Maider IANTZI
TUTERA
Entrevista
ARANTZAZU ALDANONDO
CAMPESINA DE TUTERA. CULTIVA CEREAL ECOLÓGICO

«La planificación es ahora tan relevante o más que la siembra»

Arantzazu Aldanondo lleva, junto a su marido y su hermana, la Corraliza de Valdecruz, una explotación de cereales en cultivo extensivo en Tutera. Ahora están sembrando trigo en sus 350 hectáreas. Esta mujer de 50 años se encarga de la planificación, una labor invisible pero clave en un mundo casi totalmente de hombres que se va abriendo o, como dice Aldanondo, que algunas mujeres están haciendo que se abra. «Tengo una autoestima muy alta. Tengo claro cuál es nuestro trabajo, creo que lo hacemos bien y no me cambio».

Arantzazu Aldanondo recibió el conocimiento y patrimonio de la Corraliza de Valdecruz de su padre. Junto con su marido y su hermana, forma la segunda generación de esta explotación de cereales en cultivo extensivo de Tutera. Charlamos con ella en plena siembra del trigo, cereal que rotan con la veza, una leguminosa que, por su aporte de nitrógeno a la tierra, funciona como abono. «Ahora, que no llueva, que lo haga después».

Cuando acabó su formación profesional como quiromasajista, decidió seguir con el negocio familiar porque le gustaba. «Fue entonces cuando nos introdujimos en la agricultura ecológica. Empezamos buscando el punto diferencial debido a que no podemos competir con otras zonas más lluviosas con mucho rendimiento en cereal. Nos fue interesando y fuimos viendo las ventajas que tiene: querer dejar un mundo mejor a nuestros hijos, así de claro» –ella tiene tres hijos–. Así, han cumplido más de 18 años; cultivan cereal en extensivo.

«Soy mujer en un mundo totalmente de hombres –comenta entre risas–. Siempre tengo que escuchar: ‘¿y dónde está tu marido? ¿qué haces tú aquí?’ Pero poco a poco se va abriendo, o haces que se abra, vaya». Estos comentarios los escucha a pie de campo. «En la venta no tengo problemas en este sentido. En el papeleo, menos».

Cuenta que el mercado ecológico no siempre ha sido fácil. Varía muchísimo de un año a otro. «La Unión Europea ha apostado bastante por esto y se han abierto canales de venta importantes. En los últimos años, la Corraliza de Valdecruz ha vendido sobre todo al extranjero, básicamente a Italia e Inglaterra, casi siempre a través de cooperativa. Pero en los últimos tres años, lo que vendemos va a Gipuzkoa».

Aldanondo lo tiene claro: cuantos menos intermediarios, mejor. «Los reportajes de la tele donde el campesino vende unas peras a un precio y las ofrecen en el supermercado cuatro veces más caras son ciertos. En cuanto el precio del cereal sube un poquito, el Estado se dedica a importar de países que, no sé cómo, producen a un precio mucho más barato. Así, hemos estado mucho tiempo vendiendo al precio de hace 20 años. Son los grandes lobbies los que marcan el precio. No hay más; es una guerra perdida, aunque con la agricultura ecológica siempre hay un pequeño margen por el interés que hay en la Unión Europea por la alimentación sana».

Buscando circuitos cercanos

Como ejemplo del sinsentido comenta que una empresa que fabrica pasta italiana en Nafarroa ha tenido que traer cereal ecológico de Italia mientras la Corraliza de Valdecruz ha vendido a ese país. Esto significa que el trigo ha hecho un viaje de ida y vuelta. En su opinión, hace falta un intermediario que facilite las relaciones cercanas.

«Es verdad que para las grandes cooperativas es mucho más fácil vender todo en dos barcos a Inglaterra y olvidarse de almacenar e ir vendiendo poco a poco. Pero ahora aquí hay mucho ganado ecológico y se está apostando por esto. Es lo que queríamos. No es lo mismo transportar el cereal a Sevilla para que carguen dos barcos y se lo lleven, o venderlo a 200 kilómetros. El coste y el precio no tienen nada que ver. Además, lo que se cultiva aquí se queda para los ganaderos de aquí y luego los filetes se comen aquí. De eso es de lo que se trata».

En cuanto a la certificación ecológica, asegura que en Nafarroa se controla mucho. «Tenemos inspecciones todos los años. Y, si queremos que esto funcione, creo que debe ser así. Nos analizan la tierra y la producción, y tenemos que pagar una cuota anual por hectárea para ello».

Las zonas cerealistas de más producción están alrededor de Iruñea o Gasteiz. «Las producciones en zonas de más lluvia son mucho más amplias que la nuestra. El cereal necesita agua. Aquí tenemos una producción estimada de unos 1.800 kilos y en Araba pueden tener 3.000. ¿Cómo suples esa diferencia? Con 350 hectáreas».

