Dabid LAZKANOITURBURU

La derecha xenófoba alemana entra en crisis tras su gran éxito electoral

Horas después de irrumpir como tercera fuerza en el Bundestag comienzan a asomar las primeras grietas en el seno de Alternativa para Alemania (AfD). En el trasfondo, la deriva en campaña hacia postulados ultras de lo que en origen fue una escisión de la CDU euroescéptica y airada por el giro al centro de Merkel.

La copresidenta de la AfD, Frauke Petry, dio la campanada y aprovechó la comparecencia de la cúpula de la formación derechista xenófoba para anunciar por sorpresa que no formará parte del grupo parlamentario de su partido. «Hay diferencias abiertas en AfD y creo que no debemos callar como una tumba», subrayó Petry ante el resto de petrificados dirigentes del partido, ante quienes lamentó que se hubiese actuado en las últimas semanas como un «partido anárquico».

Petry, que anunció que asumirá su escaño como independiente, mostró su intención de liderar un «nuevo comienzo conservador», sin aclarar si pretende fundar un nuevo partido.

A continuación se levantó y abandonó la sala, tomando cumplida venganza y dejando plantados a los mismos que la defenestraron en el congreso de la formación el pasado abril.

Petry llevaba tiempo denunciando lo que considera una deriva hacia posiciones ultras de un partido que en campaña ha acentuado su xenofobia y que, llevó al co-cabeza de lista Alexander Gauland a cruzar una línea roja en la política alemana al asegurar que los alemanes «deberían estar orgullosos de los éxitos de sus soldados durante la II Guerra Mundial».

«Una bomba»

El copresidente de AfD, Jörg Meuthen, calificó de «bomba» el anuncio a bocajarro de Petry y la otra cabeza de lista, Alice Weidel, exigió su dimisión como portavoz y el abandono del partido para no causar más daños». Y es que la duda reside en saber cuántos de los 94 diputados de AfD en el Bundestag seguirán a la política «desertora».

Esta última justificó su decisión recordando que el partido nació en 2013 con un programa esencialmente antieuro y con las vocación de llegar al poder. En opinión de Petry, su deriva correría el riesgo de alienarse a la franja menos iracunda de su electorado, compuesta por antiguos simpatizantes de la coalición CDU-CSU de Merkel.

Más cuando 1 de los 5,9 millones de votos que logró la AfD el domingo provino del caladero tradicional de la CDU-CSU.

De su propia medicina

Petry se vio apeada en el congreso de abril de la candidatura del partido a las generales al ver que carecía de respaldos suficientes tras la victoria del ala más extremista liderada por Weidel y Gauland.

Fue casualmente aquel el momemento de la conversión de Petry en la fe moderada.

La misma Petry que en el anterior congreso de 2015 arrinconó a Bernd Lucke, fundador de AfD y líder del entonces sector más liberal y euroescéptico, convirtiendo al partido en paladín de la xenofobia y la islamofobia. Lo hizo al calor de la decisión de la canciller Angela Merkel de abrir las puertas a los refugiados y aprovechando la ola de las movilizaciones del movimiento xenófobo Pegida, fuerte en el este de Alemania, del que es oriunda Petry.

Oriunda y representante, toda vez que el domingo fue cabeza de lista por Sajonia, único land en el que la AfD fue la primera fuerza. Petry logró un mandato directo, lo que no consiguieron ni Weidel ni Gauland.

«Carismática», sus apoyos van más allá y cuatro parlamentarios de AfD en la cámara regional de Mecklemburgo-Antepomerania abandonaron ayer su grupo parlamentario para formar otro, alegando diferencias políticas y personales.

La fractura dentro del partido es clara, según expertos como el politólogo Franco delle Donne, quien sin embargo no cree que arrastre a muchos más a seguirla por «oportunista, impulsiva y en exceso confiada».

¿Extrema derecha?

El viejo debate sobre si AfD es realmente un partido de extrema derecha parece decantarse por el sí tras su agresiva campaña y sobre todo por la estupefacción que ha creado su irrupción con fuerza en el Bundestag.

Lo cierto es que, a día de hoy, ni el Estado alemán ni los servicios secretos lo integran en esa categoría, como sí hacen con el neonazi NPD y con grupos como «III Vía» y «La Derecha».

Pese a ello, el mensaje de un partido que nació contra el euro y los planes de «rescate» a países en crisis como Grecia, ha pasado a calificar de «vergüenza» el memorial por las víctimas del Holocausto nazi en Berlín.

Pero de ahí a señalar que su electorado es ultra va un trecho de brocha gorda que analistas como Timo Lochocki desmienten. «El electorado del AfD es conservador y burgués. Solo un 2% puede ser calificado como verdaderamente nazi».