Ramon SOLA
Informe de OXFAM | La desigualdad se dispara

Por qué el club de la miseria y el de la opulencia crecen a la vez

El último informe de Oxfam ha provocado escándalo. Con la crisis, el número de milmillonarios se ha duplicado en el mundo. En el Estado español, 20 personas tienen tanto dinero como 14 millones. Pero no hay margen para sorpresa: a la propia dinámica del capitalismo se suma la política de ajuste, que siempre tiene ese efecto, como constató África hace dos décadas. También hay solución; Brasil es un modelo.

Los que se han hartado de afirmar que toda crisis conlleva una oportunidad hablaban seguramente de esto. El número de personas que tiene más de mil millones de dólares en el mundo se ha duplicado desde que estalló la crisis en 2008 (ahora son 1.645). En el África subsahariana han surgido 16 multimillonarios que conviven con 358 millones de personas en situación de pobreza extrema. Pero no hace falta irse lejos. En el Estado español, las veinte personas más ricas tienen tanto como los catorce millones más pobres (un tercio del total de la ciudadanía), y los tres más acaudalados duplican en riqueza al 20% más pobre.

Estos datos, recogidos por la ONG Oxfam en su último informe sobre la desigualdad en todo el planeta, han provocado una sacudida general. ¿Es posible? Sí. Es más, era perfectamente previsible dadas las recetas aplicadas a la situación.

Dinero genera dinero. Es la consecuencia primera y más obvia del capitalismo. Sigamos leyendo a Oxfam. «Si Bill Gates [considerado el segundo más rico del mundo] quisiera convertir en efectivo toda su riqueza y se gastase un millón de euros al día, necesitaría 218 años para acabar con toda su fortuna. Pero, en realidad, los intereses que genera su riqueza podrían reportarle 4,2 millones de dólares diarios, incluso aunque la tuviese en una cuenta de ahorro modesta (a un interés del 1,95%)». El rendimiento medio de la riqueza supera con mucho al de un patrimonio «normal»; se sitúa en torno al 5,3%. Luego está quien simplemente no tiene nada y obviamente no puede crecer por esta vía, solo empeorar.

Los ricos a veces hasta son sinceros. Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, da la voz de alarma desde dentro del propio sistema: «Así como cualquier revolución se come a sus hijos, el fundamentalismo de mercado sin control puede devorar el capital social necesario para el dinamismo a largo plazo del propio capitalismo. Todas las ideologías tienden al extremo».

A la vez que el capital genera capital, el porcentaje de ingresos derivados del trabajo (respecto al PIB) está bajando desde los años 90 en todo tipo de países: los de renta alta, los de media y los de baja. En todos ellos trabajar lo mismo reporta menos en términos globales. Es la cara B del mismo disco rayado.

A estos principios perennes del capitalismo se les suma el efecto puntual del modo en que se ha abordado la crisis. Y es aquí donde sobresale el Estado español, fiel ejecutor de la sacralización del ajuste. Oxfam constata que ello le ha convertido en el segundo estado más desigual de la Unión Europea, solo superado por Letonia.

No se trata de una tendencia continua española. Los datos constatan que hasta los años 90 sí había una línea de reducción de la desigualdad, y que fue en torno a 1995, de nuevo con la bonanza económica, cuando la distancia entre los más ricos y los más pobres volvió a aumentar. Tras 2008, es evidente que la multiplicación del llamado «club de la miseria» se ha convertido en exponencial. Pero también ha crecido el número de millonarios «que encuentran mayores agujeros para aumentar su riqueza», explica José María Vera, director de esta ONG en el Estado español.

No cabía esperar otra cosa. De hecho, existía un precedente muy claro en las políticas aplicadas en Africa desde los años 80, basadas igualmente en el recorte brusco del gasto público y en la liberalización acelerada de los mercados. Entre 1996 y 2001, el número de ciudadanos de Zambia que vivían por debajo del umbral de la pobreza pasó del 69% al 86%. En Tanzania, la desigualdad aumentó un 28%. Y en 2013, en África había 50 millones de personas más con desnutricion que en 1990-92.

Otro precedente evocado en el informe es el de Rusia: el fundamentalismo de mercado aplicado desde 1991 ha hecho que la diferencia entre los ingresos del 10% más rico y los del 10% más pobre se hayan mutiplicado por cuatro. Hoy día, el 1% de los rusos, beneficiado extraordinariamente de las privatizaciones, posee el 71% de la riqueza.

Si se busca un ejemplo personal, lo mejor es recurrir al actualmente considerado más rico de la tierra en una carrera frenética con Bill Gates. El mexicano Carlos Slim amasó su fortuna gracias a los derechos exclusivos sobre el sector de las telecomunicaciones cuando fue privatizado en la década de los 90. Sin competencia relevante, pudo inflar los precios, y de hecho México se encuentra entre los países con telecomunicaciones más caras dentro de la OCDE. El resto ya está explicado. El patrimonio de Slim y familia asciende a unos 80.000 millones de dólares, lo que (aplicada la rentabilidad media del 5,3% calculada para los multimillonarios) provoca que cada día, solo con levantarse de la cama, Slim tenga en sus depósitos 11,6 millones de dólares más.

¿Hay solución? Sí, con acción política. Gasto público y fiscalidad son las herramientas más claras. Y existen ejemplos recientes a imitar, sobre todo en América Latina. Uno de los referentes más claros es Brasil, que demuestra además que los países económicamente emergentes pueden reequilibrar la riqueza, aunque no siempre lo hagan (en otro de ellos, India, la brecha sigue aumentando).

En Brasil, los gobiernos de izquierdas de la última década han aumentado el salario mínimo en cerca de un 50%, lo que ha hecho que la desigualdad baje a la mitad en uno de los países con diferencias más extremas, en que rascacielos y chabolas casi se rozan en ciudades como Sao Paulo. Ecuador también ha seguido esta política desde 2007.

Antes actuó por ejemplo, Suecia. Oxfam recuerda que en 1925 tenía un nivel de desigualdad similar al de Turquía hoy. En 1958 la había reducido a la mitad, y siguió avanzando. Es un ejemplo de política fiscal, la otra baza para lograr redistribuir la riqueza. Y una de las mayores asignaturas pendientes del Estado español: Vera estima que cabe aplicar un impuesto del 30% a los beneficios de las multinacionales; hoy es del 3,5%.