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Paloma Navares reúne su obra en Donostia antes de su adiós

Instalaciones, fotografías, vídeos y esculturas junto a objetos industriales, a los que Paloma Navares dota de usos inverosímiles, constituyen el material de la muestra que acoge la Sala Kubo de Donostia hasta el día 4 de febrero de 2018. La artista cuenta con una dilatada carrera a la que se ve obligada a decir adiós debido a una dolencia ocular que le impide seguir creando y que recoge la retrospectiva «Iluminaciones 1977-2017».

Paloma Navares, una de las pioneras de la videoinstalación y del denominado arte feminista en el Estado español, se ve obligada a decir adiós. «Solo se despiden los toreros», puntualizó Navares en la presentación en la que compareció acompañada de la comisaria Rocío de la Villa al ser preguntada sobre su retirada forzosa debido a los problemas de vista.

Es algo que le ha acompañado toda la vida, pero «ha llegado el momento de ver el mundo de otra manera y no tratar de confrontarlo para contárselo a otras personas, sino simplemente poder disfrutar del tiempo libre o la naturaleza», comentó. «La obra queda y se puede contar con ella, pero la dedicación total de horas y horas ha terminado. Las obras de 2017 quedarán como las últimas piezas», explicó.

“Iluminaciones” propone un recorrido «no cronológico» que incluye una selección de decenas de objetos creados por Paloma Navares que van desde adaptaciones de utensilios cotidianos de cocina (como planchas con la imagen de una palma de una mano) o los que la propia artista denomina “artificios”, «productos mágicos que prometen transformaciones en la apariencia de las mujeres».

El concepto de organismos cibernéticos (ciborg), los nacimientos y la maternidad son otros de los ejes en la actividad de Navares desde la década de los noventa.

En esos años creó una “compañera” presente en muchas de sus exposiciones: una maniquí de plástico que denomina “Milenia” con la que explora sobre la maternidad «en unos tiempos en los que lo que parecía imposible se hace posible».

Instalaciones como “Luz del pasado”, en la que aborda el nacimiento de los seres humanos en el mundo ciborg, o “Implantes”, una irónica mirada sobre la tiranía de los cánones de belleza, completan la segunda sección de la exposición.

La crítica a los estereotipos de la representación de la mujer constituye otro de los temas recurrentes de esta artista que ha llevado a cabo una «revisión de la historia» del arte a partir de fotocopias de imágenes femeninas realizadas por pintores como Degas o Durero.

Son creaciones de los años 80 cuando la crítica dudaba a la hora de clasificar a Navares como fotógrafa, escultora o pintora, ha señalado la artista, que ha reconocido que le «costó 17 años» vender su primera obra en el Foire International d’Art Contemporaine de París.

Otras constantes en la artista burgalesa son los dispositivos en cascada, confeccionados con pequeños soportes de metacrilato que contienen fotografías de flores diversas, ojos y otros motivos. A través de esta fórmula, Navares realiza composiciones como “Flores a Rwanda”, en la que domina el rojo de las amapolas que simboliza la sangre entre las que se intercalan imágenes de niños que sufrieron el genocidio de ese país, o el “Jardín de la emperatriz” que incluye geisas que pasean entre flores.

En torno al año 2000 Navares inicia un acercamiento a la temática de la muerte y el suicidio y propone obras centradas en el mar, como el vídeo “Mar del plata” dedicado a Alfonsina Storni, o “Els Banyets”, que se proyecta en una piedra y que es un homenaje a Virgina Wolf.

La exposición se completa con “Amnesia, sueño y locura” que incluye tres videoinstalaciones que muestran momentos extremos de aislamiento y falta de libertad que contrastan con un vídeo suyo en bicicleta durante una de sus estancias como profesora invitada en Austria.