Ya hemos explicado que el negocio familiar tiene tres pilares: «Mi marido se encarga del tractor puro y duro, y mi hermana de la contabilidad. Yo llevo la planificación y también las facturas. La planificación se ha convertido en tan importante o más que la siembra. El cultivo del cereal en ecológico exige un manejo muy correcto de las rotaciones con leguminosas ya que no se puede abonar ni fertilizar. Planificar eso es el meollo del negocio».

Por otra parte, el Gobierno navarro promueve la mejora de hábitats agrarios esteparios con el objetivo de cuidar el hábitat de las aves en este enclave. «Nos hemos acogido a ese programa de medidas de desarrollo rural y eso nos exige, por ejemplo, barbechar en momentos concretos o no cosechar de noche. Es una normativa que exige estar muy encima».

La hora de hacer la PAC (para recibir las subvenciones de la Política Agraria Común) es otro momento clave, porque es muy fácil confundirse y se juegan mucho dinero. «Es complicado no solo para el agricultor, también para el propio técnico que la está haciendo. Además, muchas veces los programas informáticos se colapsan. Grabas los datos y a la mitad del PAC se borran. Yo, con la cantidad de parcelas que tenemos, este año he hecho tres PACs». En esta tarea les ayudan las cooperativas.

 

La cosecha, en junio

«Cobramos una vez al año, siempre mirando al cielo y dependiendo del mercado. Procuramos que haya unas garantías pero no deja de ser un riesgo. Nosotros vendemos, pero el cobro no es seguro. Se cosecha en junio, hasta San Fermín, y puedes guardarte la cosecha y venderla durante todo el año cuando quieras. ¿Problemas? Si almacenas grano, le entran bichos. En agricultura ecológica no puedes echar cualquier producto y, si guardas la cosecha hasta enero para esperar a que el precio suba, te la juegas porque se te puede estropear. Si lo vendes en julio, el precio está muy barato. Entonces, tienes que ir jugando dependiendo del año. Este año, como ha llovido muy poco, la producción de cereal ecológico era escasa y había bastante demanda el propio julio a un precio decente».

Esto les crea inseguridad. «Supongo que el dueño de una zapatería que espera a que entre el cliente sufre lo mismo. Es la vida del autónomo en cualquier fábrica. La diferencia es que en una fábrica o tienda la venta es mayor o menor pero constante. El cereal es una vez al año».

Todo este trabajo de la planificación es invisible. Lo que se ve es el tractor en el campo. «Yo tengo una autoestima muy alta –se ríe–. Tengo muy claro cuál es nuestro trabajo, creo que lo hacemos bien y lo valoro. Mi marido y mi hermana también. ¿Lo que opine el resto? Alrededor no hay tanta gente que haga agricultura ecológica y yo no me cambio. La producción en ecológico es menor, por lo que los gobiernos te priman y te subvencionan, pero ha habido años sin ayuda y nosotros hemos seguido adelante».

Talleres de Mugarik Gabe

Aldanondo participó en el taller de Mugarik Gabe, Mundubat e IPES, en el marco del trabajo “Mujeres productoras y soberanía alimentaria en Nafarroa: una mirada desde el género”. Allí empezó la relación con otra campesina de Fustiñana que cultiva en ecológico cereal y brócoli. «Desde hace diez años, aquí se ha potenciado mucho el cultivo del brócoli para conserveras para Europa».

A Arantzazu le ha encantado este encuentro. «A través del Consejo de la Producción Agraria Ecológica de Navarra (CPAEN) se han hecho numerosas reuniones para juntarnos y ver los problemas que hay. También he estado en EHKolektiboa. Se hacen reuniones continuamente y me gusta acudir porque siempre aprendes e intercambias opiniones. Todos aportamos y todo suma». En los últimos años encuentra más mujeres, pero este aumento va muy poco a poco.

Prefiere no entrar en la polémica sobre el Canal. «En principio no me afecta, ya que el agua no llegará a mis tierras. Otra cosa es la opinión que tenga. Es verdad que la política muchas veces nos cierra los ojos. El agua es maravillosa, pero si con el dinero que sacaré con las lechugas no podré pagarla…».

En el cereal, que «es una mínima parte del campo en la Ribera», el número de campesinos se ha reducido un montón en los últimos años. El principal problema es «el desorbitado precio de la maquinaria con respecto a lo que se gana. Si hace cien años había 500 campesinos, hace 20 años había 100 y ahora estamos 20. Así de claro, porque necesitas muchas más hectáreas para tener rentabilidad». En esta situación, ve difícil empezar desde cero en la agricultura. «Yo sigo porque me viene de familia. Además, lo nuestro es propiedad y no tenemos que pagar alquiler. La incorporación de los jóvenes es muy complicada. Para empezar, las tierras están muy pilladas y si tienes que pagar alquiler, agua… es un gran riesgo».

No sabe si sus hijos continuarán con el negocio. «En mi casa nunca se hubiera pensado que yo seguiría, y mira. También lo han mamado desde siempre. No me disgustaría, porque es un patrimonio nuestro y en esto soy muy romántica».