Adu GENETE

LA BATALLA DE ETIOPÍA Y EGIPTO POR EL NILO, ¿UN CALLEJÓN SIN SALIDA?

En punto muerto y sin atisbo de solución: así está la negociación para resolver la disputa de la construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD) en el Nilo Azul, que enfrenta a Etiopía y Egipto, dos potencias de África. Sin olvidar a Sudán.

El Nilo, cuya cuenca hidrográfica abarca once países, tiene dos afluentes principales: el Nilo Blanco, que se origina en la región de los Grandes Lagos; y el Nilo Azul, que empieza en el lago Tana de Etiopía y aporta al río el 85% de su agua.

Los dos caudales tributarios se unen al norte de Jartum y desde ahí el río atraviesa Sudán y Egipto hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo.

En el Nilo Azul, Etiopía empezó en 2011 a edificar la presa en el distrito de Guba, región de Benishangul-Gumuz (oeste), con el fin de garantizar recursos hídricos al país del Cuerno de África y exportar electricidad para impulsar su desarrollo.

La Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD), terminada en un 70% y valorada en unos 5.000 millones de dólares, se convertirá en la mayor presa hidroeléctrica del continente, capaz de generar más de 6.000 megavatios de electricidad (equivalente a seis centrales nucleares) en una superficie máxima de 1.874 kilómetros cuadrados.

Egipto, Etiopía y Sudán acordaron en 2015 que la construcción del megaproyecto no debía afectar a la economía, al caudal del río y a la seguridad hidroeléctrica de ninguno de los tres estados ribereños, pero desde entonces han prevalecido las desavenencias.

Egipto reclama «derechos históricos» sobre el Nilo y considera la presa una «amenaza a la seguridad nacional» porque teme que reduzca notablemente el caudal del río que riega el país árabe y que le proporciona el 90% del agua dulce, que llega a sus campos y represas desde Etiopía a través de Sudán.

Negociaciones rotas

El último intento de solventar el contencioso fueron las negociaciones en enero y febrero de este año en Washington, bajo auspicio de EEUU y el Banco Mundial (BM), en el que las partes acordaron que la presa se fuera rellenando de forma gradual.

Un día antes de la reunión tripartita en Washington el 27 y 28 de febrero y que debía alumbrar un acuerdo, Etiopía se levantó de la mesa «sine die» aduciendo consultas internas. Addis Abeba mostró así su malestar después de que EEUU cediera al veto de Egipto, que insiste en que el llenado de la presa se acompase en varios años.

EEUU, polémico observador

«A lo que Etiopía se opone es a los roles cambiantes de EEUU como facilitador o mediador. Solo aceptamos los papeles de EEUU y el Banco Mundial como observadores», adujo el ministro etíope de Recursos Hídricos, Seleshi Bekele, quien insistió en que su país sigue apostando por el diálogo.

Egipto denunció una «nueva táctica obstruccionista» de Etiopía, en el marco de «la larga historia de intransigencia etíope en las negociaciones sobre el Nilo», en palabras de Attia Essawi, del Centro de Estudios Estratégicos y Políticos Al-Ahram de El Cairo.

Desde entonces, la tensión entre Etiopía y Egipto ha ido en aumento hasta el punto de que el Ministerio de Exteriores egipcio amenazó con usar «todos los medios necesarios»para proteger sus «intereses», en una velada referencia al posible uso de la fuerza.

Según William Davison, experto del International Crisis Group (ICG), «las posiciones de las partes se han endurecido y las circunstancias actuales parecen demasiado acaloradas para permitir un acuerdo integral a corto plazo». El ICG, sin embargo, cree posible un «acuerdo provisional» que rija los dos primeros años de llenado del embalse, durante los que Etiopía almacenaría sólo agua suficiente para probar las turbinas.

Este laboratorio de ideas, además, considera «beneficioso» incorporar al diálogo un equipo de observadores más amplio que incluya al jefe de Estado de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, actual presidente de turno de la Unión Africana, y a la UE.

«Idealmente, las futuras conversaciones deberían organizarse en una ciudad africana y no en Washington», sugiere. Pero puntualiza a Davison, «quizás lo que se echa de menos es que Etiopía dé pasos para intentar tranquilizar a sus socios sobre este asunto».

No parece, de momento, que ésa sea la voluntad del Gobierno etíope a tenor de las palabras del primer ministro, Abiy Ahmed, en el noveno aniversario del inicio de la construcción de la represa, cuando insistió en que su país «empezará a llenar la presa en la próxima temporada de lluvias», en julio.

Prioridad tras el coronavirus

El primer ministro, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2019, subrayó que actualmente su objetivo prioritario es atajar la amenaza existencial del coronavirus, «pero eso no debería impedirnos acabar nuestra presa, que es nuestro sustento».

«Salvar vidas es nuestra prioridad, pero la segunda es la GERD», que es «símbolo de la soberanía y la unidad nacional», zanjó Abiy.

Según el analista Euan Hall, de la ONG The Organisation For World Peace, Egipto, que siempre rechazó la GERD porque «esencialmente le dará a Etiopía un botón para controlar el Nilo», ha impulsado una campaña internacional para defender sus intereses y denunciar la «terquedad» etíope.

El Cairo pidió el respaldo de la Liga Árabe, que expresó su oposición a cualquier «violación de los derechos históricos de Egipto sobre las aguas del Nilo», una reacción que Addis Abeba tildó de «apoyo ciego».

El Acuerdo sobre las Aguas del Nilo de 1959, firmado por Egipto y Sudán, otorga a estos dos países el control del caudal del río, aunque Etiopía no reconoce ese pacto.

De momento, el Nilo sigue su curso, pero nadie avista la desembocadura del contencioso en una pronta solución.