Luis Uhalde
Trabajador de GDN y miembro de Banatu

De qué hablamos cuando hablamos de reparto del trabajo

No entendemos el retraso en impulsar desde la Administración medidas de reparto del trabajo, que en algún momento entendieron eran necesarias, y que no acaban de poner en marcha. Tampoco los partidos políticos ni los sindicatos, salvo excepciones, demuestran el interés que deberían tener.

El próximo 20 de este mes, el Observatorio de la Realidad Social de Navarra organiza una jornada sobre el reparto del trabajo, con el título "¿Un reparto del trabajo para una sociedad post-crisis?"

Desde Banatu Taldea, nos parece tan necesario como urgente implementar medidas de reparto del trabajo, e introducir en la sociedad un diálogo al respecto. Sin embargo, el título de la jornada es revelador de la idea del reparto del trabajo que se va a plantear. No estamos de acuerdo en que el reparto del trabajo sea una respuesta post-crisis, más bien nos parece que está en relación con una sociedad sumergida en profundas y más permanentes crisis que la económica, que exigen un cambio en los modos de vida de un sistema fracasado.

Expertos, científicos y académicos, hacen un diagnóstico de la situación en la que nos encontramos (cambio climático, agotamiento de los recursos naturales, creciente aumento de la desigualdad, tanto a nivel global como regional, desempleo crónico, precariedad, migraciones, etc.) que nos permiten afirmar que lo que está en juego es, ni más ni menos, la vida misma. La crisis ni es solo económica, ni ha pasado; es múltiple, apenas acaba de llegar y lo ha hecho para quedarse.

Un aspecto más de esta crisis, es el enorme deterioro de todo lo relacionado con el trabajo: precarización, temporalidad obligada, desempleo crónico…, incluso la modernización y robotización de los procesos productivos. La reducción del tiempo de trabajo, (más allá de ser una reivindicación justa en relación a un reparto más justo de la riqueza), no es una opción; ya se está dando en forma de desempleo y temporalidad forzada. Así pues, o bien lo planteamos con criterios de solidaridad y justicia social, o aceptamos el impuesto por el capital.

Por esto no entendemos el retraso en impulsar desde la Administración medidas de reparto del trabajo, que en algún momento entendieron eran necesarias, y que no acaban de poner en marcha. Tampoco los partidos políticos ni los sindicatos, salvo excepciones, demuestran el interés que deberían tener.

El reparto del trabajo es una herramienta fundamental de solidaridad, que va a permitirnos revertir esta tendencia regresiva que llevamos en relación al empleo. Y para ello, estas medidas, han de estar al servicio de Políticas Sociales, con mayúsculas, que tengan en cuenta el injusto reparto de la riqueza actual; la terrible y creciente desigualdad que padecemos.

La Administración, como garante del interés general, debe asumir la responsabilidad que tiene en este asunto, y que no consiste únicamente en financiar a quienes puedan repartir parte de su empleo y de su sueldo. Además deberá ser impulsora de un nuevo modelo de desarrollo y convivencia basado en el reparto y apoyo mutuos. Es pues necesario que estas medidas sean impulsadas de un modo decidido e inmediato, con el objetivo de transformar la sociedad y la convivencia y de dar trabajo a todas las personas.

Parte de la pérdida de fuerza que han tenido las personas trabajadoras, y en consecuencia del aumento de la desigualdad, se debe a haber olvidado que somos más fuertes cuanto más cohesionados estamos. Debemos revertir esta situación y por tanto, las medidas de reparto del trabajo han de ser, no solo proporcionales, también progresivas. Ha de aportar más quien más tiene, para que reciba más quien más lo necesita. Hay que trabajar menos para que podamos hacerlo todos. Cualquier propuesta de reparto del trabajo, deberá cuestionar y tener en cuenta todas las injusticias sociales que padecemos, para intentar revertirlas; de no hacerlo así, contribuiremos a perpetuarlas.

Así pues se deberá posibilitar el mayor número de programas de reparto del trabajo posibles, en la Administración y también en la empresa privada, de manera que posibiliten la conciliación de cualquier trabajador o trabajadora con sus necesidades o deseos, posibilitando una auténtica autogestión del tiempo dedicado al trabajo remunerado.

Y lo más bonito de todo este asunto: con estas medidas posibilitaremos la visualización de un modo de vida mejor, menos individualista y más responsable con la defensa de la vida; con la propia y con la de todas las personas. Son compromisos a los que nadie dice que no, pero que no nos decidimos como sociedad a impulsar con la decisión necesaria. ¡Ojalá lo hagamos cuanto antes!

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