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Cox's Bazar

El hambre obliga a los rohinyás a reiniciar su éxodo masivo

Después de algunos días de calma, el éxodo de los rohinyás hacia Bangladesh se reanudó ayer a gran escala debido a la falta de comida en el oeste de Myanmar, donde el sufrimiento humano es «inimaginable», según la ONU. A las amenazas que se ciernen sobre los refugiados se ha sumado un brote de enfermedad diarreica en los campamentos.

Más de 509.000 pertenecientes a la minoría musulmana rohinyá de Myanmar han cruzado la frontera para huir de la campaña de represión del Ejército birmano en el estado de Rakhine, según el último balance de la ONU. La cifra representa la mitad de esta comunidad apátrida de un millón de personas víctima, según la ONU, de una «limpieza étnica».

Cada día decenas de embarcaciones llegan a Bangladesh con refugiados rohinyás a bordo, explica a AFP Fazlul Haq, responsable municipal bangladesí de Shah Porir Dwip, un pequeño pueblo de pescadores en la desembocadura del río Naf, que marca la frontera natural entre los dos países. «Entre 4.000 y 5.000 rohinyás llegan todos los días», confirma Ariful Islam, un guardacostas bangladesí. «Algunos rohinyás pensaban poder quedarse en Birmania, pero ahora vienen aquí», añade.

Del lado birmano de la frontera hay 10.000 rohinyás en un paso fronterizo con Bangladesh, anunciaron ayer los medios oficiales de Myanmar.

«Muchos huyen actualmente por falta de comida y miedo. En algunas zonas ya no hay nada que comer», señala Chris Lewa, de Arakan Project, organización de defensa de los derechos de los rohinyás. «La mayoría sobrevive solo gracias a sus cosechas, pero en las últimas semanas ni se atreven a ir a sus campos porque tienen que pasar por pueblos budistas», añade.

Malnutrición y diarrea

Bangladesh está desbordado por la llegada de refugiados y empieza a escasear la comida, lo que hace temer por una crisis humanitaria a gran escala.

Según cifras de la ONU, más de 14.100 niños sufren ya malnutrición y están en peligro de muerte en los campos de refugiados de Bangladesh, viviendo en muy malas condiciones y donde la distribución de comida se hace sin coordinación.

Los refugiados tienen que hacer largas colas para recibir comida bajo un sol intenso. Según agencias humanitarias, 145.000 niños de menos de cinco años necesitan ayuda urgente.

Además, La ONU informó de que se ha detectado un brote de enfermedades diarreicas entre los rohinyás refugiados en Bangladesh y que varios organismos humanitarios han emprendido un plan conjunto para contener su propagación.

«Estamos tomando acciones para prevenir enfermedades graves y muertes frente al aumento de casos de diarrea, una parte de los cuales también presenta deshidratación grave», informó el portavoz de Acnur, Andrej Mahecic.

Sufrimiento «inimaginable»

Por primera vez desde que empezó la última ola de violencia contra los rohinyás, una delegación internacional, con representantes de Naciones Unidas y embajadores, pudo acceder el lunes a esta zona, epicentro de la crisis que comenzó el 25 de agosto. Tras la visita, la ONU calificó de «inimaginable» el «sufrimiento», y pidió poner fin a las operaciones militares. Reclamó un «acceso sin restricciones a la ayuda humanitaria» y de las ONG para permitir una «evaluación global de la situación».

La zona está cerrada por el Ejército, por lo que la ayuda humanitaria no llega a la población civil. La ONU considera que el Ejército birmano y las milicias budistas están llevando a cabo una limpieza étnica contra la comunidad musulmana de esta región.

En busca de guerrilleros en los campamentos

Bangladesh ha desplegado a su policía secreta en los campos de refugiados en la frontera con Myanmar para contrarrestar la rebelión rohinyá, que ha hallado en ellos terreno fértil para el reclutamiento. Enfrentado a sus propios movimientos yihadistas, teme convertirse en la columna vertebral de la lucha guerrillera contra las fuerzas birmanas en Rakhine.

Las autoridades insisten en que ningún insurgente ha pasado por los campos de refugiados, pero AFP ha hablado con varias personas que dicen ser miembros del Ejército de Salvación Arakan Rohinyá (ARSA). El ARSA quiere aprovechar la ira del medio millón de refugiados rohinyás que han huido a Bangladesh y sus reclutadores afirman tener cientos de personas listas para luchar en sus filas.

Mohammad Halim, que se presenta como reclutador, dice que los aspirantes son entrenados en tácticas de combate y el uso de armas de fuego, aunque lamenta que ese entrenamiento es en vano ya que «no tenemos armas». «Si las tuviéramos, regresaríamos Birmania para luchar». GARA