Iraki METREVELI AFP Birkiani (Pankisi)

De un desfiladero en el Cáucaso a jefe militar del califato en Siria e Irak

El desfiladero de Pankissi, en la frontera con Chechenia, es un paisaje perdido en el fondo de Georgia. Entre sus altas montañas nació Omar al-Shishani, quien dirigió a los yihadistas caucásicos marcados por la guerra chechena que partieron a combatir a Siria y que ha sido nombrado máximo responsable militar del califato que el Estado Islámico (Daesh) ha instaurado en vastas zonas de Siria e Irak.

Temur Batirachvili, un campesino de 70 años, narra cómo su hijo Tarjan se convirtió en Omar al-Shishani (el Checheno), el máximo comandante militar de la organización del Estado Islámico (Daesh por sus siglas en árabe), que controla ya vastas partes del territorio de Irak y Siria.

Reconocible con su barba pelirroja, al-Shishani nació en una de las seis aldeas del desfiladero de Pankisi, poblado por la etnia de los kistos, descendientes de los chechenos que huyeron en el siglo XIX de la guerra de ocupación rusa del Cáucaso y cruzaron las montañas refugiándose en Georgia. Como sus hermanos chechenos, practicaban un islam suní de obediencia sufí.

Antes de tomar a los 27 años el nombre de guerra al-Shishani (el Checheno en lengua árabe), el futuro líder yihadista combatió en el seno del Ejército georgiano, entrenado por EEUU. Fue promovido a sargento en la guerra ruso-georgiana del verano de 2008 antes de que fuera dado de baja tras contraer tuberculosis.

«Cuando Tarjan se curó, pidió que le reintegraran en el Ejército», recuerda su padre. «Le dijeron que no pero le prometieron a cambio un trabajo. Nunca cumplieron su promesa», añade.

Según un agente de los servicios de seguridad georgianos, Tarjan fue detenido meses más tarde y condenado a tres años de cárcel por vender armas a los rebeldes chechenos, que continúan atacando esporádicamente al Ejército ruso ocupante y al Gobierno checheno colaboracionista liderado por Ramzan Kadirov, que dirige con mano de hierro la república norcaucásica desde 2005.

«Los años en la cárcel le transformaron totalmente. Se convirtió al islam cuando antes no era creyente», prosigue su padre. «Un día me dijo: padre, este país no me necesita».

Desde entonces, Batirachvili no ha vuelto a ver a su hijo, quien partió con decenas de kistos a sumarse a las filas del Estado Islámico en Siria e Irak. «Solo me ha llamado dos veces desde Siria. me preguntó si rezaba. `Claro que rezo', le dije, `Rezo a San Jorge'. Y él colgó», recuerda el anciano.

Héroe local para los jóvenes

«Alrededor de 70 oriundos de Pankissi combaten hoy en las filas del EI», afirma Chota Utiachvili, exrresponsable del Ministerio georgiano de Interior.

«No hay islamistas extremistas en Pankisi», insiste. «Puede haber jóvenes kistos seguidores de Tarjan, su héroe mundial, pero la verdad es que si fuera un jugador de fútbol entonces querrían jugar al fútbol». El desfiladero de Pankisi se forjó una reputación de refugio desde el inicio de la primera guerra ruso-chechena (1994-1996) al acoger a columnas de independentistas chechenos y a miles de huidos.

Por presiones de EEUU, el gobierno prooccidental del expresidente Mijail Saajachvili expulsó del valle en 2004 a los chechenos, que seguían lanzando ataques contra los rusos valiéndose de esa retaguardia.

No obstante, la presencia prolongada de la guerrilla, que fue islamizándose progresivamente, influyó en la población de Pankisi, y sus tradiciones religiosas sufíes fueron reemplazadas por prácticas salafistas, una rama rigorista del islam.

Auge del salafismo

«El salafismo es dominante en el islam de Pankisi», confirma el periodista Suljan Bordzikachvili, de la aldea de Jokolo.

En la localidad natal de al-Shishani, Birkiani, un anciano, muestra su inquietud ante el auge del salafismo que, a su juicio, amenaza «la existencia misma de la identidad cultural de los kistos. Los jóvenes no se consideran kistos o siquiera georgianos, simplemente musulmanes», añade preocupado.

Jaso Jangochvili, miembro del Consejo de Ancianos de Pankisi, opina que «es la pobreza y el paro lo que ha hecho salir a los jóvenes kistos de Pankisi. Ellos buscan trabajo en Turquía y algunos acaban combatiendo en Siria», a solo un día de coche desde Georgia, insiste este anciano.

El padre de Omar al-Shishani asiente: «Si mi hijo hubiera tenido siquiera una esperanza de vivir una vida mejor en Georgia jamás habría partido».