Ariane KAMIO DONOSTIA

«Me angustia no tener ideas, y la cosa se agrava con la vejez»

Esther Ferrer sigue trabajando en el mundo de las performances, hablando a la inteligencia de la gente, y no a sus sentimientos. Su cuerpo sigue siendo el sujeto principal de sus acciones y, contundente, dice no avergonzarse y reivindica su derecho de ser mujer.

«No soy una artista feminista; soy una mujer feminista. Soy feminista desde que me levanto hasta que me acuesto, cuando hago arte y cuando no lo hago. Solo que cuando hago arte, intento no traicionarme a mí misma, tanto en cuanto a convicciones políticas y sociales, como a mis convicciones feministas». Clara y rotunda se manifestaba ayer Esther Ferrer (Donostia, 1942) en Arteleku. Atendió a los medios de comunicación horas antes de arrancar Feministaldia con una charla que ofreció por la tarde en el mismo lugar. No habló de su trabajo; «me aburre, y supongo que a los demás les aburrirá mucho más». Preguntas y respuetas. Es el formato en el que más cómoda se encuentra la artista donostiarra.

Su nombre se encuentra ya ligado a la palabra performance, habida cuenta de las numerosas acciones que ha llevado a cabo en este ámbito artístico a lo largo de su carrera. Preguntada por los periodistas sobre qué es la performance, rechaza dogmatismos y sentar cátedra sobre este respecto. Afirmó que le han lanzado la misma pregunta al menos 300 veces a lo largo de toda su vida, por lo que ya hace tiempo que inventó su propia fórmula en forma de respuesta. «La performance es el arte del tiempo, de la presencia y del espacio», aclaró. Ferrer es austera en sus obras. Lo dice ella misma: «Quito todo lo que me sobra». Pero hay un pensamiento que le angustia: quedarse sin ideas, «y con la vejez la cosa se agrava».

Ferrer se queda siempre con la «idea cruda, con el esqueleto». Y no intenta adornar lo que hace, «poner elementos que no pueda justificar yo misma dentro de mi acción, aunque la vaya a embellecer». La artista pretende «hablar a la inteligencia de la gente, no a sus emociones». «Despertar emociones de la gente no me interesa. En el arte procuro excluir mi subjetividad», afirmó.

Los premios caen mal

Con 72 años de edad, Ferrer es una artista incansable que continúa adelante en su carrera profesional. Premiada en numerosas ocasiones, reconoció que los premios son algo que recibe mal. «Yo nunca he pedido nada a nadie. Mi trabajo me lo he pagado yo siempre. Si me dan un premio no sé por qué me lo dan. ¿Es que no tienen a otro? Hasta ahora los he aceptado todos, pero el mejor de los premios es que te lo den y olvidarlo inmediatamente, aunque no te dejan hacerlo», señaló.

Ha sido invitada a Feministaldia, que este año aborda el «monstruo» como estereotipo que se ha fijado en los últimos años a este movimiento. La artista no se ha sentido así, aunque confiesa que, sobre todo las mujeres, se sorprenden del uso que hace de su cuerpo en sus acciones. En su charla mostró dos vídeos, uno de 1975 y otro de 2014, en los que se exponen dos acciones iguales realizadas en dos épocas distintas. «Las mujeres me preguntan: ¿no te da vergüenza? No me dicen que tengo un cuerpo monstruoso porque no se atreven pero igual están pensando en eso», dijo. Y sentenció: «Y no, no me da vergüenza. En absoluto. Eso sí que es algo que hago por militancia, porque tengo derecho a ser mujer y no corresponder a los cánones estéticos al uso».