriza, como por ejemplo los puestos de aduana, la cuestión de la frontera que divide Irlanda se ha convertido en un auténtico dolor de cabeza que desata multitud de temores políticos.

Cuando Gran Bretaña deje oficialmente la Unión Europea, el estatus de su frontera con la República de Irlanda va a cambiar inevitablemente. Su intención de salirse del mercado único y de la Unión Aduanera significa que la frontera irlandesa se convertirá, de una manera u otra, en una frontera física aduanera.

En toda lógica, la demarcación terrestre que divide el norte de Irlanda de los condados del sur se convertirá así en la única frontera terrestre entre Gran Bretaña y la UE, la frontera más al oeste de una Unión de 400 millones de personas. Y siguiendo el mismo hilo, habría que instalar la infraestructura y la logística de una frontera con sus aduanas para verificar el origen y el destino de los productos y sus barreras para la inmigración.

Para hacer más complicado este problema, que ya de por sí es un auténtico galimatías que genera grandes dolores de cabeza y despierta viejos demonios en Irlanda, la posición que el Gobierno de la conservadora Theresa May hizo público al respecto el 16 de agosto ha sido un acto de fe más que una proposición detallada de sus planes. Prometió que no habrá un retorno a una «frontera dura» en el corazón de Irlanda, que no se construirá «una infraestructura física fronteriza, como por ejemplo los puestos de aduana». Pero, ¿cómo se hace eso? ¿Cómo se resuelve ese galimatías?.

La posición británica sigue siendo muy ambigua y parece no tener un plan. Mantiene la esperanza en los nuevos acuerdos aduaneros que negocia con la UE con el objetivo de aligerar al máximo los controles aduaneros y avanza que mediante las nuevas tecnologías –registro electrónico previo de los camiones, reconocimiento automático de las matriculas para no ralentizar el tráfico en la frontera, etc…– se haría prácticamente invisible la misma. Valora también una excepción a las verificaciones aduaneras de las pequeñas y medianas empresas, que constituyen un 80% del comercio interno en Irlanda.

En cualquier caso, y con la boca pequeña, los británicos reconocen que un proceso de ese tipo no va a ser suficiente, que los aspectos prácticos para mantener una frontera abierta tras el Brexit son muy complejos y que de alguna manera habrá que instalar algún tipo de frontera aduanera. Sus llamamientos a los negociadores europeos para «hacer prueba de flexibilidad e imaginación» parecen ir en este sentido.

«Acción hostil»

Las implicaciones de una nueva frontera aduanera, por muy invisible y tecnológicamente avanzada que sea presentada, son muchas y muy peligrosas. En primer lugar, aumentaría el atractivo económico del contrabando, dañaría a las comunidades de ese área, al conjunto de la economía irlandesa. Y por otra parte, en términos políticos e imaginarios, fortalecería la partición de la isla a través de la implementación de la agenda del Brexit.

Eso tendría potencial para destruir el Acuerdo de Viernes Santo y dejaría en un limbo la situación de centenares de miles de habitantes del norte de Irlanda que, según el Acuerdo de Paz, teniendo la posibilidad de tener la nacionalidad británica, la irlandesa o ambas, optaron por el pasaporte y la nacionalidad irlandesa –y por tanto, la de la UE–. En otras palabras, centenares de miles de ciudadanos irlandeses dejarían de la noche a la mañana de ser ciudadanos de la UE, en una situación sin precedentes en la historia.

La intención del Gobierno británico de «sacar» al norte de Irlanda de la UE en contra de la voluntad popular de sus ciudadanos –un 56% rechazó el Brexit en el referéndum– es, según Gerry Adams, líder del Sinn Féin, una «acción hostil».

Y no solo por el significado político y simbólico de una frontera aduanera en el corazón de la nación irlandesa, sino también por su negativo impacto en el Acuerdo de Paz, popularmente conocido como Acuerdo de Viernes Santo.

