Beñat ZALDUA

Monterroso en Catalunya, Zabalza en Madrid

Autocrítica es la palabra de moda. Varios dirigentes catalanes han apuntado, a modo de confesión previa al cambio de estrategia que puede estar en camino, que el Govern no estaba preparado para desplegar la República en un contexto de violencia por parte del Estado español. Los hechos así lo confirman. Admitirlo, explicarlo, y revisar estrategias una vez visto que el Estado está dispuesto a dar siempre un paso represivo más del previsto, es bueno, es sano y es inteligente. El momento es confuso en el campo soberanista, pero una vez resuelto, el camino hacia el 21D será algo más sencillo. Mejor dar estos debates a un mes de las elecciones que no en plena campaña.

Bienvenida, por tanto, la revisión de los errores propios. Pero con dos recordatorios. Primero: autocrítica y autoflagelación no son sinónimos. Segundo: la autocrítica es un ejercicio que se realiza en campo propio. En manos de sectores opuestos –en este caso el unionismo– no es más que crítica vestida de cinismo. Madrid está disfrutando estos días ante lo que entiende como el desmoronamiento discursivo del independentismo. Menosprecian la capacidad catalana de doblar la cadera sin despeinarse.

Desarticulando la proclamación de la República, Madrid cree haber ganado la partida, ignorando la lección universal de Pedro Mari Zabalza al frente de Osasuna: «Si nos confiamos, somos malísimos». Olvidan, o prefieren no ver, que el independentismo –más allá de los aciertos o los errores de los partidos que lo articulan– es como el dinosaurio de Augusto Monterroso: cuando despierten el 22D, seguirá estando allí.