Fermin MUNARRIZ
40º ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE "EGIN"

El día en que «la voz de los sin voz» salió a la calle

El próximo viernes, 29 de setiembre, se cumplirán 40 años de la publicación del primer ejemplar de "Egin". Era la culminación material de un proyecto informativo popular, innovador y de carácter nacional que llegaría a transformar el lúgubre panorama periodístico de la época. Su independencia le costaría la libertad 21 años más tarde.

La redacción central de Hernani era un hervidero de instrucciones y tecleo de máquinas de escribir la tarde del 28 de setiembre de 1977. Desde las delegaciones de Iruñea, Bilbo y Gasteiz llegaban en coche los últimos envíos de fotografías y originales de publicidad; los periodistas remataban sus crónicas, y correctores y fotocomponedores apremiaban al equipo. El periodista donostiarra Mariano Ferrer, de 38 años, era el director del nuevo diario que estaba a punto de ver la luz, y caminaba de mesa en mesa apurando a los redactores. Tenía una prioridad absoluta: llegar a tiempo a los kioscos la mañana siguiente. Aunque se habían realizado pruebas y un número cero los días previos, en el ambiente flotaba «la preocupación» de enfrentarse a la definitiva prueba de fuego de la nueva tecnología francesa de composición.

«Se había anunciado públicamente que saldríamos a la calle el día 29 y eso nos presionaba; no había marcha atrás –recuerda Ferrer–. Pasamos momentos difíciles por ese temor a encontrarnos con un problema técnico que nos impidiera salir a la hora. Los días anteriores ya habíamos tenido que sortear otro tipos de incógnitas, como los temas informativos con los que saldríamos en el estreno de un periódico que era esperado con expectación en la sociedad; y sin olvidar que nuestra propia salida era ya la noticia de ese día».

 

Un nuevo diario

Efectivamente, era una noticia esperada. Un año antes, un grupo de promotores independientes había elaborado un proyecto de periódico «al servicio del pueblo vasco», que rompiera el monopolio de la prensa monocolor heredada del franquismo. El grupo de fundadores estableció los criterios inspiradores y editoriales: el periódico tendría una visión nacional y unitaria de Euskal Herria, promovería el euskara, se opondría a toda forma de opresión, sería independiente de fuerzas políticas y grupos económicos, y propiciaría la expresión de la sociedad vasca. Con el fin de garantizar esa independencia, el grupo promotor puso en marcha un sistema de financiación hasta entonces inédito y que consolidaría su identidad netamente popular: la aportación económica de miles de personas, para lo que se crearon las entonces llamadas “cuenta-participaciones”, con un abanico de 2.000 a 100.000 pesetas, según las posibilidades de cada cual.

«De esta forma –explicaban– se elimina la posibilidad de que existan grupos económicos y políticos que influyan ideológicamente en la marcha del diario. Así “Egin” será realmente de todos». La campaña se extendió por toda Euskal Herria como una mancha de aceite a través de charlas y presentaciones. Más de 24.000 personas, en un primer momento, que posteriormente llegarían a ser cerca de 40.000, entre ellos también los denominados “accionista del millón”, encabezados por el entonces alcalde Bergara José Luis Elkoro, hicieron posible con su aportación un capital inicial de casi 100 millones de pesetas.

El trabajo de más de un millar de colaboradores voluntarios distribuidos por toda la geografía vasca completó aquella magna campaña para la puesta en marcha de un diario que se prometía «nuevo, nuestro y veraz» y vehículo de expresión para los sectores de la sociedad que seguían siendo ignorados por los grandes medios imperantes. “Egin” iba a ser «la voz de los sin voz».

El esfuerzo se materializó en unas amplias instalaciones en Hernani y delegaciones en las capitales del sur y una más modesta en Iparralde, maquinaría moderna y una plantilla de casi un centenar y medio de trabajadores en el conjunto de departamentos, bajo la estructura en torno a dos empresas: Orain SA, editora de “Egin”, y Ardatza SA, gestora de los talleres de producción e impresión.

Eran precisamente estos últimos departamentos los que soportaban mayor carga de presión aquella tarde de setiembre de 1977. Al frente de ellos se encontraba Gregorio Berasain “Txato”, entonces de 35 años, que mantenía una serenidad contagiosa. Era hombre con experiencia en el oficio y no temía imprevistos en la cadena de producción ni en la moderna máquina offset Gazette adquirida en Francia. «Yo lo tenía todo bastante asegurado –rememora–; tenía un equipo de confianza y teníamos experiencia en el tema; el problema que temíamos era que se retrasaran los periodistas, pero yo garantizaba que la tirada saldría adelante según los cálculos previstos».

Y llegó la hora clave; la rotativa comenzó a escupir ejemplares más allá de la medianoche. Iñaki Zapiain, jefe de contabilidad, de 26 años, apenas recuerda de aquellas horas el ruido de la máquina que se percibía en la planta superior, donde proseguía de madrugada con el resto del equipo de Administración «poniendo orden en aquella avalancha caótica de papeleo, de pedidos, de facturas, de suministros...».

 

Noche de celebración

La aparición de “Egin” había despertado el interés y curiosidad de decenas de miles de personas que, habiendo participado económi- camente o no en su creación, percibían la llegada de un aire nuevo y fresco en el panorama informativo vasco. Y el propio nacimiento del medio era en sí motivo de celebración. Centenares de personas decidieron no perdérselo y vivirlo in situ en el mismísimo taller de la rotativa en Hernani. Entre ellas estaban, lógicamente, los promotores del equipo fundador, con el consejero delegado Donato Unanue a la cabeza, o el vizcaino Xabier Galdeano, muerto años más a tarde por el GAL, entre otros muchos colaboradores, trabajadores, cuenta-partícipes y futuros lectores del diario. El bertsolari Xabier Amuriza describía aquella noche como «un nacimiento fabuloso; no hacían falta estrellas en el firmamento, porque las caras de los allí presentes lo iluminaban todo».

La avalancha de gente obligó a colocar unas cuerdas amarradas entre escaleras para garantizar el trabajo de los impresores. «Había mucha gente y yo les pedí que no nos estorbaran porque allí había máquinas zumbando a todo trapo y aquello podía resultar peligroso», apunta “Txato” Berasain.

Cuando la rotativa lanzó los primeros ejemplares de “Egin”, de 40 páginas, fueron recibidos con aplausos, abrazos de alegría, celebraciones y hasta champán. Inmediatamente, los camiones comenzaron a cargar los paquetes de periódicos de camino a los kioscos, primero hacia Bizkaia, y luego a Araba, Nafarroa y Gipuzkoa, con un remanente para Iparralde: unos 75.000 ejemplares en total, según los apuntes de Berasain.

No faltaron anécdotas aquella «noche mágica», en palabras de algunos de los presentes. El dibujante hernaniarra Jon Zabaleta, de 26 años y autor del legendario cartel-calendario que anunció el nacimiento del periódico, también pasó allá las horas previas y el propio parto. El que hiciera tan familiares al elefante y el caracol de sus tiras de humor del diario, se vistió de blanco con una chaqueta y un sombrero negros, se maquilló la cara y con un globo con el logotipo de “Egin” apareció, sin previo aviso, en las escaleras que bajaban de la redacción a la rotativa y fue recibido con el jolgorio de los presentes. «Había muy buen ambiente en la redacción y en los talleres –recuerda Zabaleta–, era festivo, alegre, ilusionante, reivindicativo...». Acababa de nacer “Egin”.