Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Beatas costureras

El alcalde de Seseña, Carlos Velázquez, se ha dirigido por escrito a las empresas que han manifestado su intención de abandonar Catalunya «por la amenaza secesionista del Gobierno de la Generalitat», para ofrecerles asilo patriótico en su municipio. El Ayuntamiento toledano se ha cascado un polígono de 2,5 millones de metros cuadrados de suelo industrial (algo así como 350 campos de fútbol) y lo ha llamado «Parquijote». De «parque» y «Quijote». No es broma. Es cierto. Y claro, ahora tiene que llenarlo.

Paralelamente, el FMI ha previsto que la economía española crecerá este año algo más del 3% y que se moderará el que viene, un 2,5%. Ignoro si a la hora de hacer números habrán tenido en cuenta la iniciativa de Parquijote, pero sí que les ha parecido preocupante la «deriva secesionista» catalana. Ahí coinciden con Velázquez, que es del PP, no sé si hacía falta decirlo.

En barrio madrileño de Valdebebas, un empresario inmobiliario ha colgado de un edificio en construcción una bandera española de 730 metros cuadrados y luego ha dicho: «Soy español, estoy muy orgulloso de mi país y de los españoles… Sentí que tenía que hacerlo». Y lo hizo.

Ya lo dijo Max Estrella: «Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras».

No sé si debo, pero no me aguanto: la ilusión generada por el proceso independentista catalán, hasta ahora una vía tan grata como sorprendentemente firme y centrada, parece no haber encajado nada bien el duro golpe lanzado por el establishment en forma de espantada empresarial. Y me pregunto si es que esperaban otra cosa, o si el regate de Puigdemont en el Parlament realmente forma parte de un plan magistral oculto. Tengo mis dudas, que son las de la CUP. Lo peor que les podría pasar a los catalanes –y, por qué no, a quienes nos reconocemos en su empeño– es verse en la tesitura de fiar su futuro en libertad a los entresijos de mediaciones y pactos, de cocinas y tempos, de posibilismos y pasteleos. De costureos de beatas, en definitiva. Porque si algo sabemos aquí es que con el Estado español, por las buenas, poco. Y gratis, aún menos. Nada.