Beñat ZALDUA

RUMORES Y CARRERAS ENTRE LAS BAMBALINAS DEL PARLAMENT

PASARÁ MUCHO TIEMPO ANTES DE QUE CONOZCAMOS AL DETALLE TODAS LAS INTRIGAS QUE EL MARTES SE COCIERON EN LOS PASILLOS Y DESPACHOS DEL PARLAMENT, DESEMBOCANDO EN UN DISCURSO DE PUIGDEMONT AGRIDULCE PARA EL INDEPENDENTISMO. ASÍ SE VIVIÓ DESDE LOS PASILLOS DE LA CÁMARA CATALANA.

Los pasillos del Parlament eran el martes un hervidero de periodistas y observadores venidos de todo el mundo. El viejo arsenal construido por el borbón Felipe V tras arrasar Barcelona en 1714, reconvertido en parlamento por el sentido catalán de la practicidad, apenas conseguía alojar a todos los ojos que quisieron seguir en directo la que se esperaba fuese la Declaración de independencia de Catalunya.

Un poco antes de las 18.00, hora prevista para la intervención del president, Carles Puigdemont, comenzó a circular un rumor: el pleno se aplaza una hora. ¿Por qué? Albiol (PP) se quiso colgar la medalla explicando en los pasillos que se debía a una treta del unionismo en la Mesa, pero nada más lejos de la realidad. Dos rumores tomaron fuerza: oferta de mediación y negociaciones internas.

Pasadas ya las 18.30, una delegación de la CUP formada por Quim Arrufat, Benet Salellas, Natalia Sànchez y Carles Riera cruzaba como una exhalación la zona donde se concentraba buena parte de la prensa. Con cara de muy pocos amigos entraron en los despachos de Junts pel Sí. Dentro estaban también Puigdemont y el vicepresident, Oriol Junqueras, así como los presidentes de la ANC y Òmnium Cultural, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, respectivamente.

Unidad en peligro

Era evidente que las aguas no bajaban tranquilas en el campo independentista. El unionismo se frotaba las manos. Su esperanza última para desactivar el camino hacia la independencia siempre ha sido confiar en las guerras intestinas en el seno del soberanismo. Anteayer la unidad de acción vista hasta el 1-O sufrió una sacudida, aunque la CUP, con razones para el enfado, tuvo la suficiente cintura para no romper nada en caliente. «La cadena de confianzas con Puigdemont ha quedado tocada, no rota, pero sí tocada».

Según explicó de forma pública Arrufat, las alarmas saltaron a las 17.00, cuando desde el Govern se trasladó a la CUP la última versión del discurso de Puigdemont. No era lo que se había acordado. Ni mucho menos. Fuentes de Esquerra aseguraban que las versiones anteriores resultaban «todavía peores».

Ni en la CUP ni en sectores de ERC se encajó bien la rebaja de la declaración del president, justificada por una supuesta iniciativa de mediación internacional de última hora. Puigdemont se refirió veladamente a ella en su intervención, pero sin ningún tipo de concreción capaz de calmar los ánimos. Las caras largas tras la comparecencia de Puigdemont no solo provenían de las filas de la CUP. Personalidades de la esfera independentista poco sospechosas de cercanía ideológica con los cuperos apenas conseguían tampoco esconder su decepción inicial.

Mas entra en escena

«El fin de semana mató a los convergentes, demasiado tiempo para las dudas y presiones»; otro buen conocedor de las entrañas del independentismo resumía así lo ocurrido. El acuerdo vigente el viernes hablaba claramente de la Declaración de la República catalana, dejando la mano extendida para el diálogo y la posible mediación.

El martes, esta formulación cambió: ya no se hablaba de República y, sin embargo, sí que se ponía en suspenso una declaración que Puigdemont, en su discurso, no realizó. El cambio llegó tras la comida, de mano del expresident Artur Mas y la secretaria general del PDeCAT, Marta Pascal, que presionaron para rebajar el tono y el contenido, según publicó ayer ‘‘Nació Digital’’. Otras fuentes también situaban al presidente de la ANC, Jordi Sànchez, en el contubernio. El rebote en la CUP y otros sectores ante el fantasma del procesismo, «la puta y la ramoneta», tenía sus fundamentos.

Bonus track: la firma

El pleno acabó por la vía rápida, sin que Puigdemont hiciese uso de su derecho a réplica. Entre la confusión y la perplejidad corrió una voz: ahora firman el documento. ¿Qué documento? Algunos no lo acababan de entender, pero sí, era la Declaración de independencia, que tras numerosos borradores y enmiendas se presentó sin mención alguna a su puesta en suspensión –mérito de la CUP–.

Así acabó una de las jornadas más caóticas que se recuerden en el Parlament, donde nada fue como se creía que sería –la lectura y firma de la Declaración estaba prevista en el propio pleno del Parlament– pero donde todo acabó, más o menos, donde se pensaba que acabaría.