Y es que no hay que olvidar que dicho acuerdo, que además de traer fin a tres décadas de cruento conflicto armado, implementar instituciones compartidas y abrir una complicada vía hacia la reconciliación, dejó también, aunque no fuera un camino claro y despejado, una hoja de ruta señalizada para la reunificación de Irlanda.

El ataque al Acuerdo de Viernes Santo tendría diferentes frentes. Por una parte está la intención de Theresa May de poner fin a la jurisdicción del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y de sacar a Gran Bretaña de la Convención Europea de Derechos Humanos, algo que amenaza con socavar los elementos fundamentales sobre este tema que están recogidos en dicho acuerdo. Por otra parte, el proceso de paz irlandés se ha presentado no pocas veces como una historia de éxito de la Union Europea. Muchos de los programas para la paz y la reconciliación están financiados con fondos de la Unión y tras el Brexit muchos temen que esas partidas puedan desaparecer.

División e incertidumbre

No obstante, haciendo de la necesidad virtud, mientras el espectro de las consecuencias económicas del Brexit se hace cada vez más amenazante, se abre también la ventana de la oportunidad para promover una nueva Irlanda unida y acordada. A este respecto, los líderes republicanos irlandeses, los laboristas británicos y las instituciones de Dublín han planteado la necesidad de acordar un «estatus especial» para el norte de Irlanda dentro de la UE. Gerry Adams va más allá y reclama una acción más decidida a Dublín: «Debe adoptar esta cuestión como un objetivo estratégico en sus negociaciones con los 27 socios de la UE para que estos presionen a los británicos en la negociación del Brexit». Europa, otra vez más, puede jugar un papel fundamental en la superación de este embrollo.

En una sociedad dividida como la del norte de Irlanda, la incertidumbre del Brexit alimenta la inestabilidad. No puede decirse en absoluto, ni siquiera sugerirse, que el Brexit puede derivar en una vuelta a la violencia. No obstante, sí que presenta un riesgo claro en el proceso de paz y reconciliación. Y, además, el momento político en el que viene esta cuestión no podía ser peor y más multiplicador.

No hay que olvidar que, aunque no sea una relación de causa-consecuencia, las instituciones compartidas entre republicanos y unionistas del norte de Irlanda colapsaron el pasado mes de enero. Y que el mantenimiento de este bloqueo político acrecienta la sombra de un posible retorno a un gobierno directo sobre los asuntos del norte de Irlanda por parte de Londres.

Difícilmente se puede discutir sobre la cuestión Irlandesa pasando por alto que la frontera militar y aduanera que dividía la isla ha pasado a ser, en cierta medida, memoria. Hoy esa frontera apenas es perceptible si no fuera porque cuando la cruzas tienes que cambiar de moneda y los límites de velocidad pasan de kilómetros a millas. Son detalles, sin embargo, que no impiden a la gente la experiencia de compartir esa maravillosa isla sin tener constantemente la herida física de la partición en lo más profundo de sus conciencias.

Todo ello ha sido posible gracias al Acuerdo de Viernes Santo, a la combinación de reglas bilaterales entre el norte y el sur de Irlanda, de la UE, en temas como la libre circulación y el derecho de residencia, por la pertenencia a la Unión Aduanera. Por desgracia, con el Brexit y la cuestión de los puestos aduaneros, el comercio interno irlandés y las relaciones intercomunitarias corren el peligro de sufrir indebidamente.

DECLARACIONES

«No podemos ser víctimas de la miope agenda antieuropea británica. La mejor manera de defendernos de esa desastrosa decisión es mantener nuestro acceso al mercado único y la Unión Aduanera»

Claire HANNA

Parlamentaria del SDLP

«También obvia el hecho de que los habitantes del Norte, según el Acuerdo de Paz, tienen derecho a la nacionalidad irlandesa, y por tanto, a la nacionalidad de la UE»

GERRY ADAMS

Líder del Sinn Féin

«Es un insulto a Irlanda. Con el Brexit, los nacionalistas ingleses han puesto una bomba en los bajos del proceso de paz, del Acuerdo de Viernes Santo»

FINTAN O’TOOLE

Columnista de “The Guardian”